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At home with agroforestry February 26th, 2023 by

Vea la versión en español a continuación

I’ve written about Serafín Vidal before, an agronomist who spends his free time developing an innovative agroforestry system at home. On week days, he works as an extensionist, teaching agroforestry to about 250 farmers around the three main valleys of Cochabamba, Bolivia. These farmers grow mixed orchards of apple and forest trees. The apples provide a crop to sell, and the forest trees provide organic matter and bring up nutrients from deep in the soil. As the trees shed their leaves, they form a mulch that fertilizes the apples and vegetable crops growing on the ground.

Previously, I had visited two of the farmers who Serafín teaches, and I sensed their enthusiasm, but recently, Paul, Marcella, Ana and I got a chance to visit Serafín at his own home, where he planted his first forest, about ten years ago.

Serafín lives in the small town of Arani, about an hour’s drive from Cochabamba. Arani has grown slowly since colonial times, and still has house lots with large garden plots near the central plaza. When Serafín took over one of these plots, there was 700 square meters of grass behind the house. The lifeless soil was crusted with salt.

Working on the weekends, Serafín tore out the lawn and planted trees, including peaches, figs, plums, prickly pear cactus, apples, avocados, roses, dahlias, gladioli, date palms and native molles, chacatea, trumpetbush, jacaranda, ash, poplar, lloq’e, and qhewiña. He now has about 100 species of herbs, vegetables, fruit trees and climbing vines, including the tastiest grapes I’ve ever eaten. Serafín leaves logs and leaf litter on the surface of the earth, as in a natural forest, to decay slowly and fertilize the soil, while providing a habitat for earthworms and other beneficial creatures.

When Serafín establishes an agroforest, in the early years he adds a bit of organic matter on top of the soil. But with time, the trees fertilize the earth on their own, just as in a wild forest, where the soil is dark, and naturally fragrant.

Serafín scooped up a handful of soil, to show us how it was full of life: earthworms, sow bugs, and larvae of wood-eating beetles. Serafín explained: “These larvae have bacteria and fungi in their digestive tract. This is mixed with the dead wood that they eat, enriching the soil.”

Serafín explains that one of the key principles of agroforestry is to imitate the local forest. This diversity keeps plant healthy. In his planted forest, there are no plant diseases, and no weeds, only self-seeding plants that he keeps. The only pests are birds, attracted to the ripe fruit. Serafín keeps them out with nets. He controls the persistent fruit fly with traps and natural remedies he makes himself (sulphur-lime, caldo de ceniza and fosfito, which we have described in an earlier blog).

Unlike many extensionists, Serafín practices what he teaches. He works out his ideas at home, on his own land, before sharing the principles with farmers, strategically located around the three large valleys of Cochabamba.

Each of these farmers adopts the basic principles of agroforestry, and then becomes an example in their own community. This is important in a system that includes trees, which take years to mature.

Serafín maintains that agroforestry is less work than other farming styles. “If we make farming easy, maybe more people will want to be farmers,” he says.

The 4 principles of agroforestry

  1. Do not disturb the earth. Do not plow it. Plant by making a small hole in the earth with a sharp stick.
  2. Keep the soil permanently covered. E.g. with fallen leaves, branches, logs and living plants.
  3. Imitate the local forest. Combine many plant species of different sizes and different live cycles.
  4. In an agroforestry system, the species live together. They do not compete for nutrients or for light.

Previous Agro-Insight blog stories

Experiments with trees

Apple futures

Friendly germs

Watch the video

Seeing the life in the soil

Acknowledgements

Agronomist Serafín Vidal works for the Fundación Agrecol Andes. He directs the Agroforestería Dinámica project, sponsored by NATUREFUND. Serafín read and commented on a previous version of this blog.

Scientific names of native species

Molle Schinus molle

Chacatea Dodonaea viscosa

Trumpetbush (lluvia de oro) Tecoma sp.

Jacaranda Jacaranda mimosifolia

Ash (fresno) Fraxinus sp.

Poplar (aliso) Populus sp.

Lloq’e Kageneckia lanceolata

Qhewiña Polylepis spp.

EN CASA CON LA AGROFORESTERÍA

26 de febrero del 2023, por Jeff Bentley

Ya he escrito antes sobre Serafín Vidal, un ingeniero agrónomo que dedica su tiempo libre a desarrollar un innovador sistema agroforestal en casa. Los días hábiles, él trabaja como asistente técnico, enseñando agroforestería dinámica a unos 250 agricultores de los tres valles principales de Cochabamba, Bolivia. Estos agricultores cultivan huertos combinados de manzanos y árboles forestales. Los manzanos proporcionan una cosecha que vender, y los árboles forestales aportan materia orgánica y nutrientes desde las profundidades del suelo. Cuando los árboles se desprenden de sus hojas, forman un mulch que fertiliza los manzanos y las hortalizas sembrados en el suelo.

Anteriormente, yo había visitado a dos de los agricultores que Serafín enseña, y percibí su entusiasmo, pero hace poco, Paul, Marcella, Ana y yo tuvimos la oportunidad de visitar a Serafín en su propia casa, donde plantó su primer bosque, hace unos diez años.

Serafín vive en el pueblo de Arani, a una hora en coche de Cochabamba. Arani ha crecido lentamente desde la época colonial, y todavía tiene parcelas de casas con grandes huertos cerca de la plaza central. Cuando Serafín se hizo cargo de una de estas parcelas, había 700 metros cuadrados de grama detrás de la casa. La tierra, sin vida, tenía afloramientos de sal.

Trabajando los fines de semana, Serafín arrancó el césped y plantó árboles, entre ellos durazneros, higos, ciruelos, tunas, manzanos, paltos, rosas, dalias, gladiolos, palma dátil y los nativos molles, chacatea, lluvia de oro, jacaranda, fresno, aliso, lloq’e, y qhewiña. Ahora tiene unas 100 especies de hierbas, verduras, árboles frutales y vides trepadoras, incluidas las uvas más sabrosas que jamás he comido. Serafín deja troncos y hojarascas en la superficie de la tierra, como en un bosque natural, para que se descompongan lentamente y fertilicen el suelo, al tiempo que dan un hábitat para las lombrices de tierra y otras criaturas beneficiosas.

Cuando Serafín establece un sistema agroforestal, en los primeros años añade un poco de materia orgánica sobre el suelo. Pero con el tiempo, los árboles fertilizan la tierra por sí solos, como en un bosque silvestre, donde el suelo es oscuro y tiene un rico olor de forma natural.

Serafín recogió un puñado de tierra para mostrarnos que estaba llena de vida: lombrices, chanchitos y larvas de escarabajos comedores de madera. Serafín nos lo explicó: “Estas larvas tienen bacterias y hongos en su tracto digestivo. Esto se mezcla con la madera muerta que comen, enriqueciendo el suelo”.

Serafín explica que uno de los principios clave de la agroforestería es imitar el bosque local. Esta diversidad mantiene sanas las plantas. En su bosque plantado no hay enfermedades de las plantas, ni malezas, sólo plantas que se auto-siembran y que él valora. Las únicas dificultades son los pájaros, atraídos por la fruta madura. Serafín los mantiene alejados con redes. Controla la persistente mosca de la fruta con trampas y remedios naturales que él mismo fabrica (sulfocálcico, caldo de ceniza, biol y fosfito, que ya hemos descrito en un blog anterior).

A diferencia de muchos técnicos, Serafín practica lo que enseña. Da vida a sus ideas en casa, en su propia tierra, antes de compartir los principios con los agricultores, ubicados estratégicamente alrededor de los tres grandes valles de Cochabamba (el Valle Alto, el Valle Bajo, y el Valle de Sacaba).

Cada uno de estos agricultores adopta los principios básicos de la agroforestería, y luego se convierte en un ejemplo en su propia comunidad. Esto es importante en un sistema que incluye árboles, que tardan años en madurar.

Serafín sostiene que la agroforestería da menos trabajo que otros estilos de cultivo. “Si hacemos que la agricultura sea fácil, quizá más gente quiera ser agricultor”, afirma.

Los 4 principios de la agroforestería

  1. No mover el suelo. No ararlo. Sembrar haciendo un pequeño agujero en la tierra con un palo puntiagudo.
  2. Tener cobertura permanente sobre el suelo. Por ejemplo, con hojas caídas, ramas, troncos y plantas vivas.
  3. Imitar el bosque del lugar. Combinar muchas especies de plantas de diferentes tamaños y diferentes ciclos de vida.
  4. En el sistema agroforestal, hay convivencia entre todas las especies. No hay competencia por nutrientes ni luz.

Previamente en el blog de Agro-Insight

Experimentos con árboles

Manzanos del futuro

Microbios amigables

Mirar el video

Ver la vida en el suelo

Agradecimientos

El ingeniero Serafín Vidal trabaja para la Fundación Agrecol Andes. Conduce el proyecto de Agroforestería Dinámica, financiada por NATUREFUND. Serafín leyó e hizo comentarios sobre una versión previa de este blog.

Nombres científicos de especies nativas

Molle Schinus molle

Chacatea Dodonaea viscosa

Lluvia de oro Tecoma sp.

Jacaranda Jacaranda mimosifolia

Fresno Fraxinus sp.

Aliso Populus sp.

Lloq’e Kageneckia lanceolata

Qhewiña Polylepis spp.

 

 

Shopping with mom February 12th, 2023 by

Vea la versión en español a continuación

Shopping can not only be fun, but healthy and educational, as Paul and Marcella and I learned recently while filming a video in Cochabamba, Bolivia.

We visited a stall run by Laura Guzmán, who we have met in a previous blog story. Laura’s stall is so busy that her brother and a cousin help out. They sell the family’s own produce, some from the neighbors, and some they buy wholesale.

The market is clean and open to the light and air. All of the stalls neatly display their vegetables, grains and flowers. While Marcella films, Paul and I stand to one side, keeping out of the shot. Paul is quick to observe that Laura holds up each package of vegetables, explaining them to her customers. One pair of women listen attentively, and then buy several packages before moving on to another stall.

Paul reminds me that we need to interview consumers for this video on selling organic produce, so we approach the two shoppers. As in Ecuador, when we filmed consumers in the market, I was pleasantly surprised how strangers can be quite happy to appear on an educational video.

One of the women, Sonia Pinedo, spoke with confidence into the camera, explaining how she always looks for organic produce. “Organic vegetables are important, because they are not contaminated and they are good for your health.”

“And now you can interview my daughter,” Sonia said, nudging the young woman next to her.

Her daughter, 21-year-old university student, Lorena Quispe, spoke about how important it was to engage young consumers, teaching them to demand chemical-free food. She pointed out that if youth start eating right when they are young, they will not only live longer, but when they reach 60, they will still be healthy, and able to enjoy life. Remarkably, Lorena also pointed out that consumers play a role supporting organic farmers. She had clearly understood that choosing good food also builds communities.

Food shopping is often a way for parents to spend time with their children, and to pass on knowledge about food and healthy living, so that the kids grow up to be thoughtful young adults.

Watch a related video

Creating agroecological markets

DE COMPRAS CON MAMÁ

Jeff Bentley, 5 de febrero del 2023

Ir de compras no sólo puede ser divertido, sino también saludable y educativo, como Paul, Marcella y yo aprendimos hace poco mientras grabábamos un video en Cochabamba, Bolivia.

Visitamos un puesto de ventas de Laura Guzmán, a quien ya conocimos en una historia anterior del blog. El puesto de Laura está tan concurrido que su hermano y un primo la ayudan. Venden los productos de la familia, algunos de los vecinos y otros que compran al por mayor.

El mercado está limpio y abierto a la luz y al aire. Todos los puestos exponen con esmero sus verduras, cereales y flores. Mientras Marcella filma, Paul y yo nos quedamos a un lado, fuera del plano. Paul no tarda en observar que Laura sostiene en alto cada paquete de verduras, explicándoselas a sus clientes. Un par de mujeres escuchan atentamente y compran varios paquetes antes de pasar a otro puesto.

Paul me recuerda que tenemos que entrevistar a los consumidores para este video sobre la venta de productos ecológicos, así que nos acercamos a las dos compradoras. Al igual que en Ecuador, cuando filmamos a los consumidores en el mercado, me sorprendió gratamente que a pesar de que no nos conocen, están dispuestos a salir en un video educativo.

Una de las mujeres, Sonia Pinedo, habla con confianza a la cámara y explica que siempre busca productos ecológicos. “Las verduras ecológicas son importantes, porque no están contaminadas y son buenas para la salud”.

“Y ahora puedes entrevistar a mi hija”, dijo Sonia, dando un codazo a la joven que estaba a su lado.

Su hija, Lorena Quispe, una estudiante universitaria de 21 años, habló de la importancia de involucrar a los jóvenes consumidores, enseñándoles a exigir alimentos libres de productos químicos. Señaló que, si los jóvenes empiezan a comer bien de pequeños, no sólo vivirán más, sino que cuando lleguen a los 60 seguirán estando sanos y podrán disfrutar de la vida. Sorprendentemente, Lorena también señaló que los consumidores juegan un papel de apoyo a los agricultores ecológicos. Había comprendido claramente que elegir buenos alimentos también construye comunidades.

La compra de alimentos suele ser una forma de que los padres pasen tiempo con sus hijos y les transmitan conocimientos sobre alimentación y vida sana, para que los niños se conviertan en jóvenes adultos pensativos.

Vea un video relacionado

Creando ferias agroecológicas

A young lawyer comes home to farm January 29th, 2023 by

Vea la versión en español a continuación

Nederlandse versie hieronder

Laura Guzmán grew up on a small farm on the edge of the city of Cochabamba, went to university, graduated with a law degree, and then left home. She was working in La Paz, Bolivia’s unofficial capital city, and doing well. Her work with a land reform agency involved a lot of field work, and on one trip she filled up her water bottle in a stream, unaware that it was contaminated from a mine upstream. Laura became very ill, and her doctor advised her that she was on the verge of developing stomach cancer. He advised her to try to avoid food produced with agrochemicals, as she needed to be more careful with her health.

On Laura’s occasional weekend visits home, she would help her mom, who had recently become certified to grow organic vegetables. Laura began to take a few vegetables back to her apartment in La Paz. She noticed that they lasted a lot longer. A conventionally-grown tomato from the market might last for five days, while an organic tomato from home would last at least two weeks. She took this as a sign that agroecological produce was healthier.

Laura eventually left her job and returned home. She began to get involved in the farm work, and loved it, especially the calm feeling she got when she worked out-doors with the plants. In 2020, she took a training from Agrecol Andes, a local NGO, to become a certified organic farmer herself, and joined her mother’s group of agroecological farmers.

Paul and Marcella and I met Laura recently at her home, where she was helping the group, mostly women, package their produce for a home delivery service called BolSaludable: from “bolsa” (bag) and “saludable” (healthy).

On Sundays, Laura also sells her produce at an open air market. She wins over her customers one at a time. She tells them that her vegetables cost a little more, because they are free of chemicals. Some customers don’t care, but some come back the following week and say that they read on the Internet that pesticide use is quite high in Bolivia (especially on tomatoes). “We are taking poison home!” one alarmed customer told her.

At the Sunday market, Laura sells some of her family’s produce, some from neighbors, and some healthy produce that she buys from wholesalers. For example, the large squash, called “zapallo” locally, is popular for making soup in Bolivia. Organic zapallo is not available, but few chemicals are used in this crop, and so Laura buys it to sell to her customers. Business is so brisk that Laura´s brother and a cousin also help at their stand.

Now 30-years-old, Laura is so happy with her work that she encourages other young people to follow her example, “because with ecological farming you not only care for yourself, you care for the earth, you care for the environment. And what’s more, you care for the future generations.”

Related Agro-Insight blog

Choosing to farm

UNA JOVEN ABOGADA VUELVE A CASA, A SEMBRAR SALUD

Por Jeff Bentley, 29 enero 2023

Laura Guzmán creció en una pequeña granja a las afueras de Cochabamba, fue a la universidad, se graduó en derecho y se marchó de casa. Trabajaba en La Paz, la capital no oficial de Bolivia, y le iba bien. Trabajaba con una agencia de reforma agraria, que involucraba muchas salidas al campo. En un viaje llenó su botella de agua en una vertiente, sin saber que estaba contaminada por una mina situada río arriba. Laura se puso muy enferma y su médico le advirtió de que estaba a punto de desarrollar un cáncer de estómago. Le aconsejó que evitara los alimentos producidos con agroquímicos, ya que debía ser más cuidadosa con su salud.

En sus visitas ocasionales a casa los fines de semana, Laura ayudaba a su madre, que acababa de certificarse para cultivar verduras ecológicas. Laura empezó a llevarse algunas verduras a su departamento en La Paz. Se dio cuenta de que duraban mucho más. Un tomate convencional del mercado podía durar cinco días, mientras que un tomate ecológico de casa duraba al menos dos semanas. Lo interpretó como una señal de que los productos agroecológicos eran más sanos.

Laura dejó su trabajo y volvió a casa. Empezó a involucrarse en el trabajo de la granja, y le encantó, especialmente la sensación de calma que tiene cuando trabaja al aire libre con las plantas. En 2020, recibió formación de Agrecol Andes, una ONG local, para convertirse en agricultora ecológica certificada, y se unió al grupo de agricultores agroecológicos de su madre.

Paul, Marcella y yo conocimos a Laura hace poco en su casa, donde ayudaba al grupo de agricultoras, en su mayoría mujeres, a empaquetar sus productos para un servicio de entrega a domicilio llamado BolSaludable: de “bolsa” y “saludable”.

Los domingos, Laura también vende sus productos en un mercado al aire libre. Se gana a sus clientes de uno en uno. Les dice que sus verduras cuestan un poco más porque no tienen productos químicos. A algunos clientes les da igual, pero otros vuelven a la semana siguiente y dicen que han leído en Internet que el uso de plaguicidas es bastante elevado en Bolivia (sobre todo en los tomates). “Nos llevamos veneno a casa”, le dijo un cliente alarmado.

En el mercado de los domingos, Laura vende algunos productos de su familia, otros de los vecinos y otros sanos que compra a mayoristas. Por ejemplo, la calabaza grande, llamada “zapallo” localmente, es popular para hacer sopa en Bolivia. El zapallo ecológico no está disponible, pero en este cultivo se usan pocos productos químicos, por lo que Laura lo compra para venderlo a sus clientes. El negocio es tan dinámico que el hermano y un primo de Laura también ayudan en su puesto.

A sus 30 años, Laura está tan contenta con su trabajo que anima a otros jóvenes a seguir su ejemplo, “porque con la agricultura ecológica no sólo te cuidas tú. Cuidas la tierra, cuidas el medio ambiente. Y es más, vas a cuidar a las futuras generaciones.”

Previamente en el blog de Agro-Insight

Optando por la agricultura

 

Een jonge advocaat komt thuis om te boeren

Laura Guzmán groeide op op een kleine boerderij aan de rand van de stad Cochabamba, ging naar de universiteit, studeerde af met een rechtendiploma en verliet toen haar huis. Ze werkte in La Paz, de onofficiële hoofdstad van Bolivia, en deed het goed. Op een reis vulde ze haar waterfles in een beek, zonder te weten dat die was verontreinigd door een mijn stroomopwaarts. Laura werd erg ziek en haar dokter adviseerde haar dat ze op het punt stond maagkanker te krijgen. Hij raadde haar aan te proberen voedsel te vermijden dat met landbouwchemicaliën was geproduceerd, omdat ze voorzichtiger met haar gezondheid moest omgaan.

Tijdens Laura’s occasionele weekendbezoeken aan huis hielp ze haar moeder, die onlangs gecertificeerd was om biologische groenten te telen. Laura begon wat groenten mee te nemen naar haar appartement in La Paz. Ze merkte dat ze veel langer meegingen. Een conventioneel geteelde tomaat van de markt ging misschien vijf dagen mee, terwijl een biologische tomaat van thuis minstens twee weken meeging. Ze zag dit als een teken dat agro-ecologische producten gezonder waren.

Laura verliet uiteindelijk haar baan en keerde terug naar huis. Ze begon zich bezig te houden met het werk op de boerderij en vond het heerlijk, vooral het rustige gevoel dat ze kreeg als ze buiten met de planten werkte. In 2020 volgde ze een opleiding bij Agrecol Andes, een lokale NGO, om zelf een gecertificeerde biologische boerin te worden, en sloot ze zich aan bij de groep agro-ecologische boeren van haar moeder.

Paul en Marcella en ik ontmoetten Laura onlangs bij haar thuis, waar ze de groep, voornamelijk vrouwen, hielp hun producten te verpakken voor een thuisbezorgdienst met de naam BolSaludable: van “bolsa” (zak) en “saludable” (gezond).

Op zondag verkoopt Laura haar producten ook op een openluchtmarkt. Ze wint haar klanten één voor één voor zich. Ze vertelt hen dat haar groenten iets duurder zijn, omdat ze vrij zijn van chemicaliën. Sommige klanten kan het niet schelen, maar sommige komen de week daarop terug en zeggen dat ze op internet hebben gelezen dat er in Bolivia veel pesticiden worden gebruikt (vooral op tomaten). “We nemen gif mee naar huis!” zei een verontruste klant tegen haar.

Op de zondagsmarkt verkoopt Laura een deel van de producten van haar familie, een deel van de producten van de buren, en een deel gezonde producten die ze bij de groothandel koopt. Zo is de grote pompoen, die in Bolivia “zapallo” wordt genoemd, populair voor het maken van soep. Biologische zapallo is niet verkrijgbaar, maar er worden weinig chemicaliën gebruikt bij dit gewas, en dus koopt Laura het om aan haar klanten te verkopen. De zaken gaan zo goed dat Laura’s broer en een neef ook helpen in hun kraam.

Laura, nu 30 jaar oud, is zo blij met haar werk dat ze andere jonge mensen aanmoedigt haar voorbeeld te volgen, “want met ecologische landbouw zorg je niet alleen voor jezelf, maar ook voor de aarde, voor het milieu. En bovendien zorg je voor de toekomstige generaties.”

No more pink seed January 8th, 2023 by

Vea la versión en español a continuación

Vegetable seed from the shop is usually covered in a pink or orange dust, a fungicide. Since I was a kid, I have associated the color pink with seed.

Farmers and gardeners in tropical countries often buy imported, pink seed. So when Bolivian seed companies appeared, I was glad to be able to buy envelopes of local garden seed. It was better than importing seed from the USA or Europe.  I barely noticed that the Bolivian seed was pink. Then on a visit to some agroecological farmers, they told me that they were buying the pink seed, but then rearing it out, to produce their own, natural seed.

Recently I have begun to notice artisanal seed growers, offering untreated vegetable seed at some of the fairs around Cochabamba, Bolivia. I was tempted to buy some, but I still had seed at home.

A few days ago I opened some of my seed envelopes, which I bought several months ago. The package says they are viable for two years. I was pleased to see that the envelopes were full of natural seed, untainted by fungicides. I planted cucumbers, lettuce and arugula, and the natural seed has all sprouted nicely.

I was so pleased that I decided to call the seed manufacturers and congratulate them. Some positive feedback might encourage them to keep selling natural, uncoated seed.

I picked up a seed packet to look for the company’s phone number, when I noticed that it said “Warning!” in big red letters, and in fine print: “Product treated with Thiram, not to be used as feed for poultry or other animals.”

Thiram is a fungicide. I wondered if the seed had been treated with fungicide, but not dyed, or if the company was avoiding pesticides, but was still using up its supply of old envelopes.

I called the company, and a friendly voice answered the phone. I introduced myself as a customer, and said that I liked the pesticide-free seed. Then I asked if this lot of seed had fungicide or not.

The seed man said that no, the seed had not been treated with fungicide, but that it should have been. That is a requirement of the government agencies Senasag (National Service for Agricultural and Livestock Health and Food Safety) and INIAF (National Institute of Agricultural, Livestock and Forestry Innovation).

I asked why this seed was untreated.

“The girl must have forgotten to put it on,” the seed man said. This may strike readers in northern countries as casual sloppiness. But sometimes regulations are lightly enforced in Bolivia. My cucumber seeds were packed in May, 2021, during the height of the Covid lockdown. I was impressed that they were able to keep producing seeds at all.

The seed man didn’t seem to mind that the seed was untreated, and he repeated that he applied the pink stuff because it was required by law. He didn’t seem convinced that it was necessary. He seemed sympathetic to people who preferred natural seed. He added that he did sell untreated seed to customers who wanted it. He had some customers who ate sprouted lettuce seed for their gastritis, and he made them special batches of untreated seed.

Before we got off the call, the seed man offered to make me a batch of untreated seed in the future. I just had to order it.

I think I will.

It is important that seed consumers look for untreated seed. But governments also need to do more to help make it available.

Previous Agro-Insight blogs

An exit strategy

Homegrown seed can be good

Some videos on seed

Farmers’ rights to seed: experiences from Guatemala

Farmers’ rights to seed: experiences from Malawi

Succeed with seeds

Managing seed potato

Organic coating of cereal seed

Making a good okra seeding

Better seed for green gram

Making a chilli seedbed

Maintaining varietal purity of sesame

Harvesting and storing soya bean seed

Storing cowpea seed

ADIOS A LA SEMILLA ROSADA

Jeff Bentley, 8 de enero del 2023

Las semillas de hortalizas de la tienda suelen estar cubiertas de un polvillo rosado o color naranja, un fungicida. Desde que era niño, he asociado el color rosado con las semillas.

Los agricultores y jardineros de los países tropicales suelen comprar semillas rosadas importadas. Por eso, cuando aparecieron las empresas bolivianas de semillas, me alegré de poder comprar sobres de semillas locales para el huerto. Era mejor que importar semillas de los Estados Unidos o Europa.  Apenas me di cuenta de que las semillas bolivianas eran rosadas. Luego, en una visita a unos agricultores agroecológicos, me contaron que compraban la semilla rosada, pero que luego la criaban para producir su propia semilla natural.

Recientemente he empezado a fijarme en los cultivadores artesanales de semillas, que ofrecen semillas de hortalizas sin químicos en algunas de las ferias de los alrededores de Cochabamba, Bolivia. Tenía ganas de comprar algunas, pero aún tenía semillas en casa.

Hace unos días abrí algunos de mis sobres de semillas, que compré hace varios meses. Según el paquete, son viables durante dos años. Me alegró ver que los sobres estaban llenos de semillas naturales, no contaminadas por fungicidas. Sembré pepinos, lechugas y rúcula, y todas las semillas naturales han brotado muy bien.

Estaba tan contenta que decidí llamar a los fabricantes de semillas y felicitarles. Una respuesta positiva podría animarles a seguir vendiendo semillas naturales sin recubrimiento.

Cogí un paquete de semillas para buscar el número de teléfono de la empresa, cuando me di cuenta de que decía “¡Precaución!” en grandes letras rojas, y en letra pequeña: “Producto tratado con Thiram, no utilizar como alimento para aves u otro animal”.

Thiram es un fungicida. Me pregunté si la semilla había sido tratada con fungicida, pero no teñida, o si la empresa estaba evitando los plaguicidas, pero seguía usando sus sobres viejos.

Llamé a la empresa y una voz amable contestó al teléfono. Me presenté como cliente y dije que me gustaban las semillas sin plaguicidas. Luego pregunté si este lote de semillas tenía fungicida o no.

El encargado me dijo que no, que la semilla no había sido tratada con fungicida, pero que debería haberlo sido. Es una exigencia de las agencias gubernamentales SENASAG (Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria) e INIAF (Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal).

Pregunté por qué esta semilla no estaba tratada.

“Se habrá olvidado la muchacha”, me dijo el semilleristya. A los lectores de los países del norte les puede parecer un descuido. Pero, a veces, en Bolivia los reglamentos se aplican con cierta flexibilidad. Mis semillas de pepino se empaquetaron en mayo de 2021, en plena cuarentena de Covid. Me impresionó que pudieran seguir produciendo semillas.

Al semillero no pareció importarle que las semillas no estuvieran tratadas, y repitió que aplicó el producto rosado porque se lo exigía la ley. No parecía convencido de que fuera necesario. Se solidarizaba con los que prefieren las semillas naturales. Añadió que vende semillas sin tratar a los clientes que la desean. Tenía algunos clientes que comían semillas pregerminadas de lechuga para la gastritis y les preparaba lotes especiales de semillas sin tratar.

Antes de terminar la llamada, el semillero se ofreció a hacerme un lote de semillas sin tratar en el futuro. Sólo tenía que pedirlo.

Creo que lo haré.

Es importante que los consumidores busquen semillas no tratadas. Pero los gobiernos también tienen que hacer más para ayudar a que estén disponibles.

Previamente en el blog de Agro-Insight

Una estrategia de salida

Homegrown seed can be good

Algunos videos sobre la semilla

Derechos de los agricultores a la semilla: Guatemala

Derechos de los agricultores a la semilla: Malawi

Succeed with seeds

Cuidando la semilla de papa

Organic coating of cereal seed

Buena semilla de ocra

Better seed for green gram

Making a chilli seedbed

Maintaining varietal purity of sesame

Harvesting and storing soya bean seed

Storing cowpea seed

Concrete negotiations January 1st, 2023 by

Vea la versión en español a continuación

When smallholders receive aid, they often find ways to negotiate, sometimes with actions rather than with words.

During the Covid lockdown, when webinars bloomed, Bolivian agronomist Germán Vargas attended one on irrigation, and made some new contacts with an organization in Europe that wanted to support small-scale irrigation, using a solar pump. Two Dutch engineers, a physicist and an agronomist, volunteered their time, and helped Germán find funding.

Finding a community to accept a solar-powered irrigation system proved to be a little trickier. Germán’s colleague, agronomist Basilio Caspa, approached a community he worked with in the high Andes of Cochabamba. They wanted the solar pump, but they didn’t have a source of water, so they visited a neighboring village that had a large canal. Basilio knew both communities well, so he organized a meeting. It ended when one community offered to smash the photovoltaic cells if their neighbors tried to take any water from the canal.

Germán and Basilio had better luck negotiating with another community, Miro. A well could be dug near the river bed, which would provide water for the whole community.

For most of the year, in this part of the Andes, the river bed is almost dry, except for a thin ribbon of water. When it rains, the river runs high, filling the whole bed, carrying a load of silt. Local people have learned to capture some of this precious soil. During the dry season they build stone-and-concrete walls in the river bed, near the bank. About two meters high, the walls form a long graceful arc. When the river floods, water flows behind the wall; the current slows down and drops its load, forming a rich layer of soil. The system is called “lameo” and Miro has one, six hectares of good soil where potatoes, vegetables and apples grow, and every household has a small plot of 2,000 square meters (half an acre).

With the Dutch money, Basilio and Germán had a well dug near the lameo, by the river. A shop in Cochabamba installed an underwater (submergible) pump inside the well, powered by an array of solar panels. The water is pumped uphill to a new reservoir.

Germán took me to Miro recently, along with Toño, a young journalist. The reservoir was freshly completed, and even though it was a cloudy day, the solar-powered pump was filling the reservoir with crystal-clear water. About a dozen local farmers were working expertly, without supervision, chatting and joking as they laid PVC pipe from the reservoir down the steep slope to the lameo. The drop in altitude would give the water enough pressure to run irrigation sprinklers.

Now, a word about the irrigation reservoir. It’s a special design, cylindrical. Square tanks often leak at the corners. Round tanks distribute the water pressure more evenly, and are less likely to leak. Germán learned to make round tanks early in his career, from a campesino, and he has been perfecting the design ever since. He teaches local people to use adobe blocks to make a large, round mold, which they fill with concrete. Later they remove the adobe mold, and stucco the concrete walls.

Local people, working in groups of about 18, had spent two days gathering the sand and stone to make the tank. They built it in another four days. During our visit they were unwinding large rolls of PVC and rapidly connecting the last bit of the system.

It’s crucial for a local community to provide the labor, and the local materials, like sand, adobe and stone. Their investment means that the locals will keep the system running. One of the men, don Jorge, told us that they had also received training in how to maintain the system, which will be managed by the community’s water committee.

How big is the reservoir? asked Toño, the journalist.

With a gleam in his eye, don Jorge explained that it was supposed to be 70,000 liters, but the day they were finishing the reservoir, the people of Miro decided to make the tank walls another 50 centimeters taller, so they did. Reasoning that more is better, the villagers simply changed the reservoir design on their own, without waiting for their agronomists’ approval. So now it’s an 86,000 liter tank.

I thought that Germán might be upset, but he took it philosophically. “They had enough material left over to do it,” he said.

So different points of view are resolved sometimes by verbal negotiations, and sometimes simply by concrete actions without waiting for approval from the aid agency. Even when smallholders receive aid, they manage to adapt it to their own agenda. And the best aid workers understand, and help the farmers to make the changes.

Acknowledgements

Germán Vargas and Basilio Caspa work for the NGO Asociación Agroecología y Fe, based in Cochabamba, Bolivia.

NEGOCIACIONES CONCRETAS

Jeff Bentley 1 de enero del 2023

Cuando los pequeños agricultores reciben ayuda, suelen encontrar formas de negociar, a veces no con palabras sino con hechos.

Durante el bloqueo de Covid, cuando florecieron los seminarios en web, el ingeniero agrónomo boliviano Germán Vargas asistió a uno sobre el riego, e hizo nuevos contactos con una organización en Europa que quería apoyar el riego a pequeña escala, usando una bomba solar. Dos ingenieros holandeses, un físico y un agrónomo, se ofrecieron a ayudar a Germán a encontrar financiamiento.

Encontrar una comunidad que aceptara un sistema de riego solar resultó un poco más complicado. El agrónomo Basilio Caspa, colega de Germán, se puso en contacto con una comunidad con la que trabajaba en las alturas andinas de Cochabamba. Querían la bomba solar, pero no tenían una fuente de agua, así que visitaron una comunidad vecina que tenía un canal grande. Basilio conocía bien ambas comunidades, así que organizó una reunión. Terminó cuando una de las comunidades se ofreció a romper las células fotovoltaicas si sus vecinos intentaban tomar agua del canal.

Germán y Basilio tuvieron mejor suerte con otra comunidad, Miro. Pudieron cavar un pozo cerca del lecho del río, que proporcionaría agua a toda la comunidad.

La mayor parte del año, en esta parte de los Andes, el lecho del río está casi seco, salvo por un pequeño chorro de agua. Cuando llueve, el río crece y llena todo el lecho, arrastrando una carga de lama. La población local ha aprendido a capturar parte de este precioso suelo. Durante la estación seca construyen muros de piedra y hormigón en el lecho del río, cerca de la orilla. Los muros, de unos dos metros de alto, forman un arco alargado y elegante. Cuando el río se llena, el agua fluye por detrás del muro; la corriente disminuye su velocidad y deja caer su carga, formando una rica capa de suelo. El sistema se llama “lameo” y Miro tiene una, seis hectáreas de buena tierra donde crecen patatas, verduras y manzanas, y cada hogar tiene una pequeña parcela de 2.000 metros cuadrados

Con el dinero holandés, Basilio y Germán hicieron cavar un pozo cerca del lameo, junto al río. Una tienda de Cochabamba instaló una bomba sumergible dentro del pozo, accionada por un juego de paneles solares. El agua se bombea cuesta arriba hasta un nuevo reservorio, o tanque.

Germán me llevó hace poco a Miro, junto con Toño, un joven periodista. El embalse estaba recién terminado y, aunque el día estaba nublado, la bomba solar lo llenaba de agua cristalina. Una docena de lugareños trabajaban expertamente, sin supervisión, charlando y bromeando mientras tendían tuberías de PVC desde el reservorio por la empinada ladera hasta el lameo. El descenso de altitud daría al agua presión suficiente para que funcionaran los aspersores de riego.

Ahora, unas palabras sobre el reservorio. Es un diseño especial, cilíndrico. Los tanques cuadrados suelen gotear agua en las esquinas. Los tanques redondos distribuyen la presión del agua más uniformemente, y es menos probable que tengan fugas. Germán aprendió a hacer depósitos redondos al principio de su carrera, de un campesino, y desde entonces ha perfeccionado el diseño. Enseña a los lugareños a usar bloques de adobe para hacer un molde grande y redondo, que rellenan con hormigón. Después quitan el molde de adobe y estucan las paredes de hormigón.

Los lugareños, trabajando en grupos de unos 18, habían pasado dos días juntando la arena y la piedra para hacer el tanque. Lo construyeron en otros cuatro días. Durante nuestra visita estaban desenrollando grandes rollos de PVC y conectando el reservorio con los aspersores de riego, el toque final del sistema de riego.

Es imprescindible que la comunidad local proporcione la mano de obra y los materiales locales, como arena, adobes y piedra. Su inversión significa que los comuneros mantendrán el sistema en buen estado. Uno de los hombres, don Jorge, nos dijo que también habían recibido formación sobre cómo mantener el sistema, que será gestionado por el comité de agua de la comunidad.

¿Qué tamaño es el reservorio? preguntó Toño, el periodista.

Con un brillo en los ojos, don Jorge nos explicó que tenía que ser de 70.000 litros, pero el día que estaban terminando el reservorio, los de Miro decidieron agregar 50 centímetros más a la altura de las paredes del tanque, y así lo hicieron. Razonando que más es mejor, los aldeanos simplemente cambiaron el diseño del reservorio por su cuenta, sin esperar la aprobación de sus ingenieros agrónomos. Así que ahora es un depósito de 86.000 litros.

Pensé que Germán se enfadaría, pero se lo tomó con filosofía. “Les sobraba material para hacerlo”, dijo.

Así que los diferentes puntos de vista se resuelven a veces mediante negociaciones verbales, y a veces simplemente con acciones concretas sin esperar la aprobación de la agencia de ayuda. Incluso cuando los pequeños agricultores reciben ayuda, se las arreglan para adaptarla a su propia agenda. Y los mejores técnicos les entienden, y facilitan los cambios que los campesinos hacen.

Agradecimiento

Los ingenieros Germán Vargas and Basilio Caspa trabajan para la ONG Asociación Agroecología y Fe, con sede en Cochabamba, Bolivia.

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