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What is a women’s association about? March 20th, 2022 by

Vea la versión en español a continuación

When you write a story, you should know what it is about. According to this good old advice, if you know what your story is about, you’ll know what to put in and what to leave out.

In Ecuador, community organizer, Ing. Guadalupe Padilla, has told me that belonging to a group can help women gain leadership experience. Women become leaders as they work in a group, not in isolation. Guadalupe has helped to organize several such groups. Like a story, the group has to be about something. It has to have a purpose. And that purpose can easily be related to agriculture.

In Cotopaxi, Ecuador recently, while working with Paul and Marcella to film a video on women’s organizations, we met Juan Chillagana, vice-president of the parish (town) council. As an elected, local official, Mr. Chillagana has mentored several women’s organizations, each one organized around a specific product. We caught up with him on 4 February as he met with a group of women who were growing and exporting goldenberries. The fruit buyer was there, a man in a hair net explaining, “All we ask is that you don’t apply agro-chemicals.†The association members and the buyer weighed big, perfect goldenberries in clean, plastic trays, to take to the packing plant.

We talked with one of the members, Josefina Astudillo, who seemed pleased to be trying this new fruit crop. She guided us to her field, about a kilometer from the community center where the meeting was held. Doña Josefina proudly showed us her field where the fruit was ripening to a golden perfection. One woman could grow goldenberries by herself, but it takes a group to meet the buyer’s demand: 1,000 kilos a week, at a quality ready to export.

We also met Beatriz Padilla (Guadalupe’s sister), a small-scale dairy farmer, who leads 20 households as they pool their milk. The association sends a truck to each farm, collects the milk in big cans, transfers it to the group’s cold tank. Twice a day, about 1500 liters of milk is collected by two different buyers, including one who comes at 3 AM. It’s a lot of work. Doña Beatriz explained that she couldn’t do it without the group. She needs the other families so they can get a better price for their milk. A farmer with two cows has to take whatever price the dairy will give her. But an association can negotiate a price.

Margoth Naranjo is a woman in her 60s who has worked her whole adult life in associations, often in groups that included men as well. She started in her local parent-teachers’ association, helping to organize the children’s breakfast. Later, she was the secretary of a farmers’ insurance group, until she became the treasurer and then the president. Now, with the Corporation of Indigenous and Peasant Organizations (COIC), doña Margoth is helping several women’s organizations, which sell their own agroecological vegetables, to band together for added strength. Sadly, this work came to a standstill during the Covid lockdown, but doña Margoth has recently started organizing again.

All of the women’s leaders we met in Ecuador were part of a group. And each group was formed for a concrete purpose, whether for goldenberries, milk or vegetables. Like a good story, the groups were each about something, related to a dream they share: to have a quality product to sell, to improve their livelihoods.

And just as writing improves with practice, leadership sharpens with experience. The influential people we met said that any woman could be a leader if she joined a group and participated long enough.

Previous Agro-Insight blogs

Listening to what women don’t say

The goldenberry

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Farmers’ rights to seed: Experiences from Guatemala

Working together for healthy chicks

Helping women recover after childbirth

Acknowledgements

Thanks to Guadalupe Padilla and Sonia Zambrano for introducing us the farmers in Cotopaxi, and for sharing her knowledge with us. Thanks to Guadalupe and to Paul Van Mele for their valuable comments on a previous version of this blog. Guadalupe and Sonia work for EkoRural, an NGO. Our work was funded by the McKnight Foundation’s Collaborative Crop Research Program (CCRP).

¿DE QUÉ SE TRATA UNA ASOCIACIÓN DE MUJERES?

Por Jeff Bentley, 20 de marzo del 2022

Cuando escribes una historia, debes saber de qué trata. Según este viejo consejo, si sabes de qué trata tu historia, sabrás qué incluir y qué dejar fuera.

La Ing. Guadalupe Padilla organiza comunidades  en Ecuador, y me ha dicho que pertenecer a un grupo puede ayudar a las mujeres a adquirir experiencia de liderazgo. Las mujeres se convierten en lideresas cuando trabajan en grupo, no de forma aislada. Guadalupe ha ayudado a organizar varios grupos de este tipo. Al igual que una historia, el grupo tiene que tratar de algo. Tiene que tener un propósito, que puede estar tranquilamente relacionado con la agricultura.

Hace poco, en Cotopaxi, Ecuador, mientras yo trabajaba con Paul y Marcella para filmar un video sobre las organizaciones de mujeres, conocimos  a Juan Chillagana, vicepresidente de la junta parroquial. Como funcionario local electo, el Sr. Chillagana ha sido mentor de varias organizaciones de mujeres, cada una de ellas organizada en torno a un producto específico. Nos reunimos con él el 4 de febrero, en un encuentro con un grupo de mujeres que cultivan y exportan uvillas (uchuvas, o chiltos). El comprador de la fruta estaba allí, un hombre con su cabellera bien cubierta por una red. Explicó: “Todo lo que pedimos es que no apliquen agroquímicos”. Los miembros de la asociación y el comprador pesaron grandes y perfectas uvillas en bandejas de plástico limpias, para llevarlas a la planta de envasado.

Hablamos con una de las socias, Josefina Astudillo, que parecía encantada de probar este nuevo cultivo de fruta. Nos llevó hasta su campo, a un kilómetro de la sede comunitaria donde se celebraba la reunión. Doña Josefina nos mostró con orgullo su campo, donde su dorada fruta estaba madurándose a la perfección. Una sola mujer podría cultivar uvillas por sí sola, pero se necesita un grupo para satisfacer la demanda de los compradores: 1.000 kilos a la semana, con una calidad lista para exportar.

También conocimos a Beatriz Padilla (hermana de Guadalupe), pequeña productora de leche, que lidera 20 hogares que acopian su leche para venderla como grupo. La asociación envía un camión a cada granja, recoge la leche en grandes botes y la traslada al tanque de frío del grupo. Dos veces al día, dos distintos compradores recogen unos 1.500 litros de leche, incluido uno que viene a las 3 de la madrugada. Es mucho trabajo. Doña Beatriz explica que no podría hacerlo sin el grupo. Necesita a las otras familias para poder obtener un mejor precio por su leche. Una persona con dos vacas tiene que aceptar el precio que le dé la procesadora de leche. En cambio, una asociación puede negociar un mejor precio.

Margoth Naranjo es una mujer de 60 años que ha trabajado toda su vida adulta en asociaciones, a menudo en grupos que incluían también a los hombres. Empezó en la asociación local de padres de familia, ayudando a organizar el desayuno escolar. Más tarde, fue secretaria del Seguro Campesino, hasta llegar a ser la tesorera y luego la presidenta. Ahora, con la Corporación de Organizaciones Indígenas y Campesinas (COIC), doña Margoth está ayudando a varias organizaciones de mujeres, que venden sus propias verduras agroecológicas, a agruparse para tener más fuerza. Lamentablemente, este trabajo se paralizó durante el cierre de Covid, pero doña Margoth ha vuelto a organizarse recientemente.

Todas las mujeres líderes que conocimos en Ecuador formaban parte de un grupo. Y cada grupo se formó con un propósito concreto, ya sea para obtener fruta, leche o verduras. Como una buena historia, cada grupo trataba de algo, relacionado a un sueño conjunto: como tener un excelente producto para vender, para vivir mejor.

Y al igual que la redacción mejora con la práctica, el liderazgo es pulida con la experiencia. Las personas influyentes que conocimos decían que cualquier mujer podría llegar a ser líder si se unía a un grupo y participaba el tiempo suficiente.

Previamente en el blog de Agro-Insight

Listening to what women don’t say

El chilto, cultivo y maleza

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Trabajando juntos por polillos sanos

Helping women recover after childbirth

Agradecimientos

Gracias a Guadalupe Padilla y Sonia Zambrano por presentarnos a la gente de Cotopaxi, por compartir su conocimiento con nosotros. Gracias a Guadalupe y a Paul Van Mele por sus valiosos comentarios sobre una versión previa de este blog. Guadalupe y Sonia trabajan para EkoRural, una ONG. Nuestro trabajo fue financiado por Programa Colaborativo de Investigación de Cultivos (CCRP) de la Fundación McKnight.

From potatoes to cows December 26th, 2021 by

Vea la versión en español a continuación

Last week I wrote about women farmers who felt a need to take a more active role in decision-making.

During the script-writing workshop, besides validating fact sheets, the writers went back to the field to share their ideas for scripts with the communities. Because once is not enough: you have to talk to several people to get a more complete vision of your topic.

In Carrillo, Cotopaxi, Ecuador, some of our script writers had interacted with the community for years. This village had a lot of experience with organization. The writers in our workshop managed to bring together a large group of women who had held leadership roles for years.

It was raining and even though we were almost on the equator, in the high Andes it soon became chilly. I was in Carrillo with Diego Montalvo, agronomist, and Guadalupe Padilla, environmental engineer, who works in the community. As we clustered on the porch of the community center, a local woman, doña Verónica, told her story. She left Carrillo to study agronomy. After graduation she lived in the city for two years, but she came home when her dad became ill. Because of her education, she was assigned a leading role in a local organization, one she has kept for years. Not that it’s always easy; the men in the group tend to listen more to male leaders, and at times they make noise to disrupt the meeting when women leaders are speaking.

At the end of a frank and useful meeting, the women farmers spontaneously began discussing another topic among themselves, something more interesting: animal health.

The whole group wanted to learn how to vaccinate, give medicines and even do minor surgery on dairy cattle.  Verónica explained that she had learned almost all there was to know about cattle at university, even artificial insemination, and she would like to help this group receive training on livestock.

The women’s group had demanded that Guadalupe prepare more information for them on how to make their own cattle feed.

It caught my attention that these outspoken, well-organized women wanted to talk so much about cows.

Later I realized why, when I spoke with some of our other writers in the workshop. Israel, Nancy, Mishel and Mayfe had met with a group of women to talk about how to manage seed potatoes.

Israel was kind of surprised when he came out of the meeting. These farmers, whose ancestors had grown potatoes for centuries, wanted to abandon the crop, to raise cattle.

The potatoes were being destroyed by a mysterious new disease called purple top, still poorly understood by scientists. The disease ruins the potatoes. The farmers have fought back against purple top by spraying insecticides every week to kill the psyllid, a small insect which may vector the disease. But even by spending a thousand dollars a year, per farm, the disease was out of control.

On the other hand, the rolling fields of Carrillo are perfect for alfalfa and other fodder crops. And cities like Quito, growing explosively, buy all the milk that Ecuador’s farmers can provide. The weekly payment from the dairy would allow the women farmers to buy food for their families.

This is why the women leaders are so interested in cattle.

Smallholders, ever adaptable, are willing to change from one farming system to another, completely different one. From potatoes to cows, to adapt to changes in the natural environment. Women farmers often value training on leadership, but farming constantly requires new technical information, which smallholders want to receive.

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Acknowledgements

Thanks to Guadalupe Padilla, Diego Montalvo, Israel Navarrete and Paul Van Mele for their comments on an earlier version of this story. Our work was supported by the Collaborative Crop Research Program (CCRP) of the McKnight Foundation.

DE PAPAS A VACAS

Por Jeff Bentley, 26 de diciembre del 2021

La semana pasada escribí que las agriculturas sienten la necesidad de jugar un rol más grande en la toma de decisiones.

Dos días después de leer las hojas volantes en una comunidad, los escritores volvieron al campo y compartieron sus ideas para los guiones con las comunidades. Porque una sola vez no es suficiente: hay que hablar con varias personas para tener una visión más completa de cualquier tema.

En Carrillo, Cotopaxi, Ecuador, algunos de nuestros escritores de guiones habían interactuado con la comunidad durante años. Esta comunidad tenía mucha experiencia con la organización. En Carrillo, nuestros escritores lograron reunir un grupo grande de mujeres quienes hace años habían ejercido roles de liderazgo.

Llovía, y a pesar de que estábamos casi en la línea ecuatorial, hace frío en los altos Andes. Estuve con Diego Montalvo, ingeniero agrónomo, y Guadalupe Padilla, ingeniera ambiental, quien trabaja en Carillo. Nos reunimos en el corredor de una sede comunitaria, mientras una comunera, doña Verónica, nos contó su historia. Ella dejó Carrillo para estudiar agronomía. De ingeniera vivía en la ciudad por dos años, pero volvió a su comunidad cuando su papá se enfermó. Debido a su escolaridad, ella fue asignada un rol de lideresa en una organización local, y lo ha ejercido durante años. No siempre le toca muy fácil; los hombres en el grupo suelen escuchar a los líderes varones, y a veces hacen bulla, para molestar cuando las lideresas hablan.

Al final de nuestra conversación franca y útil con las agricultoras, ellas mismas espontáneamente pasaron a otro tema, aún más interesante: la salud animal.

El grupo entero quería aprender sobre vacunar, dar medicamentos y hasta hacer cirugía menor en el ganado lechero. Verónica explicó que ella aprendió casi todo sobre el ganado en la universidad, hasta la inseminación artifició, y que le gustaría ayudar al grupo a recibir capacitación pecuaria.

El grupo de mujeres ha demandado que Guadalupe las prepare más información sobre cómo hacer su propio concentrado para el ganado.

Me llamó la atención que estas mujeres expresivas, y bien organizadas quieren hablar tanto sobre las vacas.

Luego me di cuenta porque, al hablar con otros escritores en el taller, Israel, Nancy, Mishel y Mayfe se reunieron con un grupo de mujeres para hablar sobre el buen manejo de la semilla de papa.

Israel estaba un poco sorprendido cuando salió de la reunión. Estas agricultoras que han cultivado la papa durante siglos querían abandonar el cultivo, para criar ganado.

Las papas se están destruyendo por una misteriosa nueva enfermedad llamada punta morada, todavía poco comprendida por los científicos. La enfermedad arruina la papa. Los agricultores luchan contra la punta morada fumigando insecticida cada semana para matar al psílido, un pequeño insecto que posiblemente es el vector de la enfermedad. Pero aun gastando más de mil dólares al año, por finca, la enfermedad estaba afuera de control.

Por otro lado, los ondulados campos de Carrillo son perfectos para alfalfa y otros forrajes. Y las ciudades como Quito, en crecimiento explosivo, compran toda la leche que se puede producir. El pago semanal de la lechería permite a las agricultoras comprar comida para sus familias.

Es por eso que las lideresas locales están tan interesadas en el ganado.

Los campesinos, siempre adaptándose, están dispuestos a cambiar de un sistema de producción a otro completamente diferente. De papas a vacas, para adaptarse a los cambios en su ambiente natural. Las agricultoras sí aprecian la capacitación sobre el liderazgo, pero la agricultura constantemente requiere de nueva información técnica, la cual ellas también demandan.

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Agradecimientos

Gracias a Guadalupe Padilla, Diego Montalvo, Israel Navarrete y Paul Van Mele por sus comentarios sobre una versión anterior de este relato. Nuestro trabajo ha sido auspiciado por el Programa Colaborativo de Investigación sobre Cultivos (CCRP) de la Fundación McKnight.

A positive validation December 19th, 2021 by

Vea la versión en español a continuación

To “validate†extension material means to show an advanced draft of one’s work to people from one’s target audience, to gauge their reaction. The validations work like magic to fine-tune vocabulary and often to improve the content of the message.

In our script-writers’ workshop at Agro-Insight, we validate our fact sheets, taking them to the field and asking farmers to read them. It is a great way to learn to write for our audience. But on 23 November, in Pujilí, in the Ecuadorian Andes, we saw that validation can also highlight the value of a whole topic.

My colleagues Diego Mina and Mayra Coro work in the mountains above the small city of Pujilí. So they kindly took eight of us from the course to a community where they work. Fact sheets in hand, we all spread out, ready to get constructive criticism from farmers.

One of the fact sheets explained that wasps, many flies and other insects need flowering plants to survive. Crops and even weeds that blossom with flowers can attract the right insects to kill pests. I loved the topic at first sight and I encouraged Diego and Mayra to write a fact sheet about it.

So with great optimism we approached a young couple working on a stalled motorcycle. The couple took the fact sheet and read it. Then we asked them to comment.

“It’s fine. It would be good to have a project here on medicinal plants,” the young man said.

That was off topic. The fact sheet wasn’t about a medicinal plant project, so Mayra gently asked them to say more. The young man grew quiet and the young woman wouldn’t say a word. Then they got on their motorcycle and rode off.

Diego thought we might get a more considered response from someone he knew, so he took us to meet one of his collaborating farmers, doña Alicia.

We found doña Alicia hanging up the wet laundry at home. She was reluctant to even hold the fact sheet. “My husband knows about these things”, she said. “Not me”. It was sad to hear her say that, before she even knew what the topic was.

Doña Alicia added that she did not know how to read, so Mayra read her the fact sheet. But when she finished, doña Alicia didn’t have much to say.

Fortunately, some of our other colleagues were writing a fact sheet on helping women to assume leadership roles in local organizations.  Diego Mina said “I think that doña Alicia would be interested in that fact sheet.”

As if on cue, our colleagues Diego Montalvo and Guadalupe Padilla walked around the bend in the road, with their fact sheet on women leaders. Diego Mina introduced them to doña Alicia.

I wasn’t sure that doña Alicia would be any more interested in women and organizations than she was in insects and flowers. But within minutes she was having an animated conversation with Diego and Guadalupe. Doña Alicia even shared a personal experience: the men tend to assume the community’s formal leadership positions, but once, when most of the men were working away from home, they asked doña Alicia and some of the other village women to take leading roles in some local organizations. When the men came back, they started to make all the decisions, and the women became leaders in name only.

In this community, the women had received no training in leadership. There were no women’s groups, which may have contributed to their shyness. As we will see in next week’s blog, organized women may have more self-confidence.

Diego and Guadalupe told me that on that day they got good, relevant comments from five different women, on their fact sheet about female leaders.

I have written before that some topics, like insect ecology, are difficult for local people to observe. Folks may not realize that many insects are beneficial. It may take a lot of work to spark people’s interest in topics like insect ecology. But the effort is worthwhile, because people who do not know about good insects are often too eager to buy insecticides.

Further reading

Bentley, Jeffery W. & Gonzalo Rodríguez 2001 “Honduran Folk Entomology.†Current Anthropology 42(2):285-301.

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Mayra Coro and Diego Mina work for the Institut de Recherche pour le Développement (IRD). Guadalupe Padilla and Diego Montalvo work for EkoRural. Thanks to all, and to Paul Van Mele, for reading and commenting on a previous draft of this story. Our work was supported by the Collaborative Crop Research Program (CCRP) of the McKnight Foundation.

Photo credits

First photo by Jeff Bentley. Second photo by Diego Mina

UNA VALIDACIÓN POSITIVA

Por Jeff Bentley,

“Validar” el material de extensión significa mostrar un borrador avanzado del trabajo a personas del público meta, para ver su reacción. Las validaciones son la clave para afinar el vocabulario y, a menudo, para mejorar el contenido del mensaje.

En nuestro taller de guionistas de Agro-Insight, validamos nuestras hojas volantes, llevándolas al campo y pidiendo a los agricultores que las lean. Es una buena manera de aprender a escribir para nuestro público. Pero el 23 de noviembre, en Pujilí, en los Andes ecuatorianos, vimos que la validación también puede resaltar el valor de todo un tema.

Mis colegas Diego Mina y Mayra Coro trabajan en la sierra arriba de la pequeña ciudad de Pujilí. Así que gentilmente nos llevaron a ocho personas del taller a una comunidad donde trabajan. Hojas volantes en mano, nos separamos en grupitos para recibir críticas constructivas de los agricultores.

Una de las hojas volantes explicaba que las avispas, muchas moscas y otros insectos necesitan de las plantas en flor para sobrevivir. Los cultivos e incluso las malezas que florecen pueden atraer a los insectos que matan a las plagas. El tema me encantó a primera vista y animé a Diego y a Mayra a que escribieran una hoja volante sobre el tema.

Así que, con gran optimismo, nos acercamos a una joven pareja que arreglaba su moto en el camino. Tomaron la hoja volante y la leyeron. Luego les pedimos que comentaran.

“Está bien. Sería bueno tener un proyecto aquí sobre las plantas medicinales”, dijo el joven.

Eso estaba fuera de tema. La hoja volante no trataba sobre un proyecto de plantas medicinales, así que Mayra les pidió amablemente que dijeran algo más. El joven se quedó callado y la joven no quiso decir nada. Luego se subieron a la moto y se fueron.

Diego pensó que podríamos obtener una respuesta más considerada de alguien que conocía, así que nos presentó a una de sus agricultoras colaboradoras, doña Alicia, que vivía cerca.

Encontramos a doña Alicia tendiendo la ropa mojada en su casa. Era reacia incluso a agarrar la hoja volante. “Mi marido sabe de estas cosas”, dijo. “Yo no”. Fue triste oírla decir eso, antes incluso de saber qué era el tema.

Doña Alicia añadió que no sabía leer, entonces Mayra le leyó la hoja volante. Pero cuando terminó, doña Alicia no tenía mucho que decir.

Afortunadamente, algunos de nuestros otros colegas estaban escribiendo una hoja volante sobre cómo ayudar a las mujeres a asumir funciones de liderazgo en las organizaciones locales.  Diego Mina dijo: “Creo que a doña Alicia le interesaría esa hoja volante”.

Como si fuera una señal, nuestros colegas Diego Montalvo y Guadalupe Padilla aparecieron en la curva del camino con su hoja volante sobre lideresas. Diego Mina les presentó a doña Alicia.

Yo dudaba de que doña Alicia estuviera más interesada en las lideresas y las organizaciones que en los insectos y las flores. Pero en pocos minutos estaba metida en una animada conversación con Diego y Guadalupe. Doña Alicia incluso compartió una experiencia personal: los hombres tienden a asumir los puestos de liderazgo formal de la comunidad, pero una vez, cuando la mayoría de los hombres estaban trabajando fuera de casa, pidieron a doña Alicia y a algunas de las otras mujeres de la comunidad que asumieran papeles de liderazgo en algunas organizaciones locales. Cuando los hombres volvieron, empezaron a tomar todas las decisiones, y las mujeres se convirtieron en líderes sólo de nombre.

En esta comunidad, las mujeres no habían recibido ninguna formación sobre el liderazgo. No había grupos de mujeres, lo que puede haber contribuido a su timidez. Como veremos en el blog de la próxima semana, las mujeres organizadas pueden tener más confianza en sí mismas.

Diego y Guadalupe me contaron que ese día obtuvieron buenos y relevantes comentarios de cinco mujeres diferentes, sobre su hoja informativa acerca de las mujeres líderes.

Ya he escrito antes que algunos temas, como la ecología de los insectos, son difíciles de observar para los campesinos. La gente raras veces se da cuenta de que muchos insectos son buenos. Puede costar mucho trabajo despertar el interés de la gente por temas como la ecología de los insectos. Pero el esfuerzo merece la pena, porque la gente que no conoce los insectos buenos suele estar demasiado dispuesta a comprar insecticidas.

Lectura adicional

Bentley, Jeffery W. & Gonzalo Rodríguez 2001 “Honduran Folk Entomology.†Current Anthropology 42(2):285-301.

Bentley, Jeffery W. & Peter Baker 2006 “Comprendiendo y Obteniendo lo Máximo del Conocimiento Local de los Agricultores,†pp. 67-75. In Julian Gonsalves, Thomas Becker, Ann Braun, Dindo Campilan, Hidelisa de Chavez, Elizabth Fajber, Monica Kapiriri, Joy Rivaca-Caminade & Ronnie Vernooy (eds.) Investigación y Desarrollo Participativo para la Agricultura y el Manejo Sostenible de Recursos Naturales: Libro de Consulta. Tomo 1. Comprendiendo Investigación y Desarrollo Participativo. Manila: CIP-Upward/IDRC.

Previamente en el blog de Agro-Insight

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Agradecimientos

Mayra Coro y Diego Mina trabajan para el Institut de Recherche pour le Développement (IRD). Guadalupe Padilla y Diego Montalvo trabajan para EkoRural. Gracias a ellos y a Paul Van Mele por leer y hacer comentarios sobre una versión previa de este relato. Nuestro trabajo ha sido auspiciado por el Programa Colaborativo de Investigación sobre Cultivos (CCRP) de la Fundación McKnight.

Créditos de las fotos

Primera foto por Jeff Bentley. Segunda foto por Diego Mina

Different ways to learn November 21st, 2021 by

Vea la versión en español a continuación

In June I wrote a story about a virtual meeting with some farmers in Iquicachi, on the shores of Lake Titicaca (Zoom to Titicaca), where they discussed how to manage what was (for them) a new pest: the potato tuber moth. Later, several people wrote to me to say that they hoped these farmers could solve their problem. So I’m writing an update.

I went to Lake Titicaca on 16 November to meet the farmers in person, and they’re doing well.

The agronomists they work with taught them to use ground chalk from a building supply shop to coat the seed potatoes. The chalk discourages the tiny larva of the moth from burrowing into the potato. This and some other techniques are helping to keep the tuber moth down.

At our recent meeting, I was impressed (as I often am) how scientists and farmers have different ways of seeing the world. There’s nothing mystical about his. It’s because they use different methods of observation.

An entomologist sees an insect by killing some specimens and looking at them under the microscope. It is an excellent way to see the details of nature that cannot be readily seen with the naked eye. For example, one of the three species of tuber moths has triangular markings on its wings.

But the farmers of Titicaca were less interested in comparing each species of moth, and more intent on comparing them to another pest, one they have had for ages: the Andean potato weevil.

These Yapuchiris (expert farmers) and their neighbors noticed that the moths’ larvae are much smaller than the worms that hatch from weevil eggs. Second, the weevil only eats a part of the tuber, while the larvae of the moth “have no respect for the potato†and destroy the whole thing. Third, the weevil can’t fly, but the moth “flies in jumps†(it takes short flights).

In all fairness, entomologists have also noticed these behaviors, and the Yapuchiris have recently observed that one species of moth is darker than the other. But the farmers emphasize behavior more, and have their own rhetoric for discussing it (e.g. as jumping). Note that this is not ancestral knowledge, because this pest is new on the Altiplano. These Yapuchiris only noticed the moth 10 years ago, and they have been observing it since then. The farmers learn about insects while farming and processing food. They watch while they work. They don’t set up lab experiments.

The Yapuchiris have strengthened their observations by interacting with agronomists. In this case the extensionists explained that the moths are the adults of the worms, so the farmers then began to pay more attention to the moths.

These improved observations have paid off.

While I was in Iquicachi, one of the Yapuchiris, Martín Condori, suggested that since the tuber moth does not fly very far, it could be kept out of potatoes by planting a row of broad beans or lupin beans between every three rows of potatoes. It’s a new idea, that only occurred to don Martín while we were meeting.

His fellow Yapuchiri, Paulino Pari, immediately warmed to don Martín’s suggestion for an intercropping experiment. Don Paulino said that a row of lupin beans might help to stop the moth from spreading into the potatoes, because the lupin plants are toxic to the moths.

This is the value of farmer-scientist collaboration. The farmers learn that the worms in their potatoes have hatched from the eggs laid by moths. Farmers then pay more attention to the moths, and create new ideas for keeping the moths out of the potato field.

Intercropping may or may not help to manage the moth, but it is an idea that farmers and agronomists can try together.

Years ago in Honduras, Keith Andrews, an entomologist, first told me that farmers identify insects more by their behavior and ecology than by their morphology. I’ve spent many years noticing that he was right.

Acknowledgements

A special thanks to Ing. Roly Cota, who works at PROSUCO, for taking me to Iquicachi and introducing me to the Yapuchiris, so we could validate three new fact sheets for farmers on the potato tuber moth. Our work was supported by the  Collaborative Crop Research Program (CCRP) of the McKnight Foundation.

Photo credit

Photo courtesy of Roly Cota.

Further reading

There is some excellent research on the potato tuber moth. For example, see this paper and references cited.

Olivier Dangles, Mario Herrera, Charlotte Mazoyer and Jean-François Silvain 2013 Temperature-dependent shifts in herbivore performance and interactions drive nonlinear changes in crop damages. Global Change Biology 19, 1056–1063, doi: 10.1111/gcb.12104.

Scientific names

There are two native tuber moths in Bolivia: Symmetrischema tangolias, and Phthorimaea operculella. There is also a Guatemalan tuber moth, Tecia solanivora, but it has not been reported in Bolivia. All three of these moths belong to the Gelechiidae family. They are about a centimeter long, about as long as your smallest fingernail. Many Gelechiidae attack stored cereal products, and so you may have been alarmed to find them in your cupboard.

Video on the fascinating lupin bean

Growing lupin without disease

APRENDIENDO CON OTROS OJOS

Por Jeff Bentley, 21 de noviembre del 2021

En junio escribí un relato sobre una reunión virtual con los agricultores de Iquicachi, a orillas del lago Titicaca (Zoom al Titicaca), en la que se discutía cómo gestionar lo que era (para ellos) una nueva plaga: la polilla de la papa. Más tarde, varias personas me escribieron para decirme que esperaban que estos agricultores pudieran resolver su problema. Así que escribo una actualización.

El 16 de noviembre fui al Lago Titicaca para conocer a los agricultores en persona, y están bien.

Los agrónomos con los que trabajan les enseñaron a usar tiza molida de una tienda de materiales de construcción para recubrir la papa semilla. La tiza no deja que la pequeña larva de la polilla penetre a la papa. Esta y otras técnicas están ayudando a reducir la polilla de la papa.

En esta última reunión, me impresionó (como en muchas veces) cómo los científicos y los agricultores tienen formas diferentes de ver el mundo. No tiene nada de místico. Es porque usan distinto métodos de observación.

Un entomólogo observa un insecto al matar algunos ejemplares y mirándolos al microscopio. Es una forma excelente de ver los detalles que no se pueden ver fácilmente a simple vista. Por ejemplo, una de las tres especies de polillas de la papa tiene marcas triangulares en las alas.

Pero los campesinos del Titicaca estaban menos interesados en comparar cada especie de polilla, y más en compararlas con otra plaga, una que tienen desde hace mucho tiempo: el gorgojo de los Andes.

Estos Yapuchiris (agricultores expertos) y sus vecinos se dieron cuenta de que las larvas de las polillas son mucho más pequeñas que los gusanos que nacen de los huevos del gorgojo. En segundo lugar, el gorgojo sólo se come una parte del tubérculo, mientras que las larvas de la polilla “no respetan la papa” y la destruyen completamente. En tercer lugar, el gorgojo no puede volar, pero la polilla “vuela a saltos” (have vuelos cortos).

En realidad, los entomólogos también se han dado cuenta de estos comportamientos, y los Yapuchiris han observado recientemente que una especie de polilla es más oscura que la otra. Pero los campesinos enfatizan más el comportamiento, y tienen su propia retórica para discutirlo (los saltos, por ejemplo). Fíjese que no se trata de un conocimiento ancestral, porque esta plaga es nueva en el Altiplano. Estos Yapuchiris sólo se dieron cuenta de la polilla hace 10 años, y desde entonces la observan. Los campesinos aprenden sobre los insectos mientras cultivan y procesan los alimentos. Observan mientras trabajan. No hacen experimentos de laboratorio.

Los Yapuchiris han reforzado sus observaciones interactuando con los agrónomos. En este caso, los extensionistas les explicaron que las polillas son los adultos de los gusanos, por lo que los agricultores comenzaron a prestar más atención a las polillas.

Estas observaciones mejoradas han dado sus frutos.

Durante mi visita a Iquicachi, uno de los Yapuchiris, Martín Condori, sugirió que, como la polilla de la papa no vuela muy lejos, se podría sembrar un surco de tarwi (lupino) entre cada tres surcos de papa, para que no entre la polilla. Es una idea nueva, que sólo se le ocurrió a don Martín mientras nos reuníamos.

Otro Yapuchiri, don Paulino Pari, aceptó inmediatamente la sugerencia de don Martín de hacer un experimento de cultivo intercalado. Don Paulino dijo que un surco de tarwi podría ser una barrera para la polilla, porque las plantas de tarwi son tóxicas para las polillas.

Este es el valor de la colaboración entre agricultores y científicos. Los agricultores se enteran de que los gusanos de sus papas han nacido de los huevos puestos por las polillas. Los agricultores prestan entonces más atención a las polillas y crean nuevas ideas para mantener las polillas fuera del campo de papas.

Los cultivos intercalados pueden ayudar o no a controlar la polilla, pero es una idea que los agricultores y los agrónomos pueden probar juntos.

Hace años, en Honduras, Keith Andrews, un entomólogo, me explicó por primera vez que los agricultores identifican a los insectos más por su comportamiento y ecología que por su morfología. Llevo muchos años comprobando que tenía razón.

Agradecimientos

Muchas gracias al Ing. Roly Cota, quien trabaja en PROSUCO, por llevarme a Iquicachi y convocar una reunión con los Yapuchiris, donde pudimos validad tres nuevas hojas volantes para agricultores sobre la polilla de la papa. Nuestro trabajo ha sido auspiciado por el Programa Colaborativo de Investigación sobre Cultivos (CCRP) de la Fundación McKnight.

Foto

Foto cortesía de Roly Cota.

Lectura adicional

Hay varios excelentes trabajos de investigación sobre la polilla de la papa. Por ejemplo, vea este artículo y los otros en las referencias citadas.

Olivier Dangles, Mario Herrera, Charlotte Mazoyer and Jean-François Silvain 2013 Temperature-dependent shifts in herbivore performance and interactions drive nonlinear changes in crop damages. Global Change Biology 19, 1056–1063, doi: 10.1111/gcb.12104.

Nombres científicos

Hay dos polillas de la papa nativas en Bolivia: Symmetrischema tangolias, y Phthorimaea operculella. Además, hay una polilla guatemalteca de la papa, Tecia solanivora, pero no ha sido reportada en Bolivia. Las tres polillas pertenecen a la familia Gelechiidae. Miden más o menos un centímetro, más o menos lo largo de su uña meñique. Muchos Gelechiidae atacan cereales almacenados, y es posible que le hayan sorprendido en su dispensa.

Video sobre el fascinante tarwi

Producir tarwi sin enfermedad

El mismo video, en el idioma aymara

Refugee farm August 29th, 2021 by

Vea la versión en español a continuación

It takes skill and knowledge to be a farmer. Hard work alone won’t always make you a farmer, as shown by an experiment in Bolivia in the early 1940s.

In 1938 and 1939, when most of the world’s countries were closing their borders to the victims of Nazism in Central Europe, Bolivian consulates were one of the few places where refugees could get a visa. Many were “agricultural visas,†and others were obtained by making extra payments to consular officials.

In Hotel Bolivia, Leo Spitzer tells the story of the thousands of people who found a safe haven in Bolivia. Spitzer is well placed to write the story. He is a professional historian, born in La Paz in 1939 to a family recently arrived from Austria. Although the refugees arrived penniless and traumatized, once in Bolivia they received some help from organizations like the American Jewish Joint Distribution Committee (JDC, based in New York), and from Mauricio (Moritz) Hochschild, a Jewish immigrant who had left his village near Frankfurt in the 1920s to become one of Bolivia’s three wealthy tin barons.

Hochschild was sensitive to what we would now call optics. He thought the German-speaking refugees were too visible in what were then Bolivia’s two big cities, La Paz and Cochabamba. Many refugees had opened small businesses. Spitzer’s own father, Eugen, ran a successful plumbing and electrical shop near the Plaza del Estudiante, in the heart of La Paz.

The tin baron feared that seeing so many recently arrived foreigners might spark anti-Semitism, especially since it was becoming something of a scandal that the consulates had demanded bribes. It turned out that Hochschild’s worries were exaggerated. The Bolivians were neither very welcoming, nor very hostile. They patronized the newcomers’ shops and allowed them to set up their own school, where children were taught in German.

Nevertheless, the concerned Hochschild convinced the JDC to buy three haciendas, some 1,000 hectares of mountainous land in a place called Charobamba, near the small town of Coroico, just 100 km from La Paz, but three thousand meters lower, down a narrow, winding, treacherous road.

The colony was called Buena Tierra (Good Land) and it got off to a good start in 1940. The settlers had a clinic, staffed with a refugee doctor and nurse. The settlers met often for social events, and they were organized. They received a stipend of about 1,000 bolivianos ($23, which was worth more in the 1940s). This bit of money allowed the would-be farmers to survive as they built themselves small adobe houses with cement floors and sheet metal roofs.

Unfortunately, few if any of the settlers had experience with agriculture or even with rural life. One year they were strolling down the avenues of Vienna, and the next year they were blasting a road with dynamite from Charobamba to Coroico.  Their guide for farming was an Italian-Argentine agronomist, Felipe Bonoli, who tried to repeat his success of leading an Italian colony on the temperate plains of Argentina, but the steep, tropical hillsides of Charobamba were another matter, and Bonoli soon left. A German agronomist, Otto Braun, fared no better and left in 1942 after a year after trying to teach the colonists to plant coffee and bananas, crops that Braun had no experience with. Finally, Tierra Buena hired two local farmers, Luis Solís and Luis Gamarra, and the colony did begin producing small amounts of citrus, coffee and bananas, but these are all perennial crops, and the settlers seem to have been frustrated that they took so long to bear fruit.

At the height of the experience, in 1943 there were 180 adult refugees living and working in Tierra Buena, and some hired laborers, Aymara-speaking people (some from the area, and others from Lake Titicaca). But as the World War II ended, most of the colonists returned to the city, applied for visas, and emigrated, mainly to the United States, Palestine, Chile and Brazil.

One colonist did stay. Hans Homburger lived in Tierra Buena until the farm was disbanded in 1960. By then it was being successfully farmed by the former laborers, who worked on the farm for two days a week in exchange for the right to use some of the land to grow their own crops. With their farming skills, and local knowledge, the former employees were able to make hard work pay off, and they harvested fruit and coffee to sell.

It takes more than hard work and enthusiasm to be a successful farmer. Farming takes skill and know-how, much of which must be local, and grounded in practice.

Further reading

Spitzer, Leo 2019 Hotel Bolivia: The Culture of Memory in a Refuge from Nazism. Plunkett Lake Press. (Especially Chapter 4).

UN REFUGIO AGRÃCOLA

Por Jeff Bentley, 22 de agosto del 2021}

Ser agricultor quiere habilidad y conocimiento. El trabajo duro por sí solo no siempre es suficiente, como demuestra un experimento hecho en Bolivia a principios de la década de 1940.

En 1938 y 1939, cuando la mayoría de los países del mundo cerraban sus fronteras a las víctimas del nazismo en Europa Central, los consulados bolivianos eran uno de los pocos lugares donde los refugiados podían obtener una visa. Muchas eran “visas agrícolas” y otras se obtuvieron con una coima al funcionario consular.

En Hotel Bolivia, Leo Spitzer cuenta la historia de los miles de personas que encontraron un refugio en Bolivia. Spitzer está bien situado para escribir esta historia. Es un historiador profesional, nacido en La Paz en 1939 en una familia recién llegada de Austria. Aunque los refugiados llegaron sin dinero y traumatizados, una vez en Bolivia recibieron cierta ayuda de organizaciones como el Comité Conjunto Judío Americano de Distribución (JDC, con sede en Nueva York), y de Mauricio (Moritz) Hochschild, un inmigrante judío que había dejado su pueblo cerca de Frankfurt en la década de 1920 para convertirse en uno de los tres ricos barones del estaño de Bolivia.

Hochschild era sensible a lo que ahora llamaríamos la óptica. Pensaba que los refugiados de habla alemana eran demasiado visibles en las dos grandes ciudades de Bolivia, La Paz y Cochabamba. Muchos refugiados habían abierto pequeños negocios. El propio padre de Spitzer, Eugen, tenía una exitosa tienda de plomería y electricidad cerca de la Plaza del Estudiante, en el corazón de La Paz.

El barón del estaño temía que la presencia de tantos extranjeros recién llegados pudiera desencadenar el antisemitismo, sobre todo porque se estaba convirtiendo en un escándalo el hecho de que los oficiales habían vendido las visas con un sobreprecio. Resultó que las preocupaciones de Hochschild eran exageradas. Los bolivianos no eran ni muy acogedores ni muy hostiles. Patrocinaron las tiendas de los recién llegados y les permitieron establecer su propia escuela, en la que se enseñaba a los niños en alemán.

Sin embargo, el preocupado Hochschild convenció al JDC para que comprara tres haciendas, unas mil hectáreas de tierra montañosa en un lugar llamado Charobamba, cerca de la pequeña ciudad de Coroico, a sólo 100 km de La Paz, pero tres mil metros más abajo, por una carretera estrecha, sinuosa y traicionera.

La colonia se llamó Tierra Buena y comenzó bien en el 1940. Los colonos tenían una clínica, atendida por un médico y una enfermera refugiados. Los colonos se reunían a menudo para celebrar actos sociales y estaban organizados. Recibían un estipendio de unos 1.000 bolivianos (23 dólares, que valían más en la década de 1940). Este dinero les permitía sobrevivir mientras construían pequeñas casas de adobe con pisos de cemento y techos de calamina corrugada.

Infelizmente, pocos o ninguno de los colonos tenían experiencia en la agricultura o incluso en la vida rural. Un año paseaban por las avenidas de Viena y al año siguiente construían una carretera a dinamitazos desde Charobamba hasta Coroico.  Su guía para la agricultura era un agrónomo italo-argentino, Felipe Bonoli, que intentó repetir su éxito al frente de una colonia italiana en las pampas templadas de Argentina, pero las empinadas laderas tropicales de Charobamba eran otra cosa, y Bonoli pronto se marchó. A un agrónomo alemán, Otto Braun, no le fue mejor y se fue en 1942 tras un año de intentar enseñar a los colonos a plantar café y plátanos, cultivos en los que Braun no tenía experiencia. Finalmente, Tierra Buena contrató a dos agricultores locales, Luis Solís y Luis Gamarra, y la colonia empezó a producir pequeñas cantidades de cítricos, café y plátanos, pero todos son cultivos perennes, y los colonos parecen haberse sentido frustrados porque tardaran tanto en dar fruto.

En su apogeo, en 1943 había 180 refugiados adultos viviendo y trabajando en Tierra Buena, y algunos trabajadores contratados, gente de habla aymara (algunos de la zona y otros del Lago Titicaca). Pero al terminar la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los colonos regresaron a la ciudad, solicitaron visados y emigraron, principalmente a Estados Unidos, Palestina, Chile y Brasil.

Un colono se quedó. Hans Homburger vivió en Buena Tierra hasta que la finca se disolvió en 1960. Para entonces, los antiguos jornaleros la explotaban con éxito, trabajando en la granja dos días a la semana a cambio del derecho a usar parte de la tierra para cultivar sus propios productos. Con sus habilidades agrícolas y sus conocimientos locales, los antiguos empleados consiguieron que el trabajo duro diera sus frutos, y cosecharon fruta y café para vender.

Se necesita algo más que trabajo duro y entusiasmo para ser un agricultor de éxito. La agricultura requiere destreza y conocimientos, muchos de los cuales deben ser locales y estar basados en la práctica.

Lectura adicional

Spitzer, Leo 2021 Hotel Bolivia: La Cultura de la Memoria en un Refugio del Nazismo. La Paz: Plural Editores. (Especialmente el Capítulo 4).

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