Vea la versión en español a continuación
I admit that I once took a dim view of bokashi, a hand-crafted organic fertilizer made from barnyard manure and some store-bought materials, like molasses, bran, yeast, or even yoghurt (recipes vary). It takes work to make it, because it has to be stirred every day or two. I once wrote about a bokashi factory I saw in Nepal that impressed me, because I thought it might be easier for busy farmers to buy bokashi, and skip all the work of mixing it.
But this past February I met an innovative farmer, Héctor Casa, in TunicuchÃ, in the Andes of central Ecuador. Don Héctor does not have a lot of time or money, but he is able to use bokashi on his small, mixed farm of pigs, guinea pigs, potatoes and vegetables. He graciously took time off from his job in a plywood factory to let Marcella and Paul film him for a video on seed potatoes.
Don Héctor starts his bokashi by making compost from his animals’ manure. He adds soil, rice husks, rock phosphate, lime, molasses and whey. He also adds microorganisms: a water solution that includes a few handfuls of forest soil. For good measure he puts in some biol, a fermented, liquified manure which is also rich in beneficial germs.
I watched as don Héctor deftly stirred each ingredient one at a time into a pile, shoveling it all over again with each addition, thoroughly blending it. It’s hard work, but he makes it look easy. But when he turned over a large, plastic sheet, I realized he had a second pile, with about five tons of finished bokashi. I’ve rarely seen that much of the stuff in one place, because it is requires some patience to make, and some store-bought materials.
Don Héctor had made his five tons of bokashi over two weeks, shoveling it over thoroughly every day, but now his work was about to pay off. It was ready to take to the field, and he was pleased that his bokashi was more than fertilizer; it would also protect his crops from pests and diseases. He explained that the good microbes he cultured in the bokashi would help to control potato diseases. “The microorganisms eat the bad fungi. They eliminate them.â€
Then don Héctor took us to see his potato crop, not a garden, but a commercial field of healthy potatoes. These are some of the few potatoes grown in an environmentally-friendly way in the whole of highland Ecuador, where chemical fertilizer is commonly used along with fungicides and insecticides.
Don Héctor does use bokashi to keep the soil fertile. But bokashi also acts as a fungicide of sorts, as it adds good microbes to the earth, which help to keep down soil-borne diseases.
Bokashi alone would not be enough to keep pests and diseases away. To manage the Andean potato weevil and the potato tuber moth, don Héctor hills up the potatoes. Three times per season he and his helpers heap soil up around the base of each potato plant. The third time, they pile the soil really high, just as the potatoes are flowering and the plants have reached their full height.
“The tuber moth lays its eggs at the base of the potato plant, and when the worms hatch, they move down into the potato,†don Héctor explains. “By hilling up lots of soil I make a barrier that protects the potatoes from the moths and its worms.†As an added advantage, the extra soil around each potato plant gives the tubers room to grow. They can’t develop unless they are blanketed in soft earth.
We visited don Héctor with Ecuadorian seed researcher Israel Navarrete, who was especially taken by rows of maize that Héctor had planted around his crop. Don Héctor said that the rows of corn formed a barrier that kept disease out of the potato crop. Israel called it positive deviance: “being odd, but in a good way.â€
The idea may be odd, but it also seemed to be working. We saw that the neighboring fields were not doing as well as this healthy one. One neighbor sprayed insecticide on his potatoes, and the leaves were damaged by the potato tuber moth, while don Héctor’s crop had little visible insect damage. Other nearby potato plants were stunted by herbicides, where farmers tried to spray to avoid the work of weeding and hilling up their crop. Don Héctor’s organic potato plants were larger, and a healthy green.
I used to doubt the value of bokashi, because I saw it as fertilizer, expensive and tedious to make. But in reality, bokashi also acts as a fungicide, replenishing some of the good microorganisms that conventional agriculture kills. Innovative farmers combine bokashi with other techniques, like carefully hilling up the potatoes, and encircling them with a protective crop of maize. This integrated approach seems to be working, and is worthy of formal study by researchers.
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Encouraging microorganisms that improve the soil
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Good microbes for plants and soil
Healthier crops with good micro-organisms
Acknowledgements
Thanks to Ing. Victoria López (Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias—INIAP), and Ing. Nancy Panchi and Dr. Israel Navarrete (both of the International Potato Center—CIP) for introducing us to innovative potato farmers in Cotopaxi, Ecuador. Victoria, Israel and Paul Van Mele read a previous version and made valuable comments
BOKASHI ES MÃS QUE FERTILIZANTE
Jeff Bentley, 3 de abril del 2022
Yo antes veÃa con escepticismo al bokashi, un abono orgánico hecho a mano con estiércol y algunos materiales comprados en la tienda, como melaza, salvado, levadura o incluso yogurt (las recetas varÃan). También requiere trabajo, porque hay que removerlo cada dÃa o dos. Una vez escribà sobre una fábrica de bokashi que vi en Nepal y que me impresionó, porque pensé que serÃa más fácil para los atareados agricultores comprar bokashi y evitar el trabajo de mezclarlo.
Pero el pasado febrero conocà a un agricultor innovador, Héctor Casa, en TanicuchÃ, en los Andes centrales de Ecuador. Don Héctor no tiene mucho tiempo ni dinero, pero logra usar el bokashi en su pequeña granja mixta de cerdos, cuyes, papas y verduras. Él amablemente tomó un tiempo libre de su trabajo en una fábrica de madera para dejar que Marcella y Paul le filmaran para un video sobre la semilla de papa.
Don Héctor empieza su bokashi haciendo compost con el estiércol de sus animales. Añade suelo, cáscara de arroz, fosfato de roca, cal, melaza y suero. También añade microorganismos: una solución de agua con unos puñados de tierra del bosque. Además, agrega un poco de biol, un estiércol fermentado y licuado que también es rico en microbios beneficiosos.
Observé cómo don Héctor revolvÃa hábilmente cada ingrediente, de uno en uno, en un montón, removiéndolo todo de nuevo con cada adición, mezclándolo completamente. Es un trabajo duro, pero él lo hace parecer fácil. Me sorprendió que, al destapar un bulto que habÃa tapado con un toldo de plástico, tenÃa unas cinco toneladas más de bokashi terminado. Rara vez he visto tanto, porque hacerlo requiere cierta paciencia y algunos materiales comprados en la tienda.
Don Héctor habÃa hecho sus cinco toneladas de bokashi durante dos semanas, moviéndolo cada dÃa, pero ahora su trabajo estaba a punto de dar sus frutos. Estaba listo para llevarlo al campo, y se alegró de que su bokashi fuera más que un fertilizante: también protegerÃa sus cultivos de las plagas y enfermedades. Explicó que los microbios buenos que cultivó en el bokashi ayudarÃan a controlar las enfermedades de la papa. “Los microorganismos se comen los hongos malos. Los eliminan”.
Luego don Héctor nos llevó a ver su cultivo de papas, no un huerto, sino un campo comercial de papas sanas. Estas son algunas de las pocas papas que se cultivan de manera amigable con la naturaleza en todo el altiplano ecuatoriano, donde suelen usar fertilizantes quÃmicos junto con fungicidas e insecticidas.
Don Héctor sà usa el bokashi para mantener la fertilidad del suelo. Pero el bokashi también actúa como una especie de fungicida, ya que añade microbios buenos a la tierra, que ayudan a evitar las enfermedades transmitidas por el suelo.
El bokashi solito no es suficiente para evitar las plagas y enfermedades. Para controlar el gorgojo de los Andes y la polilla de la papa, don Héctor aporca las papas. Tres veces por campaña, él y sus ayudantes aporcan suelo alrededor de la base de cada planta de papa. La tercera vez, amontonan la tierra muy alta, justo cuando las papas están floreciendo y las plantas han alcanzado su máxima altura.
“La polilla de la papa pone sus huevos en la base de la planta de la papa, y cuando los gusanos nacen del huevo, bajan a la papa”, explica don Héctor. “Al poner mucha tierra hago una barrera que protege a las papas de la polilla y sus gusanos”. Como ventaja adicional, la tierra extra alrededor de cada planta de papa da a los tubérculos espacio para crecer. No pueden desarrollarse si no están cubiertos de tierra blanda.
Visitamos a don Héctor con el investigador ecuatoriano en semillas Israel Navarrete, a quien le llamaron especialmente la atención las hileras de maÃz que Héctor habÃa plantado alrededor de su cultivo. Don Héctor dijo que las hileras de maÃz formaban una barrera que mantenÃa las enfermedades fuera del cultivo de papas. Israel lo llamó desviación positiva: “ser raro, pero en el buen sentido”.
La idea podrÃa parecer extraña, pero por lo visto, funcionaba. Vimos que a los campos vecinos no les iba tan bien como a este sano. Un vecino fumigó sus papas con insecticida y las hojas fueron dañadas por la polilla de la papa, a diferencia del cultivo de don Héctor. Otras plantas de papa cercanas están marchitadas por los herbicidas, donde los agricultores intentaron fumigar para evitar el trabajo de deshierbar y aporcar su cultivo. A cambio las plantas de don Héctor eran grandes y un verde exuberante.
Yo antes dudaba del valor del bokashi, porque lo veÃa como un fertilizante, que costaba trabajo y dinero. Pero en realidad, el bokashi también actúa como fungicida, reponiendo algunos de los microorganismos buenos que la agricultura convencional mata. Los agricultores innovadores combinan el bokashi con otras técnicas, como aporcar cuidadosamente las papas y rodearlas de un cultivo protector de maÃz. Este enfoque integrado parece funcionar, y merece ser estudiado formalmente por los investigadores.
También del blog de Agro-Insight
Fomentando microorganismos que mejoran el suelo
Manteniendo la semilla sana en Ecuador
Videos de interés
Buenos microbios para plantas y suelo
Healthier crops with good micro-organisms
Agradecimientos
Gracias a la Ing. Victoria López (Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias-INIAP), y a la Ing. Nancy Panchi y al Dr. Israel Navarrete (ambos del Centro Internacional de la Papa-CIP) por presentarnos a los innovadores productores de papa de Cotopaxi, Ecuador. Victoria, Israel y Paul Van Mele leyeron una versión previa e hicieron comentarios valiosos.
Vea la versión en español a continuación
People who speak different dialects of the same language can understand each other. Unlike different languages, the dialects of those tongues are “mutually intelligible.†Americans and the British understand each other (almost always), because the US and the UK speak dialects of the same English language.
However, it’s complicated, as David Shariatmadari explains. Shariatmadari, non-fiction books editor at the Guardian, starts with the old joke: a language is a dialect with an army. The classic example is Danish, Norwegian and Swedish, which are all fairly similar, but for political reasons and national pride their governments use the schools and the media to maintain the uniqueness of these languages, which are often mutually intelligible.
Arabic is an example in the other direction. Spoken in some 20 countries with important differences between each nation, the Arab countries consider themselves speakers of one language, based on a shared tradition in classical Arabic literature, and other ties.
Shariatmadari doesn’t mention Quechua, a native language still spoken in the Andes, in Ecuador, Peru and Bolivia. Once the language of the Inca Empire, Quechua has lacked its own national army since the Spanish Conquest. Even so, sixteenth century Spanish clergy encouraged the Quechua language, because it was already widely spoken, and could be used for missionary work. When the Jesuits arrived in the Andes in the 16th century, they quickly learned Quechua, published a dictionary of the language and began teaching it in their universities.
After the Spanish-American wars of independence (1810-1825), the new republican governments largely dismissed Quechua, ignoring it in schools and discouraging anyone from writing it.
Quechua is now enjoying a comeback of sorts in Bolivia, Peru and Ecuador. For example, it is being taught in some schools. Google is available in Quechua, and there are articles in Wikipedia in Quechua (look for “Runa Simiâ€). Opinion is divided on whether Quechua is one language with different dialects or if it has evolved to be separate, closely related languages. The Bolivian government insists that Quechua is one language. In Ecuador, “Quechua†is called “Kichwa,†to emphasize that it is a language in its own right, and not a dialect of Quechua.
With Paul and Marcella, from Agro-Insight, we visited the province of Cotopaxi, in the Andes of Ecuador, Where the agronomists Diego Mina and Mayra Coro study the lupin bean with several communities. Diego and Mayra took us to a Kichwa-speaking community, Cuturivà Chico, where we got a chance to find out if the local people understood the Quechua version of our video on lupines. During a meeting with the community, Diego and Mayra invited them to watch the video, explaining that it had been filmed in Bolivia.
As the Quechua version of the video played, I watched the audience for their reaction. They smiled in appreciation. After all, videos in Quechua or Kichwa are rare. The farmers were absorbed in the 15-minute video all the way to the end.
Afterwards, Diego asked if they understood it. One person said he understood half. Another said “More than half, maybe 60%.†Then Diego asked the crucial question, “What was the video about?â€
The villagers neatly summarized the video. Diseases of the lupin bean could be controlled by selecting the healthiest grains as seed, and burying the sick ones. But the video had also sparked their imaginations. One said that in a previous experience they had learned to sort healthy seed potatoes, and now that they had seen the same idea with lupin beans, they wondered if the seed of broad beans could also be sorted, to produce a healthier crop.
Diego still felt that the farmers hadn’t quite understood the video, so he showed the Spanish version. But this time, the reaction was muted. People watched politely, but they seemed a bit bored and at the end there was no new discussion.
Language and dialect are valid concepts, but “mutual intelligibility†can be influenced by visual communication, enunciation, and motivation. For example in this video, carefully edited images showed people separating healthy and diseased lupin beans, which may have helped the audience to understand the main idea, even if some of the words were unfamiliar.
Clarity of the speech also counts; this video was narrated by professional broadcasters who spoke Quechua as their native language, so it was well enunciated. Motivation also matters; if a topic is of interest, people will strain to understand it. Lupin beans are widely grown in Cuturivà Chico, and these farmers really wanted to know about managing the crop’s diseases.
Whether Ecuadorian Kichwa and Bolivian Quechua are separate languages or dialects of the same tongue is still up for debate among linguists. Fortunately, people also communicate visually (for example, with excellent photography); they understand more if the words are carefully and distinctly pronounced, and if the listeners are motivated by a topic that interests them.
Watch the video
You can see the video, Growing lupin without disease, in Quechua, Spanish, and English (besides other languages).
Further reading
Shariatmadari, David 2019 Don’t Believe a Word: The Surprising Truth about Language. London: Weidenfeld and Nicolson.
Note on names
The lupine bean (Lupinus mutabilis) is called chocho in Ecuador, and tarwi in Bolivia.
Acknowledgements
Thanks to Diego Mina and Mayra Coro for introducing us the farmers in Cotopaxi, and for sharing their knowledge with us. Thanks also to Mayra and Diego, and to Eric Boa and Paul Van Mele for their valuable comments on a previous version of this blog. Diego and Mayra work for IRD (Institut de Recherche pour le Développement) with the AMIGO project. Our work was funded by the McKnight Foundation’s Collaborative Crop Research Program (CCRP).
Photos
Photos by Paul Van Mele and Jeff Bentley. Map from Wikimedia Commons
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Quechua_(with_country_names).svg.
¿IDIOMA O DIALECT? ES COMPLICADO
Jeff Bentley, 13 de marzo del 2021
Cuando la gente habla diferentes dialectos de una misma lengua, se entiende. A diferencia de los idiomas distintos, los dialectos de esas lenguas son “mutuamente inteligibles”. Los estadounidenses y los británicos se entienden (casi siempre), porque los Estados Unidos y el Reino Unido hablan dialectos de la misma lengua inglesa.
Sin embargo, es complicado, como explica David Shariatmadari, editor de libros de no ficción en The Guardian. Él comienza con el viejo chiste: un idioma es un dialecto con un ejército. El ejemplo clásico es el danés, el noruego y el sueco, que son bastante similares, pero por razones polÃticas y de orgullo nacional sus gobiernos usan las escuelas y los medios de comunicación para mantener cierta separación entre estas lenguas, que a menudo son mutuamente inteligibles.
El árabe es un ejemplo en la otra dirección. Hablado con importantes diferencias en una veintena de paÃses, los paÃses árabes se consideran hablantes de una sola lengua, basándose en su tradición compartida de la literatura árabe clásica, entre otras cosas.
Shariatmadari no menciona el quechua, una lengua nativa que todavÃa se habla en los Andes, en el Ecuador, Perú y Bolivia. El quechua, que fue la lengua del Imperio Inca, no ha tenido un ejército propio desde la conquista española. Pero los sacerdotes españoles del siglo XVI fomentaron la lengua quechua, porque ya mucha gente la hablaba, y era útil para la labor misionera. Cuando los jesuitas llegaron a los Andes en el siglo XVI, aprendieron rápidamente el quechua, publicaron un diccionario de la lengua y comenzaron a enseñarla en sus universidades.
Después de las guerras de independencia hispanoamericanas (1810-1825), los nuevos gobiernos republicanos desprestigiaron en gran medida el quechua, ignorándolo en las escuelas y fueron olvidando su escritura.
En la actualidad, el quechua está resurgiendo un poco en Bolivia, Perú y Ecuador. Por ejemplo, en algunos colegios lo están enseñando. Google está disponible en quechua, y Wikipedia tiene artÃculos en quechua (busque “Runa Simiâ€). Algunos discuten si el quechua es una lengua con varios dialectos o si son varios idiomas estrechamente relacionados. El gobierno boliviano insiste en que el quechua es una sola lengua. En Ecuador, el “quechua” se llama “kichwa”, para subrayar que es una lengua propia y no un dialecto del quechua.
Con Paul y Marcella, de Agro-Insight, visitamos la provincia de Cotopaxi, en los Andes del Ecuador, donde trabajan los ingenieros agrónomos Diego Mina y Mayra Coro, quienes investigan el chocho (lupino) con algunas comunidades. Diego y Mayra nos llevaron a una comunidad kichwa-hablante, Cuturivà Chico, donde pudimos averiguar si la gente local entenderÃa la versión de nuestro video en quechua sobre lupino o tarwi. Durante una reunión con la comunidad, Diego y Mayra les pidieron que observen el video explicándoles que se habÃa filmado en Bolivia.
Mientras se reproducÃa la versión quechua del video, observé la reacción del público. Sonrieron del puro gusto de ver el video. Después de todo, hay pocos videos en quechua o kichwa. Los campesinos estuvieron bien metidos en el video de 15 minutos hasta el final.
Después, Diego les preguntó si lo habÃan entendido. Uno de ellos dijo que habÃa entendido la mitad. Otro dijo: “Más de la mitad, quizá el 60%”. Entonces Diego hizo la pregunta crucial: “¿De qué trataba el video?”.
Resumieron claramente el video. Las enfermedades del lupino podÃan controlarse seleccionando los granos más sanos como semilla y enterrando los enfermos. Pero el video también habÃa despertado su imaginación. Uno de ellos dijo que en una experiencia anterior habÃan aprendido a clasificar semilla sana de papa, y ahora que habÃan visto la misma idea con el lupino, se preguntaban si la semilla de las habas también podrÃa clasificarse, para producir una cosecha más sana.
Diego aún dudaba si los agricultores habÃan entendido bien el video, asà que les mostró la versión en español. Esta vez la reacción fue más silenciosa. La gente parecÃa un poco aburrida, y al final no hubo ninguna nueva discusión.
La diferencia entre idioma y dialecto es real, pero la “inteligibilidad mutua” a menudo se influye por la comunicación visual, la pronunciación clara, y la motivación. Por ejemplo, en este video, las imágenes cuidadosamente editadas mostraban a personas que separaban los granos de lupino sanos de los enfermos, lo que puede haber ayudado a la audiencia a entender la idea principal, aunque desconocÃan algunas de las palabras.
La claridad del discurso también cuenta; este video fue narrado por locutores profesionales que hablaban quechua como lengua materna, por lo que estaba bien enunciado. La motivación también importa; si un tema es de interés, la gente se esfuerza por entenderlo. Los lupinos se cultivan ampliamente en Cuturivà Chico, y estos agricultores realmente querÃan saber cómo manejar las enfermedades del cultivo.
Si el kichwa ecuatoriano y el quechua boliviano son distintos idiomas o dialectos de una sola lengua es algo que los lingüistas todavÃa pueden discutir. Afortunadamente, las personas también se comunican visualmente (por ejemplo, con una excelente fotografÃa); entienden mejor si las palabras se pronuncian con cuidado y nitidez, y si los oyentes están motivados por un tema que les interesa.
Para ver el video
Puede ver el video, Producir tarwi sin enfermedad, en quechua, español, e inglés (además de otros idiomas).
Lectura adicional
Shariatmadari, David 2019 Don’t Believe a Word: The Surprising Truth about Language. Londres: Weidenfeld and Nicolson.
Una nota sobre los nombres
El lupino (Lupinus mutabilis) se llama chocho en el Ecuador, y tarwi en Bolivia.
Agradecimientos
Gracias a Diego Mina y Mayra Coro por presentarnos a la gente de Cotopaxi, y por compartir su conocimiento con nosotros. Gracias a Mayra y Diego, y a Eric Boa y Paul VAn Mele por sus valiosos comentarios sobre una versión previa de este blog. Diego y Mayra trabajan para IRD (Institut de Recherche pour le Développement), con el proyecto AMIGO. Nuestro trabajo fue financiado por Programa Colaborativo de Investigación de Cultivos (CCRP) de la Fundación McKnight.
Fotos
Fotos por Paul Van Mele y Jeff Bentley. Mapa de Wikimedia Commons
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Quechua_(with_country_names).svg.
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Agricultural scientists have long concluded that the seed of some crops degenerates steadily with each planting. This is especially true for crops that are planted vegetatively, for example through cuttings or tubers, like the potato. Degeneration is the buildup of pests and diseases, passed one from one generation to the next in vegetative seed, slowly lowering the crop’s yield.
A recent, long-term study by Ecuadorian plant scientist, Israel Navarrete, was able to reconfirm this, but only in experiments, not in farmers’ fields. In experimental plots at different altitudes in the high Andes, potatoes originally planted from certified (healthy) seed acquired more viruses and other pathogens every year, for three years.
However, Navarrete found no evidence of seed degeneration on Ecuadorian farms. He surveyed 260 households, to collect information on how they grew potatoes. A typical survey stops there, but Navarrete also collected a seed sample from each family. Later, in the laboratory, he diagnosed these seed potatoes for pests and diseases.
Counter to conventional wisdom, Navarrete found that farmers’ seed was not degenerating. Potatoes grown on the same farm for over ten years were as healthy as those cultivated only recently. The reason, Navarrete explains, is that farmers have their own methods for keeping seed healthy. For example, farmers in Ecuador often select seed, searching through the piles of tubers, picking out the best ones. They also store seed until it sprouts, which seems to improve its health. Other farmers stored seed in bags or applied fertilizer. From his survey, some 36 local practices were identified that influenced seed health.
The farmers themselves knew they were doing something right. Only 16%, said that degeneration was a problem for them, although they were aware of it. When seed degenerates, Ecuadorian farmers say that it has become “tired.†Then they replace it.
Of course, not all local habits make for healthy seed. When potato prices soar, farmers are often tempted to sell as much as possible, even some of the tubers that would make good seed.
Navarrete encourages other agricultural scientists to learn about seed health from farmers. Later, scientists can recommend helpful new ideas to the farm families. Navarrete and colleagues have a few such suggestions, such as encouraging farmers to grow a small, special field as a seed lot, where the healthiest plants can be saved as the mothers of next year’s seed.
This study shows the limits of the experimental method, which looks at one variable at a time. The real world of farming is messy. Seed may degenerate in a carefully controlled experiment, but not so much in the field, because farmers manage it. Researchers may be keen to show how seed degenerates, while farmers are working to avoid it.
Further reading
Navarrete, Israel 2021 Seed Degeneration of Potato in the Tropical Highlands of Ecuador. Ph.D. thesis. Wageningen University, The Netherlands. 234 pp.
Related Agro-Insight blog
Video of interest
Using sawdust to store potatoes
Acknowledgements
Israel Navarrete works at the International Potato Center (CIP). This research recently earned him a Ph.D. at Wageningen University, in The Netherlands.
MANTENIENDO LA SEMILLA SANA EN ECUADOR
Jeff Bentley 2 de enero del 2022
Hace rato los cientÃficos agrÃcolas han concluido que la semilla de algunos cultivos degenera cada vez que se siembra, especialmente los cultivos que se siembran vegetativamente, por ejemplo mediante esquejes o tubérculos, como la papa. La degeneración es la acumulación de plagas y enfermedades, que se transmiten de una generación a otra en la semilla vegetativa, reduciendo lentamente el rendimiento del cultivo.
Un reciente estudio a largo plazo realizado por el cientÃfico de plantas ecuatoriano, Israel Navarrete, logró reconfirmar esto, pero sólo en experimentos, pero no en los campos de los agricultores. En parcelas experimentales a diferentes alturas en los altos Andes, las papas sembradas originalmente con semilla certificada (sana) adquirieron más virus y otros patógenos cada año, durante tres años.
Sin embargo, Navarrete no encontró pruebas de degeneración de las semilla en las granjas ecuatorianas. Encuestó a 260 hogares para recoger información sobre cómo cultivaban las papas. Las encuestas no suelen hacer nada más para reconfirmar los datos, pero Navarrete también recogió una muestra de semillas de cada familia. Más tarde, en el laboratorio, diagnosticó esta papa semilla en busca de plagas y enfermedades.
En contra de la opinión generalizada, Navarrete descubrió que las semillas de los agricultores no se degeneraban. Las papas cultivadas en la misma granja durante más de diez años estaban tan sanas como las cultivadas recientemente. La razón, explica Navarrete, es que los agricultores tienen sus propios métodos para mantener las semillas sanas. Por ejemplo, los agricultores de Ecuador suelen seleccionar las semillas, buscando entre los montones de tubérculos, escogiendo los mejores. También almacenan las semillas hasta que brotan, lo que parece mejorar su salud. Otros agricultores almacenan las semillas en sacos o aplican fertilizantes. A partir de su encuesta, se identificaron unas 36 prácticas locales que influÃan en la salud de las semillas.
Los mismos agricultores sabÃan que estaban haciendo algo bien. Sólo el 16% dijo que la degeneración era un problema para ellos, aunque eran conscientes de ello. Cuando la semilla se degenera, los agricultores ecuatorianos dicen que se ha “cansado”. Entonces la reemplazan.
Por supuesto, no todas las costumbres locales hacen que la semilla sea sana. Cuando los precios de la papa se disparan, algunos agricultores no pueden resistir la tentación y venden todo lo posible, incluso algunos de los tubérculos que serÃan buena semilla.
Navarrete anima a otros cientÃficos agrÃcolas a aprender de los agricultores sobre la salud de las semillas. Posteriormente, los cientÃficos pueden recomendar nuevas ideas útiles a las familias de agricultores. Navarrete y sus colegas tienen algunas sugerencias de este tipo, como animar a los agricultores a cultivar un pequeño campo especial como lote de semillas, donde las plantas más sanas puedan guardarse como madres de las semillas del año siguiente.
Este estudio muestra los lÃmites del método experimental, que analiza una variable cada vez. El mundo real de la agricultura es desordenado. Las semillas pueden degenerar en un experimento cuidadosamente controlado, pero no tanto en el campo, porque los agricultores las gestionan. Los investigadores pueden estar interesados en mostrar cómo degenera la semilla, mientras que los agricultores trabajan para evitarlo.
Lectura adicional
Navarrete, Israel 2021 Seed Degeneration of Potato in the Tropical Highlands of Ecuador. Ph.D. thesis. Wageningen University, The Netherlands. 234 pp.
Anteriormente en el blog de Agro-Insight
Video sobre la papa
Agradecimientos
Israel Navarrete trabaja en el Centro Internacional de la Papa (CIP). Presentó esta investigación para obtener su doctorado en la Universidad de Wageningen, en los PaÃses Bajos.
Vea la versión en español a continuación
In June I wrote a story about a virtual meeting with some farmers in Iquicachi, on the shores of Lake Titicaca (Zoom to Titicaca), where they discussed how to manage what was (for them) a new pest: the potato tuber moth. Later, several people wrote to me to say that they hoped these farmers could solve their problem. So I’m writing an update.
I went to Lake Titicaca on 16 November to meet the farmers in person, and they’re doing well.
The agronomists they work with taught them to use ground chalk from a building supply shop to coat the seed potatoes. The chalk discourages the tiny larva of the moth from burrowing into the potato. This and some other techniques are helping to keep the tuber moth down.
At our recent meeting, I was impressed (as I often am) how scientists and farmers have different ways of seeing the world. There’s nothing mystical about his. It’s because they use different methods of observation.
An entomologist sees an insect by killing some specimens and looking at them under the microscope. It is an excellent way to see the details of nature that cannot be readily seen with the naked eye. For example, one of the three species of tuber moths has triangular markings on its wings.
But the farmers of Titicaca were less interested in comparing each species of moth, and more intent on comparing them to another pest, one they have had for ages: the Andean potato weevil.
These Yapuchiris (expert farmers) and their neighbors noticed that the moths’ larvae are much smaller than the worms that hatch from weevil eggs. Second, the weevil only eats a part of the tuber, while the larvae of the moth “have no respect for the potato†and destroy the whole thing. Third, the weevil can’t fly, but the moth “flies in jumps†(it takes short flights).
In all fairness, entomologists have also noticed these behaviors, and the Yapuchiris have recently observed that one species of moth is darker than the other. But the farmers emphasize behavior more, and have their own rhetoric for discussing it (e.g. as jumping). Note that this is not ancestral knowledge, because this pest is new on the Altiplano. These Yapuchiris only noticed the moth 10 years ago, and they have been observing it since then. The farmers learn about insects while farming and processing food. They watch while they work. They don’t set up lab experiments.
The Yapuchiris have strengthened their observations by interacting with agronomists. In this case the extensionists explained that the moths are the adults of the worms, so the farmers then began to pay more attention to the moths.
These improved observations have paid off.
While I was in Iquicachi, one of the Yapuchiris, MartÃn Condori, suggested that since the tuber moth does not fly very far, it could be kept out of potatoes by planting a row of broad beans or lupin beans between every three rows of potatoes. It’s a new idea, that only occurred to don MartÃn while we were meeting.
His fellow Yapuchiri, Paulino Pari, immediately warmed to don MartÃn’s suggestion for an intercropping experiment. Don Paulino said that a row of lupin beans might help to stop the moth from spreading into the potatoes, because the lupin plants are toxic to the moths.
This is the value of farmer-scientist collaboration. The farmers learn that the worms in their potatoes have hatched from the eggs laid by moths. Farmers then pay more attention to the moths, and create new ideas for keeping the moths out of the potato field.
Intercropping may or may not help to manage the moth, but it is an idea that farmers and agronomists can try together.
Years ago in Honduras, Keith Andrews, an entomologist, first told me that farmers identify insects more by their behavior and ecology than by their morphology. I’ve spent many years noticing that he was right.
Acknowledgements
A special thanks to Ing. Roly Cota, who works at PROSUCO, for taking me to Iquicachi and introducing me to the Yapuchiris, so we could validate three new fact sheets for farmers on the potato tuber moth. Our work was supported by the  Collaborative Crop Research Program (CCRP) of the McKnight Foundation.
Photo credit
Photo courtesy of Roly Cota.
Further reading
There is some excellent research on the potato tuber moth. For example, see this paper and references cited.
Olivier Dangles, Mario Herrera, Charlotte Mazoyer and Jean-François Silvain 2013 Temperature-dependent shifts in herbivore performance and interactions drive nonlinear changes in crop damages. Global Change Biology 19, 1056–1063, doi: 10.1111/gcb.12104.
Scientific names
There are two native tuber moths in Bolivia: Symmetrischema tangolias, and Phthorimaea operculella. There is also a Guatemalan tuber moth, Tecia solanivora, but it has not been reported in Bolivia. All three of these moths belong to the Gelechiidae family. They are about a centimeter long, about as long as your smallest fingernail. Many Gelechiidae attack stored cereal products, and so you may have been alarmed to find them in your cupboard.
Video on the fascinating lupin bean
APRENDIENDO CON OTROS OJOS
Por Jeff Bentley, 21 de noviembre del 2021
En junio escribà un relato sobre una reunión virtual con los agricultores de Iquicachi, a orillas del lago Titicaca (Zoom al Titicaca), en la que se discutÃa cómo gestionar lo que era (para ellos) una nueva plaga: la polilla de la papa. Más tarde, varias personas me escribieron para decirme que esperaban que estos agricultores pudieran resolver su problema. Asà que escribo una actualización.
El 16 de noviembre fui al Lago Titicaca para conocer a los agricultores en persona, y están bien.
Los agrónomos con los que trabajan les enseñaron a usar tiza molida de una tienda de materiales de construcción para recubrir la papa semilla. La tiza no deja que la pequeña larva de la polilla penetre a la papa. Esta y otras técnicas están ayudando a reducir la polilla de la papa.
En esta última reunión, me impresionó (como en muchas veces) cómo los cientÃficos y los agricultores tienen formas diferentes de ver el mundo. No tiene nada de mÃstico. Es porque usan distinto métodos de observación.
Un entomólogo observa un insecto al matar algunos ejemplares y mirándolos al microscopio. Es una forma excelente de ver los detalles que no se pueden ver fácilmente a simple vista. Por ejemplo, una de las tres especies de polillas de la papa tiene marcas triangulares en las alas.
Pero los campesinos del Titicaca estaban menos interesados en comparar cada especie de polilla, y más en compararlas con otra plaga, una que tienen desde hace mucho tiempo: el gorgojo de los Andes.
Estos Yapuchiris (agricultores expertos) y sus vecinos se dieron cuenta de que las larvas de las polillas son mucho más pequeñas que los gusanos que nacen de los huevos del gorgojo. En segundo lugar, el gorgojo sólo se come una parte del tubérculo, mientras que las larvas de la polilla “no respetan la papa” y la destruyen completamente. En tercer lugar, el gorgojo no puede volar, pero la polilla “vuela a saltos” (have vuelos cortos).
En realidad, los entomólogos también se han dado cuenta de estos comportamientos, y los Yapuchiris han observado recientemente que una especie de polilla es más oscura que la otra. Pero los campesinos enfatizan más el comportamiento, y tienen su propia retórica para discutirlo (los saltos, por ejemplo). FÃjese que no se trata de un conocimiento ancestral, porque esta plaga es nueva en el Altiplano. Estos Yapuchiris sólo se dieron cuenta de la polilla hace 10 años, y desde entonces la observan. Los campesinos aprenden sobre los insectos mientras cultivan y procesan los alimentos. Observan mientras trabajan. No hacen experimentos de laboratorio.
Los Yapuchiris han reforzado sus observaciones interactuando con los agrónomos. En este caso, los extensionistas les explicaron que las polillas son los adultos de los gusanos, por lo que los agricultores comenzaron a prestar más atención a las polillas.
Estas observaciones mejoradas han dado sus frutos.
Durante mi visita a Iquicachi, uno de los Yapuchiris, MartÃn Condori, sugirió que, como la polilla de la papa no vuela muy lejos, se podrÃa sembrar un surco de tarwi (lupino) entre cada tres surcos de papa, para que no entre la polilla. Es una idea nueva, que sólo se le ocurrió a don MartÃn mientras nos reunÃamos.
Otro Yapuchiri, don Paulino Pari, aceptó inmediatamente la sugerencia de don MartÃn de hacer un experimento de cultivo intercalado. Don Paulino dijo que un surco de tarwi podrÃa ser una barrera para la polilla, porque las plantas de tarwi son tóxicas para las polillas.
Este es el valor de la colaboración entre agricultores y cientÃficos. Los agricultores se enteran de que los gusanos de sus papas han nacido de los huevos puestos por las polillas. Los agricultores prestan entonces más atención a las polillas y crean nuevas ideas para mantener las polillas fuera del campo de papas.
Los cultivos intercalados pueden ayudar o no a controlar la polilla, pero es una idea que los agricultores y los agrónomos pueden probar juntos.
Hace años, en Honduras, Keith Andrews, un entomólogo, me explicó por primera vez que los agricultores identifican a los insectos más por su comportamiento y ecologÃa que por su morfologÃa. Llevo muchos años comprobando que tenÃa razón.
Agradecimientos
Muchas gracias al Ing. Roly Cota, quien trabaja en PROSUCO, por llevarme a Iquicachi y convocar una reunión con los Yapuchiris, donde pudimos validad tres nuevas hojas volantes para agricultores sobre la polilla de la papa. Nuestro trabajo ha sido auspiciado por el Programa Colaborativo de Investigación sobre Cultivos (CCRP) de la Fundación McKnight.
Foto
Foto cortesÃa de Roly Cota.
Lectura adicional
Hay varios excelentes trabajos de investigación sobre la polilla de la papa. Por ejemplo, vea este artÃculo y los otros en las referencias citadas.
Olivier Dangles, Mario Herrera, Charlotte Mazoyer and Jean-François Silvain 2013 Temperature-dependent shifts in herbivore performance and interactions drive nonlinear changes in crop damages. Global Change Biology 19, 1056–1063, doi: 10.1111/gcb.12104.
Nombres cientÃficos
Hay dos polillas de la papa nativas en Bolivia: Symmetrischema tangolias, y Phthorimaea operculella. Además, hay una polilla guatemalteca de la papa, Tecia solanivora, pero no ha sido reportada en Bolivia. Las tres polillas pertenecen a la familia Gelechiidae. Miden más o menos un centÃmetro, más o menos lo largo de su uña meñique. Muchos Gelechiidae atacan cereales almacenados, y es posible que le hayan sorprendido en su dispensa.
Video sobre el fascinante tarwi
El mismo video, en el idioma aymara
Vea la versión en español a continuación
Even though farmers and agricultural scientists share the same field of study, they have completely different experimental styles.
This past year in Ecuador, Ph.D. candidate Israel Navarrete was encouraging farmers to experiment, and he was struck by how much time it took them just to pick a research question. While organizing three small groups of farmers in the province of Cotopaxi, Israel found that the local people could take up to three meetings just to pick a topic. Some farmers felt that the other group members weren’t listening to them. (Hurt feelings are as normal in peasant communities as in university departments).
One of Israel’s small groups, made up entirely of women, was dedicated to growing potatoes and black maize. Like the farmers I wrote about recently from Lake Titicaca, the Ecuadorian women had problems with tuber moths destroying their seed potatoes. These farmers from Cotopaxi eventually decided to see if they could control the moths by treating their seed potatoes with garlic extract and with “cementina†(a local type of construction lime).
Israel encouraged them to do multiple replicates of the experiment. Replicates (simultaneous repetitions of the experiment) are a hallmark of the scientific method, and they are especially important in agriculture where each plot of earth, each batch of seed is slightly unique, like snowflakes. An idea has to be tried several times to see if the result is consistent, and is not just a chance occurrence.
But the farmers of Cotopaxi declined to use replicates, and simply tried the lime and garlic on one batch of seed. The solution seemed to work, so Israel encouraged the women to try it again, perhaps in different treatments (such as the lime alone, or the garlic alone, and both together). But the farmers refused. They were satisfied with the results.
As Israel explained this experience, he tried to hide his frustration that the farmers would not work on the experiment in more detail. He was philosophical about the results. He said, “The farmers take a complicated idea and test it in a simple way, while researchers take a simple idea, and test it in a complicated way.â€
Much of the scientific method is designed to show universal truth. The experiment has to be replicable and described in numbers and published. After the data is collected, the experiment can be thrown away.
For the farmers, the experiment doesn’t have to be replicable. It only has to achieve results on their farm. It doesn’t need numbers because the farmers are looking for large qualitative differences. You either get rid of the tuber moths, or you don’t. And unlike the scientists, the farmers have to make a living from the actual experiment. In this case, the farmers planted the seed potatoes they had dusted with lime and garlic.
The scientists write up the experiment and publish. It is part of their job. The farmers learn from the experiment and then eat it. It is part of their life.
In spite of having remarkably different experimental styles, collaboration between smallholders and researchers is most valuable for the insights farmers have from years of making a living on the farm. A biologist may never have come up with the idea of fighting the tuber moth with lime and garlic.
People of different professions can have different goals and methods, even when they work on the same topic, which is all the more reason why they should share ideas with each other.
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Acknowledgement
Israel Navarrete is an Ecuadorian expert on seed health, and a Ph.D. candidate at the University of Wageningen, in the Netherlands. His research is funded by the International Potato Center (CIP) and the McKnight Foundation’s Collaborative Crop Research Program (CCRP).
Further reading
Bentley, Jeffery W. 1994 “Facts, Fantasies and Failures of Farmer Participatory Research.” Agriculture and Human Values 11(2&3):140-150.
Photo
Photo by Veronika Vogel, courtesy of Israel Navarrete
EXPERIMENTOS QUE SE COMEN
Jeff Bentley 25 de julio del 2021
Aunque los agricultores y los cientÃficos agrÃcolas comparten el mismo campo de estudio, tienen estilos experimentales completamente diferentes.
El año pasado, en Ecuador, el estudiante de doctorado Israel Navarrete animó a los agricultores a experimentar, y le llamó la atención el tiempo que les llevaba sólo elegir una pregunta de investigación. Mientras organizaba tres pequeños grupos de agricultores en la provincia de Cotopaxi, Israel descubrió que los lugareños podÃan tardar hasta tres reuniones sólo para elegir un tema. Algunos agricultores sentÃan que los otros miembros del grupo no les escuchaban. (Las roces y resentimientos son tan comunes en las comunidades campesinas como en los departamentos universitarios).
Uno de los pequeños grupos de Israel, formado exclusivamente por mujeres, se dedicaba a cultivar papas y maÃz negro. Al igual que los agricultores y agricultoras del Lago Titicaca sobre las que escribà hace poco, las ecuatorianas tenÃan problemas con las polillas de la papa que destruÃan su semilla de papa. Estas agricultoras de Cotopaxi decidieron finalmente ver si podÃan controlar las polillas tratando su semilla con extracto de ajo y con “cementina” (un tipo de cal para la construcción).
Israel les animó a hacer múltiples réplicas del experimento. Las réplicas (repeticiones simultáneas del experimento) son un fundamento del método cientÃfico, y son especialmente importantes en la agricultura, donde cada parcela de tierra, cada lote de semillas es algo único, como los copos de nieve. Hay que probar una idea varias veces para ver si el resultado es consistente y no es una mera casualidad.
Pero las agricultoras de Cotopaxi se negaron a usar réplicas y se limitaron a probar la cal y el ajo en un solo lote de semilla. La solución pareció funcionar, por lo que Israel animó a las mujeres a probarlo de nuevo, tal vez en diferentes tratamientos (como la cal sola, o el ajo solo, y ambos juntos). Pero las agricultoras se negaron. Estaban satisfechos con los resultados.
Al explicar esta experiencia, Israel trató de ocultar su frustración de que los agricultores no quisieran trabajar en el experimento con más detalle. Se mostró filosófico sobre los resultados. Dijo: “Los agricultores toman una idea complicada y la prueban de forma sencilla, mientras que los investigadores toman una idea sencilla y la prueban de forma complicada”.
Gran parte del método cientÃfico está diseñado para mostrar una verdad universal. El experimento tiene que ser replicable y estar descrito en números y publicado. Una vez recolectados los datos, el experimento puede desecharse.
Para los agricultores, el experimento no tiene que ser replicable. Sólo tiene que conseguir resultados en su finca. No necesita números porque los agricultores buscan grandes diferencias cualitativas. O se elimina la polilla de la papa, o no. Y a diferencia de los cientÃficos, los agricultores tienen que vivir del experimento en sÃ. En este caso, los agricultores sembraron la semilla de papa que habÃan rociado con cal y ajo.
Los cientÃficos redactan el experimento y lo publican. Es parte de su trabajo. Los agricultores aprenden del experimento y se lo comen. Es parte de su vida.
A pesar de tener estilos experimentales bien diferentes, la colaboración entre los pequeños agricultores y los investigadores es valiosa por los conocimientos que tienen los agricultores tras años de ganarse la vida trabajando la tierra. Puede que a un biólogo no se le haya ocurrido nunca la idea de combatir la polilla del tubérculo con cal y ajo.
Personas de distintas profesiones pueden tener objetivos y métodos diferentes, incluso cuando trabajan en el mismo tema, y justo por eso vale la pena que compartan ideas entre sÃ.
Historias relacionadas en el blog de Agro-Insight
Agradecimiento
Israel Navarrete es un experto ecuatoriano en la sanidad de las semillas, y candidato a PhD en la Universidad de Wageningen, en los PaÃses Bajos. Su investigación está financiada por el Centro Internacional de la Papa (CIP) y el Programa Colaborativo de Investigación de Cultivos (CCRP) de la Fundación McKnight.
Lectura adicional
Bentley, Jeffery W. 1990 “La Participación de los Agricultores en Hechos, FantasÃas y Fracasos: Introducción a la Memoria del Simposio.” Ceiba 31(2):29-41.
Foto
Foto por Veronika Vogel, cortesÃa de Israel Navarrete