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In early October, an indigenous Bolivian leader (cacique) explained how most of her community of Monte Verde had been largely burned to the ground during this year’s record-breaking forest fires, started on purpose by settlers. Monte Verde means “green forest” in Spanish, but “now it has been turned to ashes,” explained Ignacia Supepí, the cacique. Speaking on a recent program of Sumando Voces (“Adding Voices”, a weekly online news show) she said that in Monte Verde 8,300 native people, have been harmed. Of the 1,680 families of Monte Verde, 300 were forced to abandon their homes. They lost 57% of their forests and gardens, including 17,000 forest trees that the community had planted in 2022 to help recover from previous fires. The indigenous Chiquitano community has legal title to their community lands, as a TCO (i.e., Tierra Comunitaria de Origen). But land ownership can be scant protection in lawless eastern Bolivia. In 2024, the fire has rampaged through 44 communities. So far this year, in eastern Bolivia, 56 homes have been lost to fires that are still raging.
The settlers are not content to simply burn the forest. They are also trying to force out the indigenous Chiquitanos living there. The Chiquitanos have long been integrated into Bolivia’s wider economy and society, with small-scale farming and livestock management, and some wage work.
Monte Verde tried to join the modern world with sustainable agriculture. Ignacia Supepí explained that she has an agroforest area: half a hectare of oranges, tangerines, avocados, bananas, coffee and cassava. The community has a sustainable management plan for the forest, which includes a portable sawmill and a carpentry shop, to turn a few carefully harvested trees into value-added furniture. The community is practicing different types of regenerative cattle raising, and they harvest the honey of native (meliponid) bees from the forest, as well as roots, leaves and oils from forest plants.
Settlers from the Andes, the “Interculturales” are moving into the dry forest in the Chiquitana, in Bolivia’s eastern department of Santa Cruz. The Interculturales are backed up by legislation crafted to encourage forest fires, a package of “Fire Laws” passed after 2013. Since then, the settlers have wasted little time setting ablaze the South American dry forest, a biome that is smaller and even more endangered that the rain forest.
After the trees are burned off, the Interculturales claim the land, and can rent it or produce agro-industrial monocrops, especially soy, sugar cane and cattle, until the soil is dead and exhausted.
In September, 2024, a study of satellite images showed that 10.1 million hectares of land had been burned, about 39,000 square miles (see map, produced by Fundación Tierra, a Bolivian research organization). This year’s fires burned 5.8 million ha of forest, and the rest was grassland. 22% of the burned area was in protected wildlands, and 28% was in land titled to indigenous communities (TCOs, i.e., Tierras Comunitarias de Origen).
Also interviewed on Sumando Voces, Senator Cecilia Requena (of the Comunidad Ciudadana party) was aghast that “Whole countries would fit into the area that we have burned in Bolivia this year.” She’s right. This year Bolivia has lost forests the size of Lebanon, or Puerto Rico.
In California, the worst year for forest fires, 2020, saw 4,397,809 acres burned (1,779,730 hectares). Those awful fires would fit 5.6 times into the ashes in Bolivia this year.
Senator Requena explained that the Bolivian Senate recently passed legislation to revoke the Fire Laws. However, the other house of Congress has refused to even consider changing the legislation, because of their sympathies with agro-industry and the settlers.
While various social groups set fires, the Interculturales take first place. The last big fire of 2019 burned 5.1 million hectares, of which 63% was set by the Interculturales, 31% by other settlers and only 6% by indigenous people.
The settlers are moving into forested areas of the Chiquitania, and staking claim to land by setting ablaze the forest that Indigenous people have lived in since pre-Hispanic times. The Interculturales are tough and organized. They often block the road when volunteer fire fighters try to put out the blaze.
This madness has to stop. Native peoples cannot be driven from their homes with the connivance of their own government. Chiquitano communities that are participating sustainably in the modern economy cannot be burned out to make room for more soy, more beef, more sugar and alcohol.
Further information
The interviews with cacique Ignacia Supepí, senator Cecilia Requena, Chiquitano leader Juan Pinto, and Miguel Vargas of CEJIS were held on 3 October 2024. A written summary and the full video of the interviews are available at https://sumandovoces.com.bo/se-llamaba-monte-verde-ahora-es-negro-ceniza-fuego-cacique-ignacia-supepi-pide-a-las-autoridades-leer-la-constitucion/
The figure of 10.1 million burned hectares, and the map, are from: “El fuego consumió más de 10,1 millones de hectáreas.” Fundación Tierra” https://www.ftierra.org/index.php/tema/medio-ambiente/1258-bolivia-el-fuego-consumio-mas-de-10-1-millones-de-hectareas-58-corresponden-a-bosques
The photo of burning houses, and figure of 56 destroyed homes are from “Pedir apoyo internacional y negociar con interculturales es una ‘impostura ecocida’”, in the Bolivian newspaper El Diario. https://www.eldiario.net/portal/2024/10/06/pedir-apoyo-internacional-y-negociar-con-interculturales-es-una-impostura-ecocida/#google_vignette
On the “Fire Laws” that reward arsonists with land grants (and the figures on the groups responsible for the big fire of 2019), see: Leyes incendiarias 2020 https://fundacionsolon.org/2020/02/20/las-leyes-incendiarias-en-bolivia/
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What you can do
Boycott Bolivian soy beans, cattle and sugar cane products (alcohol and sugar)
Eat less meat
Join the protests in Bolivia, or start one at a Bolivian embassy
FUEGO EN EL BOSQUE SECO
Jeff Bentley, 13 octubre del 2024
A principios de octubre, una líder indígena boliviana (cacique) explicó cómo la mayor parte de su comunidad de Monte Verde había sido reducida a cenizas durante los incendios forestales récord de este año, provocados intencionadamente por colonos. “Era Monte Verde, ahora está hecho cenizas”, explicó Ignacia Supepí, la cacique. Hablando en un programa reciente de Sumando Voces, dijo que en Monte Verde 8,300 personas han sido afectadas. De las 1,680 familias de Monte Verde, 300 tuvieron que abandonar sus hogares. Perdieron el 57% de sus bosques y huertos, incluyendo 17,000 árboles forestales que la comunidad había plantado en 2022 para ayudar a recuperarse de incendios anteriores. La comunidad indígena chiquitana tiene título legal sobre sus tierras comunitarias, como TCO (Tierra Comunitaria de Origen). Sin embargo, el título ofrecer escasa protección en la Bolivia oriental sin ley. En 2024, el fuego ha arrasado 44 comunidades. Hasta ahora este año, en el oriente de Bolivia, se han perdido 56 hogares a causa de incendios que aún siguen ardiendo.
Los colonos no están contentos con simplemente quemar el bosque. También están tratando de expulsar a los chiquitanos indígenas que viven allí. Los chiquitanos han estado integrados durante décadas en la economía y sociedad más amplias de Bolivia, con agricultura y ganadería a pequeña escala, y a veces el trabajo asalariado.
Monte Verde intentó unirse al mundo moderno con la agricultura sostenible. Ignacia Supepí explicó que tiene un área agroforestal: media hectárea de naranjos, mandarinas, paltos, plátanos, café y yuca. La comunidad tiene un plan de manejo sostenible para el bosque, que incluye un aserradero portátil y un taller de carpintería, para convertir algunos árboles cuidadosamente cosechados en muebles con valor agregado. La comunidad está practicando diferentes tipos de cría regenerativa de ganado, y cosechan la miel de abejas nativas (meliponidas) del bosque, así como raíces, hojas y aceites de plantas forestales.
Los colonos andinos, los “interculturales”, están ingresando al bosque seco en la Chiquitania, en el departamento oriental de Santa Cruz. Los interculturales están respaldados por una legislación diseñada para fomentar los incendios forestales, un paquete de “Leyes Incendiarias” aprobadas después de 2013. Desde entonces, los colonos no han perdido tiempo en incendiar el bosque seco sudamericano, un bioma que abarca menos superficie y es aún más amenazado que bosque lluvioso.
Después de que los árboles son quemados, los interculturales reclaman la tierra y pueden alquilarla o producir monocultivos agroindustriales, especialmente soya, caña de azúcar y ganado, hasta que el suelo esté muerto y agotado.
En septiembre de 2024, un estudio a partir de imágenes satelitales mostró que se habían quemado 10.1 millones de hectáreas (ver mapa por la Fundación Tierra). De los 10.1 hectáreas incendiados este año, 5.8 millones de hectáreas eran bosques y el resto fue pastizal. El 22% del área quemada estaba en áreas protegidas y el 28% estaba en tierras tituladas a comunidades indígenas (TCO).
También entrevistada en el programa de Sumando Voces, la senadora Cecilia Requena (del partido Comunidad Ciudadana) se mostró consternada al afirmar que ““Países enteros entran en esta superficie de las que estamos hablando, y que se quema en Bolivia.” Tiene razón. Este año Bolivia ha perdido bosques del tamaño del Líbano o Puerto Rico.
En California, el peor año para incendios fue el 2020, cuando se quemaron 1,779,730 hectáreas. Aquellos terribles incendios entrarían 5.6 veces en las cenizas en Bolivia este años.
La senadora Requena explicó que hace poco el Senado boliviano aprobó legislación para abrogar las Leyes Incendiarias. Sin embargo, la otra Cámara de Diputados se ha negado a cambiar su agenda para considerar la legislación propuesta, debido a a sus simpatías con la agroindustria y los interculturales.
Mientras varios grupos sociales prenden fuegos, ios Interculturales ocupan el primer lugar. El último gran incendio de 2019 quemó 5.1 millones de hectáreas, de las cuales el 63% fue quemado por los Interculturales, el 31% por campesinos y solo el 6% por indígenas.
Los interculturales están ingresando a los bosques de la Chiquitania y metiendo fuego para asentarse en territorios donde los pueblos indígenas han vivido desde tiempos prehispánicos. Los interculturales son fuertes y bien organizados. A menudo bloquean el camino cuando los bomberos voluntarios intentan apagar las llamas.
Esta locura tiene que parar. Los pueblos indígenas no pueden ser expulsados de sus hogares con la connivencia de su propio gobierno. Las comunidades chiquitanas que participan sosteniblemente en la economía moderna no pueden ser botados para dar lugar para más soya, más carne bovina, más azúcar y alcohol.
Información adicional
Las entrevistas con la cacique Ignacia Supepí, la senadora Cecilia Requena, el líder chiquitano Juan Pinto y Miguel Vargas del CEJIS se llevaron a cabo el 3 de octubre de 2024. Un resumen escrito y el video completo de las entrevistas están disponibles en https://sumandovoces.com.bo/se-llamaba-monte-verde-ahora-es-negro-ceniza-fuego-cacique-ignacia-supepi-pide-a-las-autoridades-leer-la-constitucion/
La cifra de 10.1 millones de hectáreas quemadas y el mapa son del informe: “El fuego consumió más de 10.1 millones de hectáreas.” Fundación Tierra. https://www.ftierra.org/index.php/tema/medio-ambiente/1258-bolivia-el-fuego-consumio-mas-de-10-1-millones-de-hectareas-58-corresponden-a-bosques
La foto de casas ardiendo y la cifra de 56 hogares destruidos son del artículo “Pedir apoyo internacional y negociar con interculturales es una ‘impostura ecocida’”, publicado en El Diario. https://www.eldiario.net/portal/2024/10/06/pedir-apoyo-internacional-y-negociar-con-interculturales-es-una-impostura-ecocida/#google_vignette
Sobre las “Leyes Incendiarias” que premian a los pirómanos con concesiones territoriales (y las cifras sobre los responsables del gran incendio de 2019), ver: Leyes incendiarias 2020. https://fundacionsolon.org/2020/02/20/las-leyes-incendiarias-en-bolivia/
Lo que puedes hacer
Boicotear la soya, carne y derivados de la caña (azúcar y alcohol) de Bolivia
Comer menos carne
Participar en las protestas en Bolivia, o protestar en una embajada de Bolivia en el exterior
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Modern agroecology needs sources of power, and solar energy can be cheap, clean and long-lasting.
Near Cochabamba, Bolivia, in the small town of Sipe Sipe, the community of Ch’awarani was too high to be reached by the municipal water system. An NGO, Agroecology and Faith, helped them build a large reservoir, 883,000 liters, and pump water from a shallow well in the bed of the Phankaruma (Pancaruma) river. But the community had to pay for electricity to run the pump, and somebody had to go turn it on every morning, and off again in the evening.
In March, 2024, Agroecology and Faith, and a private company, Enervida, installed a new solar pump on the river. It was reasonably affordable at 54,000 Bs (then worth about $7,715). Each of the 300 households of Ch’awarani paid 180 Bs (about $26), covering the total cost of the new solar pump and accessories. For six months the system has provided free water to 300 families.
Boris Ardaya, the founding director of Enervida was in Sipe Sipe in late September to teach a course on photovoltaic energy, which included a visit to the solar pump in the river bed. Boris, who had installed the pump himself, opened the panel to show us that the solar panels were producing over 4,000 watts (five horsepower).
Many projects die because people can’t maintain the stuff. Some local leaders were on hand at the course to vouch that they had not had any maintenance issues, except once a week they hosed off the raised solar panels, to wash off the dust, and let in the sunlight.
As Boris explained, solar panels that used to cost 100 Euros now sell for eight, because the Chinese are making them on a massive scale. There is nothing very complicated about solar panels, which are basically a glass plate over some wiring, in an aluminum frame. Solar panels aren’t contaminating like an old battery, and their parts can be recycled, but they last for a long time. There are some 40-year-old panels in Bolivia that are still working.
This longevity is born of simplicity. The solar panels have no moving parts, except for the electrons coursing through the wires. Water systems, whether for farms or homes, have a special advantage. They don’t need expensive batteries.
Every morning, the sun’s first light starts the pump at Ch’awarani, and it goes until dark, pumping at three liters a second (enough to fill a bathtub in 50 seconds). When solar energy is combined with a water tank instead of a battery, the energy is stored in the form of water in a reservoir, which can be drained by gravity even at night. Solar energy could also pump water up to a hydroelectric generator, which could operate at night.
With batteries two panels can easily power a farm house. After the initial investment, the sun provides the fuel for free for years, unless the panels are vandalized by rock throwers. The sun turns the panels on automatically, so a person doesn’t have to. Sensors can be installed to turn the pump off when the tank is full.
The people in Ch’awarani are now using their water to plant agroforestry plots: timber trees growing along with apple, plum and peach.
Bolivia is now in the midst of a massive energy crisis. Gasoline and diesel subsidies are ruining the macroeconomy, and a pointless scheme to plant soy beans for biofuel is contributing to mass clearing and burning of the lowland forests. Ancient Andean people worshipped the sun. Modern farmers could still benefit from the sun’s generosity.
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Acknowledgements
Thanks to Germán Vargas and Paul Van Mele for their valuable comments on an earlier draft of this story.
ENERGÍA SOLAR PARA LA AGROECOLOGÍA
Por Jeff Bentley, 6 de octubre del 2024
La agroecología moderna necesita fuentes de poder, y la energía solar puede ser económica, limpia y duradera.
Cerca de Cochabamba, Bolivia, en el municipio de Sipe Sipe, la comunidad de Ch’awarani estaba demasiado alta para recibir agua del sistema municipal. Una ONG, Agroecología y Fe, les ayudó a construir un gran reservorio de 883,000 litros y bombear agua desde una galería filtrante (algo así como un pequeño pozo) en el lecho del río Phankaruma (Pancaruma). Pero la comunidad tenía que pagar por la electricidad para hacer funcionar la bomba, y alguien tenía que encenderla cada mañana y apagarla nuevamente por la noche.
En marzo de 2024, Agroecología y Fe, y una empresa privada, Enervida, instalaron una bomba solar en el río. No era muy caro a 54,000 Bs (entonces equivalente a $7.715). Cada una de las 300 familias de Ch’awarani aportó 180 Bs. (unas $26), cubriendo el costo total de la instalación. Durante seis meses, el sistema ha proporcionado agua gratis a las 300 familias .
Boris Ardaya, el director fundador de Enervida, estuvo en Sipe Sipe a finales de septiembre para impartir un curso sobre energía fotovoltaica, que incluyó una visita a la bomba solar en el lecho del río. Boris, que había instalado la bomba él mismo, abrió el panel para mostrarnos que los paneles solares producían más de 4,000 vatios (5 hp, o caballos de vapor).
Muchos proyectos fracasan porque la gente local no puede mantener los equipos. Algunos líderes locales estaban presentes en el curso para asegurarnos que no habían tenido problemas de mantenimiento, excepto que una vez a la semana lavaban los paneles solares elevados con manguera para quitar el polvo y dejar entrar la luz solar.
Como explicó Boris, los paneles solares que solían costar 100 Euros ahora se venden por ocho, por su fabricación a gran escala en la China. No hay nada muy complicado en los paneles solares, que son básicamente una placa de vidrio sobre un cableado en un marco de aluminio. Los paneles solares no contaminan como una batería vieja y sus partes pueden ser recicladas, pero duran mucho tiempo. Hay paneles de 40 años en Bolivia que todavía funcionan.
Esta longevidad nace de la simplicidad. Los paneles solares no tienen piezas móviles, excepto por los electrones que fluyen a través de los cables. Los sistemas de agua, ya sea para el agro o el hogar, tienen una ventaja especial. No necesitan baterías costosas.
Cada mañana, los primeros rayos del sol activan la bomba en Ch’awarani, que funciona hasta que oscurece, bombeando a tres litros por segundo (suficiente para llenar una tina de baño en 50 segundos). Cuando la energía solar se combina con un tanque de agua en lugar de una batería, la energía se almacena en forma de agua en un reservorio, que puede drenarse por gravedad incluso durante la noche. La energía solar también podría bombear agua hasta un generador hidroeléctrico, que podría operar durante la noche.
Con baterías, dos paneles pueden alimentar fácilmente una casa rural. Después de la inversión inicial, el sol da combustible gratis durante años, a menos que los paneles sean dañados por las piedras de vándalos. El sol activa automáticamente los paneles, así que una persona no tiene que hacerlo. Se pueden instalar sensores para apagar la bomba cuando el tanque está lleno.
Las personas en Ch’awarani ahora usan el agua para sus casas y para regar parcelas agroforestales: árboles forestales plantados entre manzanos, ciruelos y durazneros.
Actualmente Bolivia está pasando por una crisis energética masiva. Los subsidios a la gasolina y al diésel están drenando la macroeconomía, y un plan inútil para sembrar soya para biocombustibles está contribuyendo a la deforestación masiva y la quema de los bosques en las tierras bajas. Los antiguos pueblos andinos adoraban al sol. Los agricultores modernos aún podrían beneficiarse de la generosidad del sol.
Previamente en Agro-Insight
Agradecimientos
Gracias a Germán Vargas y a Paul Van Mele por sus valiosos comentarios sobre un borrador previo de este relato.
Vea la versión en español a continuación
Forest fires in Bolivia are burning more than trees and animals; they are snuffing out a whole way of life. Leoncio Chávez is an indigenous community leader (cacique) and a volunteer forest fire fighter in the Chiquitania. This is an area of dry forest in the Eastern Bolivian lowlands, and one of the parts of the country most burned by recent fires.
On a webinar, on 12 September 2024, don Leoncio explained how the fire burns out indigenous farm communities.
The interculturales (migrants from the Andes) move to an area in the Chiquitania, in spaces in between the native communities. As the interculturales burn forest to clear land to plant soy beans and other commercial crops, the fires escape, raging though native villages and burning down the fruit trees, the banana gardens and the cassava fields, besides people’s homes.
The communities are left uninhabitable, and people are forced to the small town of San Javier, or to the big city of Santa Cruz. Sixteen communities around San Javier have been severely damaged by one huge fire in the past 70 days. The streams are filled with ash and the water becomes undrinkable.
As of September, 2024, the area in flames is so large that the volunteer fire fighters are getting discouraged. The army recently came in to help them, but the fire was too big even for the army.
In San Javier, the interculturales and peasant farmers (campesino) move into those burned areas. The settlers then rent the land to Mennonites, who use machinery to grow commercial soy beans, explains Leoncio Chávez.
On the same webinar, Miguel Vargas Delgado, director of CEJIS, explained that the Ayoreo people, a small native ethnicity, are also being burned out of their homes. The Ayoreo were hunters and gatherers, until the mid-twentieth century, when they settled in communities like Santa Teresa, and Tobité. Those villages have both burned in recent years. The Ayoreo are able to escape the fires, and then come back to try to rebuild, but there is nothing left but ashes.
Indigenous peoples move into the city, or camp along highways, looking for any way to stay alive. There, the Ayoreo are stigmatized by the urbanites, for leaving their forest homes. But their homes are gone. As Miguel Vargas explains, this is not genocide, because the people survive the fires. It’s ethnocide, the systematic stamping out of people’s homes and livelihoods.
The same week as the webinar, there were large protests across Bolivia. I attended one where young marchers unfurled a long Bolivian flag in the main intersection of Cochabamba, demanding an end to the fires, and snarling rush hour traffic.
And finally, the government of Bolivia began to change its policy. By the end of the week, on 14 September, the president of Bolivia, Luis Arce announced what sounded like structural change. He said there would be two new centers to monitor forest fires. Fires would no longer be allowed as a tool to clear agricultural land. Arce announced a new presidential decree (number 5225) mandating an environmental pause: forest burned this year would not be allowed to be converted to agriculture for at least five years. During this pause there would be an attempt to allow the forest to grow back. There will also be incentives for people to farm sustainably, without setting forest fires, although Arce shared few details on how this would happen.
It is not time to celebrate. Among other things, the National Congress is dragging its feet instead of repealing the “fire laws” that legally encourage the forest fires. But a change in policy is needed, not just to save the trees and the animals, but also to stop the ethnocide.
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What you can do
Boycott Bolivian soy beans
Eat less meat
Join protest movements
Acknowledgements
The webinar was called “Incendios Provocados, Devastación y Propuestas Estructurales.” It was hosted by Mery Vaca of Sumando Voces, a news site.
CEJIS is the Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (Center for Legal Studies and Social Research), a think tank.
You can hear President Arce’s remarks here https://eldeber.com.bo/pais/arce-anuncia-incentivos-financieros-para-productores-que-no-quemen-y-la-llegada-de-un-avion-cisterna_384844
INCENDIANDO LA CHIQUITANIA
Por Jeff Bentley 22 de septiembre del 2024
Los incendios forestales en Bolivia están matando más que árboles y animales; están apagando toda una forma de vida. Leoncio Chávez es un líder comunitario indígena (cacique) y un bombero voluntario en la Chiquitania. Esta es un área de bosque seco en las tierras bajas orientales de Bolivia, y una de las partes del país más afectadas por los recientes incendios.
En un webinar, el 12 de septiembre de 2024, don Leoncio explicó cómo el fuego arrasa con las comunidades de agricultores indígenas.
Los interculturales (migrantes de los Andes) se trasladan a un área en la Chiquitania, en espacios entre las comunidades nativas. A medida que los interculturales queman el bosque para el desmonte para sembrar soya y otros cultivos comerciales, los incendios se escapan, destruyendo comunidades nativas y quemando los árboles frutales, los cultivos de plátano y sembradíos de yuca, además de las casas de las familias.
Las comunidades quedan inhabitables, y la gente se ve obligada a trasladarse al pequeño pueblo de San Javier o a la gran ciudad de Santa Cruz. Dieciséis comunidades alrededor de San Javier han sido severamente dañadas por un enorme incendio en los últimos 70 días. Los ríos están llenos de cenizas y el agua no se puede beber.
Ya en septiembre de 2024, el área en llamas es tan grande que los bomberos voluntarios están desanimados. El ejército recientemente llegó para ayudarlos, pero el fuego era demasiado grande incluso para el ejército.
En San Javier, los interculturales y los campesinos se trasladan a esas áreas quemadas. Los colonos luego alquilan la tierra a menonitas, quienes usan maquinaria para cultivar soya comercial, explica Leoncio Chávez.
En el mismo webinar, Miguel Vargas Delgado, director de CEJIS, explicó que el pueblo ayoreo, una pequeña etnia nativa, también está siendo desplazado por los incendios. Los ayoreos eran cazadores y recolectores hasta mediados del siglo 20, cuando se establecieron en comunidades como Santa Teresa y Tobité. Esas comunidades también han sido quemadas en años recientes. Los ayoreos logran escapar de los incendios y luego regresan para tratar de reconstruir, pero no queda nada más que cenizas.
Los pueblos indígenas se trasladan a la ciudad o hacen pequeños campamentos a lo largo de las carreteras, buscando sobrevivir de alguna manera. Ahí, los ayoreos son estigmatizados por los citadinos por haber dejado sus hogares en el bosque. Pero sus hogares ya no existen. Como explica Miguel Vargas, esto no es genocidio, porque la gente sobrevive a los incendios. Es etnocidio, la erradicación sistemática del hogar y de los medios de vida de las personas.
La misma semana del webinar, hubo grandes protestas en toda Bolivia. Asistí a una donde jóvenes manifestantes desplegaron una larga bandera boliviana en la intersección principal de Cochabamba, exigiendo el fin de los incendios y causando congestión en la hora pico.
Al fin, el gobierno boliviano comenzó a cambiar su política. Al final de la semana, el 14 de septiembre, el presidente de Bolivia, Luis Arce, anunció lo que parecía un cambio estructural. Dijo que habría dos nuevos centros para monitorear incendios forestales. Ya no se permitirían incendios como herramienta para desmontar tierras agrícolas. Arce anunció un nuevo decreto supremo (5225) que ordenaba una pausa ambiental: durante al menos cinco años, no se permitiría convertir en agricultura el bosque quemado este año. Durante esta pausa se intentaría permitir que el bosque volviera a crecer. También habrá incentivos para que las personas cultiven de manera sostenible, sin provocar incendios forestales, aunque Arce compartió pocos detalles sobre cómo esto se llevaría a cabo.
No es momento para celebrar. Entre otras razones, porque la Cámara de Diputados resiste abrogar las “leyes incendiarias” que fomentan legalmente los incendios forestales. Pero un cambio en la política es esencial, no sólo para salvar los árboles y los animales, sino también para detener el etnocidio.
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El webinar se llamó “Incendios Provocados, Devastación y Propuestas Estructurales.” La organizadora era Mery Vaca de Sumando Voces, un sitio noticiero.
CEJIS es el Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social, una ONG.
Puede escuchar las palabras del Presidente Arce aquí https://eldeber.com.bo/pais/arce-anuncia-incentivos-financieros-para-productores-que-no-quemen-y-la-llegada-de-un-avion-cisterna_384844
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The Amazonian rain forest is being systematically destroyed in Bolivia, and it’s mostly legal. That’s what I learned recently from Juan Pablo Chumacero, the director of Fundación Tierra, a Bolivian think tank.
Speaking at the meeting of the Bolivian Agroecological Movement, Chumacero was able to keep a friendly tone, in spite of his disturbing topic.
I knew the rain forest was being cleared, and fast. Massive forest fires, set on purpose, darken the skies of cities hundreds of kilometers away. Besides fire, some forests are also cleared more discretely, by bulldozers.
Eight million hectares have been deforested already, and 300,000 to 400,000 more are cleared every year. That means that an area larger than Rhode Island, or of Luxemburg, is lost every year. There is quick money to be made from deforestation, and many people are getting into the act, including medium and large farmers, Bolivian and foreign companies, Mennonites, peasant farmers, land grabbers and “interculturales” (people who are moving away from their rural, Andean homes, and shedding their indigenous identity).
The irreparable damage is a structural problem. The Bolivian government has set a goal, to triple farmland from 3.5 million hectares to 10 million, and to boost the cattle population from 10 million head to twice that many. To speed that goal along, the government has now made it easy to get a deforestation permit. You no longer need to have title to the land to get an authorization to deforest. Three-fourths (74%) of deforestation is happening legally.
The main reason is to plant more soya. After a few years the soil’s natural fertility is exhausted and the land may be used to raise cattle. Some of the forest grows on soil that is too poor to support agriculture. After a couple of years of growing soya, the former forest is nothing but sand, and the agricultural frontier moves on.
There is still time to save this valuable forest, but it will take action.
What you can do:
- Boycott Bolivian beef and soy beans.
- Eat less meat. The rising market demand for meat entices governments to adopt policies to destroy the forest.
- Put concerted pressure on the Bolivian government and on international organizations to adopt a forest conservation policy.
Photo by Enrique Canedo, Wikimedia Commons
CENIZAS DE LA AMAZONÍA: DESTRUCCIÓN LEGAL DE LOS BOSQUES DE BOLIVIA
Jeff Bentley, 8 de septiembre del 2024
El bosque amazónico está siendo destruida sistemáticamente en Bolivia, y es mayormente legal. Eso es lo que aprendí recientemente de Juan Pablo Chumacero, el director de Fundación Tierra, una ONG boliviano.
Hablando en la reunión del Movimiento Agroecológico Boliviano, Chumacero pudo mantener un tono amistoso, a pesar de su tema perturbador.
Yo ya sabía que estaban arrasando con el bosque, y rápidamente. Incendios forestales masivos, provocados a propósito, tapan el cielo con humo en ciudades a cientos de kilómetros del fuego. Además de los incendios, algunos bosques también se botan de manera más discreta, por maquinaria pesada.
Ya se han deforestado ocho millones de hectáreas, y talan entre 300,000 y 400,000 más cada año. Eso significa que se pierde un área más grande que Rhode Island o Luxemburgo cada año. Se gana dinero rápido con la deforestación, y muchas personas se prestan a hacerlo, incluidos agricultores medianos y grandes, empresas bolivianas y extranjeras, menonitas, campesinos, avasalladores y “interculturales” (personas que se están alejando de sus hogares rurales andinos y dejando a un lado su identidad indígena).
El daño irreparable es un problema estructural. El gobierno boliviano ha establecido un objetivo de triplicar la tierra cultivable de 3.5 millones de hectáreas a 10 millones, y aumentar la población de ganado de 10 millones de cabezas a 20 millones. Para lograr sus metas, el gobierno ahora ha agilizado el trámite de obtener el certificado de desmonte. Ya no es necesario tener título de propiedad de la tierra para obtener una autorización de desmonte. Tres cuartas partes (74%) de la deforestación ocurre legalmente.
La razón principal es para sembrar más soya. Después de unos años, la fertilidad natural del suelo se agota y la tierra solo sirve criar ganado. Dan títulos a los interculturales para tierras de vocación forestal. Pero siembran soya, y lo dejan un arenal. La frontera agrícola sigue avanzando.
Aún hay tiempo para salvar este valioso bosque, pero se necesitará acción.
Lo que puedes hacer:
- Boicotear la carne y la soya bolivianas.
- Comer menos carne. La creciente demanda del mercado de carne es lo que incita a los gobiernos a adoptar políticas que destruyen el bosque.
- Hacer presión concertada sobre el gobierno boliviano y sobre organizaciones internacionales para adoptar una política de conservación forestal.
Foto por Enrique Canedo, Wikimedia Commons
Vea la versión en español a continuación
Chocolate has been getting a bad rap lately, for everything from deforestation to child labor and underpaid farmers who grow the cacao and never taste the chocolate. Fortunately, that’s not how they grow cacao in Bolivia.
I’ve been hearing about El Ceibo for 30 years. This umbrella organization of 47 cooperatives and over 1,300 cacao growers has been putting cocoa powder on Bolivian grocery shelves for some time, and in recent years they have been making fabulous chocolate bars. So, I was glad to get a chance to go spend a week with them not too long ago.
I went with José Luis Escobar, an agronomist who has known El Ceibo since the 1990s. El Ceibo’s headquarters are a campus of neat brick buildings, in the small town of Sapecho, in the Alto Beni region, La Paz, in the humid tropics of the Bolivian lowlands. The campus has offices, a lab, and meeting rooms, but also buildings to process cacao, and solar dryers with wheels so the drying cacao beans can be quickly rolled under a roof during a sudden shower. The walkways between the buildings are lined with cocoa trees with beautiful red, purple or golden pods.
Javier Marino, the sub-director of Ceibo’s technical wing (PIAF), showed us their nursery, also in Sapecho. Javier grew up on a nearby cocoa farm. After going away to get a degree in agronomy, he came back home and began to work at El Ceibo. 95% of Ceibo’s employees are cooperative members, or their children or grandchildren.
At the nursery, workers (all from cocoa-growing families) were busy mixing soil, sand and compost to fill the plastic bags to plant cocoa seeds. To meet the growing demand for cacao trees, El Ceibo is planning to sell half a million cocoa seedlings this year. The cocoa seedlings are of varieties that tolerate diseases like monilia, caused by a fungus. Tolerant varieties help farmers produce organic chocolate, without chemicals. Ceibo is also building a factory to produce biological fungicides and organic fertilizers.
El Ceibo has more than 10 extensionists, many of whom are cacao farmers, as well as professional agronomists. The extensionists visit each of the cooperatives that make up El Ceibo, and teach farmers to manage cacao and its diseases naturally. By nature, cocoa trees grow in the forest, in partial shade. The extensionists teach farmers to plant fruit and native forest trees among the cocoa. All the trees, even the cocoa, are pruned to let in light and air, to prevent diseases. El Ceibo agronomists explain to farmers that growing cacao with other trees also helps to manage the extreme temperatures of climate change.
El Ceibo maintains a model agroforestry plot at their nursery, where cacao grows under the rainforest trees. Some farmers have adopted agroforestry, but all of them have at least some forest trees growing among their cacao. Some of the trees are forest giants, so El Ceibo has a team of experts who visit farmers, to prune the tall trees. The pruners climb the trees safely, with ropes and harnesses. By cutting off the lower branches, the big trees cast just the right amount of shade, and the trees don’t have to be cut down. Years later, the trees can be harvested for timber, and then replanted.
All of this agronomy is paying off. In just eight years, El Ceibo has more than doubled its yield of organic cocoa, from an average of 450 pounds per hectare to 1000 (from 200 kilos to 450). To handle the increased volume, two years ago El Ceibo built a new collection center and processing plant near Sapecho. Trucks pull in with the harvested cacao beans, sent by the farmers. Before drying the cacao beans, El Ceibo ferments them in large wooden boxes, to bring out the best chocolate aromas, flavors and colors, and to get a higher price.
El Ceibo exports some cocoa butter through a German organic and fairtrade company, GEPA, and sells cocoa beans to chocolate-makers in Switzerland. But 70% of their production is for Bolivia. El Ceibo has a chocolate plant in the big city of El Alto, six hours away, staffed by grown children of cacao farmers.
Ceibo also has a shop, that opens onto a street in Sapecho, where you can buy general hardware, and special cacao-growing tools, besides the chocolate candies and cookies that El Ceibo produces. A sign in the shop reminds the cacao farmers that if they show their membership card they can buy the chocolates at a discount.
I met Jesús Tapia, a cacao-grower who has been a member of El Ceibo for 40 years. For the past two years he has also been the second vice-president of the board of directors. Like all of El Ceibo’s leaders, don Jesús was elected by the general membership. El Ceibo started 47 years ago, when a group of cocoa farmers decided that they could sell their own cocoa, and cut out the middlemen. These dealers would buy the cacao on credit, but could be slow coming back with the money. Cooperatives don’t always last very long, especially large umbrella organizations that bring together dozens of cooperatives. But here in Bolivia, the cacao farmers sell their produce at a fair price, create jobs for their co-op members, grow rainforest trees, and they have their own chocolate shop.
Acknowledgements
I’m indebted to José Luis Escobar, and to Misael Condori for introducing me to El Ceibo, and for their patient explanations. Thanks to José Luis Escobar and Paul Van Mele for reading and commenting on a previous version of this blog.
El Ceibo Cooperative Federation Ltd. (El Ceibo) has given technical assistance to its members since the 1980s. In 1993 El Ceibo created the Program to Implement Agroecology and Forestry (PIAF), which carries out research and development for the cooperatives.
Scientific name. Monilia is a disease caused by the fungus Moniliophthora roreri.
EL CEIBO: BUENOS AGRICULTORES, BUEN CHOCOLATE
Por Jeff Bentley, 9 de junio del 2024
Últimamente el chocolate tiene mala fama, desde la deforestación hasta el trabajo infantil y los agricultores mal pagados que producen el cacao sin jamás probar el chocolate. Afortunadamente, en Bolivia no se produce el cacao así.
Hace 30 años que oigo hablar de El Ceibo. Esta central de cooperativas, que agrupa a 47 cooperativas de base y más de 1.300 productores de cacao, lleva tiempo vendiendo cocoa en polvo y otros productos en sus tiendas y supermercados bolivianos. En los últimos años salieron con unas fabulosas barras de chocolate. Por eso me alegró tener la oportunidad de pasar una semana con ellos.
Fui con José Luis Escobar, un ingeniero agrónomo que conoce al Ceibo desde los años 90. La sede de El Ceibo es un campus de edificios bien construidos, de ladrillo, en el pueblo de Sapecho de la región de Alto Beni, La Paz, en el trópico húmedo de las tierras bajas bolivianas. El campus tiene oficinas, un laboratorio y salas de reuniones, pero también predios para procesar el cacao y secadores solares corredizos para meter los granos de cacao bajo techo rápidamente en caso de una lluvia sorpresiva. Las aceras entre los edificios están bordeadas de árboles de cacao con hermosas mazorcas rojas, moradas o doradas.
Javier Marino, el sub director del brazo técnico de El Ceibo (PIAF), nos mostró sus viveros, también en Sapecho. Javier es de la zona, y es hijo de productores de cacao. Tras egresarse como ingeniero agrónomo en la ciudad, volvió a casa y empezó a trabajar en El Ceibo. El 95% de los empleados de Ceibo son cooperativistas, o sus hijos o nietos.
En el vivero, los trabajadores (todos de familias cacaoteras) mezclan tierra, arena y abono para llenar las bolsas de plástico donde sembrar las semillas de cacao. Para satisfacer la creciente demanda de cacaoteros, este año El Ceibo venderá medio millón de plantines de cacao. Los plantines de cacao son de variedades que toleran enfermedades como la monilia, causada por un hongo. Las variedades tolerantes ayudan a los agricultores a producir chocolate ecológico, sin químicos. El Ceibo también está construyendo una fábrica para producir fungicidas biológicos y abonos orgánicos.
El Ceibo tiene más de 10 extensionistas. Muchos producen cacao, además de ser agrónomos profesionales. Los extensionistas visitan cada una de las cooperativas que componen El Ceibo y enseñan a los agricultores a manejar adecuadamente el cacao y sus enfermedades de forma natural. Por naturaleza, los árboles de cacao crecen en el bosque, en sombra parcial. Los extensionistas enseñan a los agricultores a plantar árboles frutales y forestales nativos entre el cacao. Todos los árboles, incluso el cacao, se podan para dejar entrar la luz y el aire, y así evitar las enfermedades. Los extensionistas de El Ceibo explican a los agricultores que cultivar cacao junto con otros árboles ayuda a manejar las temperaturas extremas del cambio climático.
Desde hace años, El Ceibo mantiene un modelo agroforestal en su vivero, donde el cacao crece bajo los árboles del bosque. Algunos agricultores han adoptado la agroforestería, pero todos tienen al menos algunos árboles forestales entre su cacao. Algunos de los árboles son gigantes del bosque; por eso El Ceibo tiene un equipo de expertos que visita a los agricultores para podar los árboles altos. Los podadores trepan a los árboles de forma segura, con lasos y arneses. Al cortar las ramas bajeras, los grandes árboles dan justo suficiente sombra y no es necesario talarlos. Años más tarde, los árboles pueden ser cosechados para madera y ser replantados.
Toda esta agronomía está dando sus frutos. En sólo ocho años, El Ceibo ha duplicado su producción de cacao ecológico, de un promedio de 45 quintales por hectárea a 10. Para manejar el mayor volumen, hace dos años El Ceibo construyó una nueva planta de acopio y de procesamiento de cacao húmedo, cerca de Sapecho. Llegan los camiones con cacao cosechado por sus agricultores. El cacao es fermentado en cajas de madera grandes, para resaltar los mejores aromas, sabores y colores del chocolate, y obtener un precio más alto.
El Ceibo exporta parte de la manteca de cacao a través de una empresa alemana de comercio justo y orgánico, GEPA, y vende granos de cacao a chocolateros de Suiza. Pero el 70% de su producción se destina a Bolivia. El Ceibo tiene una fábrica de chocolates en la gran ciudad de El Alto, a seis horas de distancia, donde trabajan los hijos e hijas mayores de los productores de cacao.
Ceibo también tiene una tienda, que da a una calle de Sapecho, donde se puede comprar ferretería en general y herramientas especiales para el cultivo del cacao, además de dulces y galletas de chocolate que El Ceibo produce. Un cartel en la tienda recuerda a los cacaocultores que si muestran su carnet de socio pueden comprar los chocolates con descuento.
Conocí a Jesús Tapia, un cultivador de cacao que es socio de El Ceibo desde hace 40 años. Desde hace dos años es también vicepresidente segundo de la junta directiva. Como todos los dirigentes de El Ceibo, don Jesús fue elegido por voto popular de los socios. El Ceibo nació hace 47 años, cuando un grupo de cacaocultores decidió vender su propio cacao y evitar a los intermediarios, que compraban la producción a crédito, pero tardaban en devolver el dinero. Las cooperativas no siempre duran mucho, sobre todo las grandes organizaciones que agrupan a docenas de cooperativas. Pero aquí, en Bolivia, los cultivadores de cacao venden sus productos a un precio justo, crean puestos de trabajo para sus cooperativas y afiliados, cultivan árboles de la selva tropical y tienen su propia chocolatería.
Agradecimientos
Estoy agradecido a José Luis Escobar y Misael Condori por hacerme conocer El Ceibo y por sus pacientes explicaciones. Gracias a José Luis Escobar y Paul Van Mele por leer y comentar sobre una versión previa de este blog.
La Central de Cooperativas El Ceibo R.L. (El Ceibo) ha dado asistencia técnica a sus afiliados desde los años 80. En el 1993 El Ceibo creó el Programa de Implementaciones Agro-ecológicas y Forestales (PIAF), el cual se encarga de la investigación y desarrollo para la central.
Nombre científico. La monilia es una enfermedad causada por el hongo Moniliophthora roreri.