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After the camera leaves December 24th, 2023 by

At Agro-Insight, we make a lot of videos with farmer-experimenters. But experimentation can go on for years, even after we have wrapped up our video. We film many innovations that farmers have honed after learning about them from agronomists. Capturing those practices on a video makes them seem permanent. But the farmers and their extensionists keep reworking the ideas, after the video is filmed, as I saw recently in Kiphakiphani, near Viacha, in the high country around La Paz, Bolivia.

In December I was at a large, annual meeting of the McKnight Foundation. Our hosts, local research-&-development agencies, had brought in farmers from across the vast Altiplano, to a “technology fair,†where the farmers showed off their current innovations. Many of the participants were farmers who have appeared on previous videos of ours. It was a chance to catch up.

In 2018, we filmed Milton Villca, an extensionist, and farmers from the community of Chita, near Uyuni in southern Bolivia, planting live barriers to stop devastating wind erosion in quinoa fields. At the time we filmed the community, they showed us how to gather the tiny seeds of native brush, t’ola, using plastic basins. The community members worked so well and so fast that they clearly had a lot of experience gathering the tiny seeds. But anything can be improved.

At the stand I visited in 2023, five years after filming, they described a better way to collect millions of tiny seeds, with a big vacuum cleaner, powered by electricity from a car battery.

In 2018, Chita was planting windbreaks with seedlings raised in another community. But now the people of Chita have their own nursery, and they are growing and planting many more of these native t’ola plants in the fight to keep their farmland from blowing away.

In 2022, Farmers from Cebollullo, in a warm valley of La Paz, showed us how to make enriched biofertilizer, for a video. As farmer Freddy Rivero explained at the technology fair in late 2023, they also make other inputs, like a liquid ash mix, bokashi and Bordeaux mix. None of these were developed locally. As Freddy said of the Bordeaux mix “The French invented this as a fungicide for their grape vinesâ€. But using these organic products instead of agrochemicals is still a big change for Cebollullo, where most farmers rely on agrochemicals to produce truckloads of onions and lettuce for the large wholesale markets of La Paz and El Alto, two of Bolivia’s biggest cities.

Before adopting biofertilizers, the farmers of Cebollullo had a problem. Their crop yields were declining while agrochemical costs kept going up. Now the farmers are making more money producing vegetables with organic inputs. “Of 120 of us, 22 farmers are now using these organic inputs,†Freddy said.

I asked him why more farmers were not using the alternatives to chemicals. “Because we only started using them ourselves, a year ago,†Freddy said. Actually, it was more like two years ago, but now farmers like don Freddy are showing their neighbors in Cebollullo that the alternatives to chemicals really work. Freddy and his colleagues expect more farmers to start using the homemade fertilizers and fungicides in the next few years. If the agroecological farmers can farm profitably, it will gradually convince the neighbors to change from chemicals to ecologically-sound farming.

Parts of our 2022 video on enriched biofertilizer were also filmed in Chigani Alto, a village on the shores of Lake Titicaca. The farmers from Chigani Alto, including Fernando Villca and Juana Martínez, showed us how they are using lots of other inventions as well, such as fertilizer made from earthworms. To teach Bolivian farmers how to rear earthworms, agronomist Maya Apaza is showing them videos from India and Bangladesh. The farmers in Bolivia are raising earthworms in one-meter by one-meter wooden boxes. They are also experimenting with the fertilizer derived from earthworms, comparing it side-by-side with chemical fertilizer, to see which one works best.

So the camera creates a record of farmer-agronomist collaboration, and the practical ideas they come up with together, but after the camera leaves, life goes on, and so does further innovation.

Further reading

For more on the t’ola plants and their scientific names see:

Bonifacio, Alejandro, Genaro Aroni, Milton Villca, and Jeffery W. Bentley 2023 Recovering from Quinoa: Regenerative Agricultural Research in Bolivia. Journal of Crop Improvement 37(5): 687-708. https://doi.org/10.1080/15427528.2022.2135155

Previous Agro-Insight blogs

Recovering from the quinoa boom

Organic leaf fertilizer

Watch the videos we made in Bolivia

Living windbreaks to protect the soil

Making enriched biofertilizer

The videos on earthworms from South Asia

The wonder of earthworms

Making a vermicompost bed

Acknowledgements

The technology fair in December 2023, was organized by the Proinpa Foundation, Prosuco, and the Public University of San Andrés (UMSA). The experiments in Chita, with soil conservation, was conducted by Proinpa, and the biofertilizer innovations were led by Prosuco. This work was supported by the McKnight Foundation’s Global Collaboration for Resilient Food Systems.

DESPUÉS DE GUARDAR LA CÃMARA

En Agro-Insight, hacemos muchos videos con agricultores experimentadores. Pero la experimentación puede durar años, incluso después de que hayamos terminado nuestro video. Muchas de las innovaciones que filmamos han sido pulidas por los agricultores después de haberlas aprendido de los agrónomos. Capturar esas prácticas en un video las hace parecer permanentes. Pero los agricultores y sus extensionistas siguen reelaborando las ideas, después de que se filma el video, como vi recientemente en Kiphakiphani, cerca de Viacha, en el altiplano de La Paz, Bolivia.

En diciembre estuve en una gran reunión anual de la Fundación McKnight. Nuestros anfitriones, agencias bolivianas de investigación y desarrollo, habían traído agricultores de todo el vasto Altiplano a una “feria tecnológica”, donde los agricultores mostraban sus innovaciones actuales. Varios de los participantes eran agricultores que han aparecido en videos anteriores nuestros. Fue una oportunidad para ponernos al día.

En 2018, filmamos a Milton Villca, un extensionista, y a agricultores de la comunidad de Chita, cerca de Uyuni en el sur de Bolivia, mientras plantaban barreras vivas para detener la devastadora erosión del viento en los campos de quinua. En ese momento, en la comunidad, nos mostraron cómo recolectar las pequeñísimas semillas de arbustos nativos, las t’olas, usando fuentes de plástico. Los miembros de la comunidad trabajaban tan bien y tan rápido que claramente tenían mucha experiencia recolectando las semillitas. Pero todo se puede mejorar.

En el stand que visité en 2023, cinco años después de la filmación, mostraron que habían descubierto una mejor manera de recolectar millones de semillas chiquitas, con una aspiradora grande, alimentada por electricidad de una batería de automóvil.

En 2018, Chita estaba plantando rompevientos con plántulas cultivadas en otra comunidad. Pero ahora la gente de Chita tiene su propio vivero y está cultivando y plantando muchas más de estas plantas nativas de t’ola en la lucha para evitar que sus tierras se las lleve el viento.

En 2022, los agricultores de Cebollullo, en un cálido valle de La Paz, nos mostraron cómo hacer biofertilizante enriquecido, para un video. Como explicó el agricultor Freddy Rivero en la feria tecnológica a fines de 2023, también elaboran otros insumos, como una mezcla de ceniza líquida, bokashi y caldo bordolés. Ninguno de estos fue desarrollado localmente. Como dijo don Freddy acerca del caldo bordolés: “Los franceses lo inventaron como fungicida para sus vides”. Pero usar estos productos orgánicos en lugar de agroquímicos sigue siendo un gran cambio para Cebollullo, donde la mayoría de los agricultores confían en los agroquímicos para producir camionadas de cebollas y lechugas para los grandes mercados mayoristas de La Paz y El Alto, dos de las ciudades más grandes de Bolivia.

Antes de adoptar biofertilizantes, los agricultores de Cebollullo tenían un problema. Sus rendimientos agrícolas estaban disminuyendo mientras los costos de los agroquímicos seguían subiendo. Ahora los agricultores están ganando más dinero produciendo verduras con insumos orgánicos. “De 120, 22 agricultores ahora usamos estos insumos orgánicos”, dijo Freddy.

Le pregunté por qué no más agricultores usaban las alternativas a los químicos. “Porque nosotros mismos solo comenzamos a usarlos, hace un año”, dijo Freddy. En realidad, fue más como hace dos años, pero ahora agricultores como don Freddy están mostrando a sus vecinos en Cebollullo que las alternativas a los químicos realmente funcionan. Freddy y sus colegas esperan que más agricultores comiencen a usar los fertilizantes y fungicidas caseros en los próximos años. Si los agricultores agroecológicos pueden cultivar de manera rentable, convencerán gradualmente a los vecinos de que pasen de los químicos a una agricultura ecológicamente responsable.

Partes de nuestro video de 2022 sobre biofertilizante enriquecido también se filmaron en Chigani Alto, un pueblo a orillas del lago Titicaca. Los agricultores de Chigani Alto, como Fernando Villca y Juana Martínez, nos mostraron cómo usaban otros inventos también, como un fertilizante hecho de lombrices de tierra. Para enseñar a los agricultores bolivianos a criar lombrices de tierra, la agrónoma Maya Apaza les muestra videos de India y Bangladesh. Los agricultores en Bolivia están criando lombrices de tierra en cajas de madera de un metro por un metro. También están experimentando con el fertilizante derivado de las lombrices de tierra, comparándolo lado a lado con el fertilizante químico, para ver cuál funciona mejor.

La cámara crea un registro de la colaboración entre agricultores y agrónomos, y las ideas prácticas que se les ocurren juntos. Pero después de que la cámara se guarda, la vida continúa, igual que la innovación.

Lectura adicional

Sobre las t’olas y sus nombres científicos:

Bonifacio, Alejandro, Genaro Aroni, Milton Villca, and Jeffery W. Bentley 2023 Recovering from Quinoa: Regenerative Agricultural Research in Bolivia. Journal of Crop Improvement 37(5): 687-708. https://doi.org/10.1080/15427528.2022.2135155

Previamente en el blog de Agro-Insight

Recuperándose del boom de la quinua

Abono foliar orgánico

Ver los videos que filmamos en Bolivia

Barreras vivas para proteger el suelo

Cómo hacer un abono biofoliar

Los videos del Sur de la Asia sobre la lombriz de tierra

La maravillosa lombriz de tierra

Haciendo una lombricompostera

Agradecimientos

La feria de prácticas y tecnologías agroecológicas en diciembre del 2023 se organizó por la Fundación Proinpa, Prosuco, y la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Los experimentos en Chita, con la conservación del suelo, se realizaron con Proinpa, y las innovaciones con el biofertilizante se hicieron con Prosuco. Este trabajo fue apoyado por la Colaboración Global para Sistemas Alimentarios Resilientes de la Fundación McKnight.

 

Proinpa: Agricultural research worth waiting for May 21st, 2023 by

Vea la versión en español a continuación

Agricultural research is notoriously slow. It takes years to bear fruit, and donor-funded agencies don’t always last very long. But Bolivia got lucky with one organization that survived.

It started in 1989, when the Swiss funded a project to do potato research, the Potato Research Program (Proinpa), working closely with a core staff of four scientists from the International Potato Center (CIP). Most of the other staff were young Bolivians, including many thesis students.

Ten years later, in 1998, it was time to fold up the project, but some visionary people from Proinpa, with enthusiastic support of Swiss and CIP colleagues, decided to give Proinpa a new life as a permanent agency or foundation.

By then “Proinpa†had some name-brand recognition, so they wisely kept the acronym, but changed the full name to “Promotion and Research of Andean Products.†Proinpa’s leaders were not going to limit themselves to potatoes any more. The Swiss provided an endowment to pay for core costs, but it was not enough to run the whole organization.

Proinpa went through some rough times. When they stopped being a project, they had to give up their spacious offices in the city of Cochabamba. For a while they rented an aging building far from the city that had been used as a government rabies control center. Later, they could only afford one floor of that building. I remember being there on moving day, years ago, when they were all cramming into the smaller space, happily carrying boxes of files to squeeze together into shared offices. They were surviving.

Survival was important. Public-sector agricultural research in Bolivia was going through some rough times. The Bolivian Institute of Agricultural and Livestock Research (IBTA) closed in 1997 and its replacement died a few years later. Government agricultural research only started again In 2008, when the National Institute of Agricultural and Livestock and Forestry Innovation (INIAF) was created. During those years, Proinpa was an outstanding center for agricultural research in Bolivia, and curated priceless collections of potatoes and quinoas.

That potato seedbank was kept at Toralapa, in the countryside some 70 km from the city of Cochabamba. Over the years, Proinpa had expanded the collection from 1000 accessions to 4000. This biodiversity is the source of genetic material that plant breeders need to create new varieties. In 2010, the government, which owned the station at Toralapa, turned it over to INIAF. Proinpa worked with INIAF for a year, to ensure a stable transition, and the government of Bolivia still maintains that collection of potatoes and other Andean crops.

Proinpa recently asked me to join them for their 25th anniversary event, held at their small campus, built after 2005. The celebration started with tours of stands, where Proinpa highlighted their most important research.

Dr. Ximena Cadima, member of the Bolivian Academy of Science, explained how Proinpa has used its knowledge of local crops to breed 69 officially released new varieties, of the potato, quinoa and seven other crops. They also encouraging farmers to grow native potatoes on their farms, which is also crucial for keeping these unique crops alive.

Luis Crespo, entomologist, and Giovanna Plata, plant pathologist, explained their research to develop ecological alternatives to pest control. Luis talked about his work with insect sex pheromones. One of the many things he does is to dissect female moths and remove their scent glands, which he sends to a company in the Netherlands that isolates the sex pheromone from the glands. The company synthesizes the pheromone, makes more of it, and Proinpa uses it to bait traps. Male moths smell the pheromone, think it is a receptive female and fly to it. The frustrated males die in the trap. The females can’t lay eggs without mating, eliminating the next generation of pests before they are born.

Giovana showed us how they study the microbes that kill pathogens. She places different fungi and bacteria in petri dishes to see which microorganisms can physically displace the germs that cause crop diseases. She also isolates plant growth hormones, produced by the good microbes.

This background work on the ecology of microbes has informed Proinpa’s efforts to create a new industry of benign pest control. Jimmy Ciancas, an engineer, led us around Proinpa’s new plant, where they produce tons of beneficial bacteria and fungi to replace the chemicals that farmers use to control pests and diseases.

Proinpa also shows off the research by Dr. Alejandro Bonifacio and colleagues who are developing windbreaks of native plants and sowing wild lupines as a cover crop. This research aims to save the high Andes from the devastating erosion unleashed when the Quinoa Boom of 2010-2014 stripped away native vegetation. The soil simply blew away.

Later, we moved to Proinpa’s comfortable lunch room, which is shaded, but open to the air on three sides, perfect for Cochabamba’s climate. The place had been set up as a formal auditorium, where, for over an hour, Proinpa gave plaques to honor some of the many organizations that had helped them over the years: universities, INIAF, small-town mayors in the municipalities where Proinpa does field work. Many organizations reciprocated, giving Proinpa an award right back. Proinpa has survived because of good leadership, and because of its many friends.

In between the speeches, I got a chance to meet the man sitting next to me, Lionel Ichazo, who supervises three large, commercial farms for a food processing company in the lowlands of Eastern Bolivia. They grow soya in the summer and wheat and sorghum in the winter. Lionel confirmed what Proinpa says, that the use of natural pesticides is exploding on the low plains. Lionel uses Proinpa’s natural pesticides as a seed dressing to control disease. Lionel, who is also an agronomist and a graduate of El Zamorano, one of Latin America’s top agricultural universities (in Honduras), said that he noticed how the soil has been improving over the four years that he has used the microbes. The microorganisms were break down the crop stubble into carbon that the plants can use. Lionel added that most of the large-scale farmers are still treating their seeds with agrochemicals. But they are starting to see that the biological products work, at affordable prices, and are often even cheaper than the chemicals. Of course, the biologicals are safer to handle, and environmentally friendly. And that is key to their success. Demand is skyrocketing.

It has taken many years of research to produce environmentally-sound, biological pesticides that can convince large-scale commercial farmers to start to transition away from agrochemicals. I thought back to a time about 15 years earlier, when I saw Proinpa doing trials with farmers near Cochabamba. That was an early stage of these scientifically-sound natural products. Agricultural research is slow by nature, but like a fruit tree that takes years to mature, the wait is worth the while.

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Acknowledgements

Paul Van Mele, Graham Thiele, Rolando Oros, Jorge Blajos and Lionel Ichazo read and commented on an earlier version of this blog.

PROINPA: INVESTIGACIÓN AGRÃCOLA QUE VALE LA PENA ESPERAR

Jeff Bentley, 21 de mayo del 2023

La investigación agrícola es notoriamente lenta. Tarda años en dar frutos, y los programas financiados por donantes suelen durar poco tiempo. Pero Bolivia tuvo suerte con una organización que sobrevivió.

Empezó en 1989, cuando los suizos financiaron un proyecto nuevo, el Proyecto de Investigación de la Papa (Proinpa), en colaboración con cuatro científicos del Centro Internacional de la Papa (CIP). Casi todo el resto del personal eran jóvenes bolivianos, entre ellos muchos tesistas.

Diez años después, en 1998, llegó el momento de cerrar el proyecto, pero algunas personas visionarias de Proinpa, con el apoyo entusiasta de colegas suizos y del CIP, decidieron dar a Proinpa una nueva vida como agencia o fundación permanente.

Para entonces “Proinpa” ya tenía cierto reconocimiento como marca, así que sabiamente mantuvieron el acrónimo, pero cambiaron el nombre completo a “Promoción e Investigación de Productos Andinos”. Los dirigentes de Proinpa ya no iban a limitarse a las papas. Los suizos aportaron una dotación para cubrir los gastos básicos, pero no era suficiente para hacer funcionar toda la organización.

Proinpa pasó por momentos difíciles. Cuando dejaron de ser un proyecto, tuvieron que abandonar sus amplias oficinas de la ciudad de Cochabamba. Durante un tiempo alquilaron un viejo edificio alejado de la ciudad que había sido un centro gubernamental de control de la rabia. Más tarde, sólo pudieron pagar una planta de ese edificio. Recuerdo estar allí el día de la mudanza, hace años, cuando todos se dieron modos para entrar en el espacio más pequeño, cargando alegremente cajas de archivos para apretarse en oficinas compartidas. Estaban sobreviviendo.

Sobrevivir era importante. La investigación agraria pública en Bolivia atravesaba tiempos difíciles. El Instituto Boliviano de Investigación Agropecuaria (IBTA) cerró en 1997 y su sustituto murió pocos años después. La investigación agropecuaria estatal no se reanudó hasta 2008, cuando se creó el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF). Durante esos años, Proinpa fue un destacado centro de investigación agrícola en Bolivia, y conservó invaluables colecciones de papa y quinua.

Ese banco de semillas de papa se mantenía en Toralapa, en el campo, a unos 70 km de la ciudad de Cochabamba. Con los años, Proinpa había ampliado la colección de 1000 accesiones a 4000. Esta biodiversidad es la fuente de material genético que necesitan los fitomejoradores para crear nuevas variedades. En 2010, el Gobierno, que era propietario de la estación de Toralapa, la cedió al INIAF. Proinpa trabajó con el INIAF durante un año para garantizar una transición estable, y el Gobierno de Bolivia sigue manteniendo esa colección de papas y otros cultivos andinos.

Hace poco, Proinpa me pidió que me uniera a ellos en el acto de su 25 aniversario, celebrado en su pequeño campus, construido después de 2005. La celebración comenzó con visitas a los stands, donde Proinpa destacó sus investigaciones más importantes.

La Dra. Ximena Cadima, miembro de la Academia Boliviana de Ciencias, explicó cómo Proinpa ha usado su conocimiento de los cultivos locales para obtener 69 nuevas variedades oficialmente liberadas de papa, quinua y siete cultivos más. También animan a los agricultores a cultivar papas nativas en sus chacras, lo que también es crucial para mantener vivos estos cultivos únicos.

Luis Crespo, entomólogo, y Giovanna Plata, fitopatóloga, explicaron sus investigaciones para desarrollar alternativas ecológicas al control de plagas. Luis habló de su trabajo con las feromonas sexuales de los insectos. Una de las muchas cosas que hace es disecar polillas hembras y extraerles las glándulas de olor, que envía a una empresa en Holanda que aísla la feromona sexual de las glándulas. La empresa sintetiza la feromona, fabrica más y Proinpa la usa para cebo de trampas. Las polillas machos huelen la feromona, piensan que se trata de una hembra receptiva y vuelan hacia ella. Los machos frustrados mueren en la trampa. Las hembras no pueden poner huevos sin aparearse, lo que elimina la siguiente generación de plagas antes de que nazcan.

Giovana nos mostró cómo estudian los microbios que matan a los patógenos. Coloca diferentes hongos y bacterias en placas Petri para ver qué microorganismos pueden desplazar físicamente a los gérmenes que causan enfermedades en los cultivos. También aísla hormonas de crecimiento de plantas, producidas por los microbios buenos.

Este trabajo sobre la ecología de los microbios ha permitido a Proinpa crear una nueva industria de control natural de plagas. Jimmy Ciancas, ingeniero, nos guio por la nueva planta de Proinpa, donde producen toneladas de bacterias y hongos benéficos para sustituir a los químicos que los agricultores fumigan para controlar plagas y enfermedades.

Proinpa también nos mostró las investigaciones del Dr. Alejandro Bonifacio y sus colegas, que están desarrollando rompevientos con plantas nativas y sembrando tarwi silvestre como cultivo de cobertura. Esta investigación tiene como objetivo salvar a los altos Andes de la devastadora erosión desatada cuando el boom de la quinua de (2010-2014) arrasó con la vegetación nativa. El suelo simplemente se voló.

Más tarde, nos trasladamos al confortable comedor de Proinpa, sombreado pero abierto al aire por tres lados, perfecto para el clima de Cochabamba. El lugar había sido acondicionado como un auditorio formal, donde, durante más de una hora, Proinpa entregó placas en honor a algunas de las muchas organizaciones que les habían ayudado a lo largo de los años: universidades, INIAF, alcaldes de municipios donde Proinpa hace trabajo de campo. Muchas organizaciones reciprocaron, entregando a Proinpa premios que ellos trajeron. Proinpa ha sobrevivido gracias a un buen liderazgo y a sus muchos amigos.

Entre los discursos, tuve la oportunidad de conocer al hombre sentado a mi lado, Lionel Ichazo, que supervisa tres fincas comerciales para una empresa molinera en las tierras bajas del este de Bolivia. Cultivan soya en verano y trigo y sorgo en invierno. Lionel confirmó lo que Proinpa dice, que el uso de plaguicidas naturales se está disparando en las llanuras bajas. Lionel usa los plaguicidas naturales de Proinpa como tratamiento de semillas para controlar las enfermedades. Lionel, que también es ingeniero agrónomo y graduado de El Zamorano, una de las mejores universidades agrícolas de América Latina (en Honduras), dijo que notó cómo el suelo ha ido mejorando durante los cuatro años que ha usado los microbios. Los microorganismos descomponían los rastrojos en carbono que las plantas podían usar. Lionel añadió que la mayoría de los agricultores a gran escala siguen usando agroquímicos en el tratamiento de semillas. Sin embargo, se está viendo que los productos biológicos funcionan, con precios accesibles y hasta más baratos que los químicos. Por supuesto son más sanos para el manipuleo y amigables con el medio ambiente. Y eso es la clave del éxito de los productos. La demanda se está disparando.

Ha tomado muchos años de investigación para producir plaguicidas biológicos que cuidan el medio ambiente y que puedan convencer a los agricultores comerciales para que empiecen a abandonar los productos agroquímicos. Me acordé de una época, unos 15 años antes, cuando vi a Proinpa haciendo ensayos con agricultores cerca de Cochabamba. Aquella fue una etapa temprana de estos productos naturales con base científica. La investigación agrícola es lenta por naturaleza, pero como un árbol frutal que tarda años en madurar, la espera vale la pena.

Previamente en el blog de Agro-Insight

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Agradecimientos

Paul Van Mele, Graham Thiele, Rolando Oros, Jorge Blajos y Lionel Ichazo leyeron e hicieron comentarios valiosos sobre una versión previa de este blog.

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Organic leaf fertilizer April 16th, 2023 by

Vea la versión en español a continuación

Prosuco is a Bolivian organization that teaches farmers organic farming. Few things are more important than encouraging alternatives to chemical pesticides and fertilizers.

So Prosuco teaches farmers to make two products, 1) sulfur lime: water boiled with sulfur and lime and used as a fungicide. Some farmers also find that it is useful as an insecticide. 2) Biofoliar, a fermented solution of cow and guinea pig manure, chopped alfalfa, ground egg shells, ash, and some storebought ingredients: brown sugar, yoghurt, and dry active yeast. After a few months of fermenting in a barrel, the biofoliar is strained and can be mixed in water to spray onto the leaves of plants.

Conventional farmers often buy chemical fertilizer, designed to spray on a growing crop. But this foliar (leaf) chemical fertilizer is another source of impurities in our food, because the chemical is sprayed on the leaves of growing plants, like lettuce and broccoli.

Paul and Marcella and I were with Prosuco recently, making a video in Cebollullo, a community in a narrow, warm valley near La Paz. These organic farmers usually mix biofoliar together with sulfur lime. They rave about the results. The plants grow so fast and healthy, and these home-made remedies are much cheaper than the chemicals from the shop.

The mixture does seem to work. One farmer, doña Ninfa, showed us her broccoli. There were cabbage moths (plutella) flying around it and landing on the leaves. These little moths are the greatest cabbage pest worldwide, and also a broccoli pest. Doña Ninfa has sprayed her broccoli with sulfur lime and biofoliar. I saw very few holes in the plant leaves, typical of plutella damage, but I couldn’t find any of their larvae, little green worms. So whatever doña Ninfa was doing, it was working.

I do have a couple of questions. I wonder if, besides the nutrients in the biofoliar, if there are also beneficial microorganisms that help the plants? To know that, we would have to assay the microorganisms in the biofoliar, before and after fermenting it. Then we would need to know which microbes are still alive after being mixed with sulfur lime, which is designed to be a fungicide, i.e., to kill disease-causing fungi. The mixture may reduce the number of microorganisms, but this would not affect the quantity of nutrients for the plants. Farmer-researchers of Cebollullo have been testing different ratios of biofoliar and sulfur lime to develop the most efficient control while reducing the number of sprays, to save time and labor. This is important to them because their fields are often far from the road and far from water.

This is not a criticism of Prosuco, but there needs to be more formal research, for example, from universities, on safe, inexpensive, natural fungicides and fertilizers that farmers can make at home, and on the combinations of these inputs.

Agrochemical companies have all the advantages. They co-opt university research. They have their own research scientists as well. They have advertisers and a host of shopkeepers, motivated by the promise of earning money.

Organic agriculture has the good will of the NGOs, working with local people, and the creativity of the farmers themselves. Even a little more support would make a difference.

Previous Agro-Insight blog

Friendly germs

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Acknowledgement

Thanks to Roly Cota, Maya Apaza, and Renato Pardo of Prosuco for introducing us to the community of Cebollullo, and for sharing their thoughts on organic agriculture with us. Thanks to María Quispe, the Director of Prosuco, and to Paul Van Mele, for their valuable comments on previous versions of this story. This work was sponsored by the Collaborative Crop Research Program (CCRP) of the McKnight Foundation.

ABONO FOLIAR ORGÃNICO

Jeff Bentley, 9 de abril del 2023

Prosuco es una organización boliviana que enseña la agricultura ecológica a los agricultores. Pocas cosas son más importantes que fomentar alternativas a los plaguicidas y fertilizantes químicos.

Así, Prosuco enseña a los agricultores a hacer dos productos: 1) sulfocálcico: agua hervida con azufre y cal que se usa como fungicida. Algunos agricultores también ven que es útil como insecticida. 2) Biofoliar, una solución fermentada de estiércol de vaca y cuyes, alfalfa picada, cáscaras de huevo molidas, ceniza y algunos ingredientes comprados en la tienda: azúcar moreno, yogurt y levadura seca activa. Tras unos meses de fermentación en un barril, el biofoliar se cuela y puede mezclarse con agua para fumigarlo sobre las hojas de las plantas.

Los agricultores convencionales suelen comprar fertilizantes químicos, diseñados para fumigar sobre un cultivo en crecimiento. Pero este fertilizante químico foliar es otra fuente de contaminación en nuestros alimentos, porque el producto químico se fumiga sobre las hojas de las plantas en crecimiento, como la lechuga y el brócoli.

Paul, Marcella y yo estuvimos hace poco con Prosuco haciendo un video en Cebollullo, una comunidad ubicada en un valle estrecho y cálido cerca de La Paz. Estos agricultores ecológicos suelen mezclar biofoliar con sulfocálcio. Están encantados con los resultados. Las plantas crecen muy rápido y sanas, y estos remedios caseros son mucho más baratos que los productos químicos de la tienda.

La mezcla parece funcionar. Una agricultora, doña Ninfa, nos enseñó su brócoli. Había polillas del repollo (plutella) volando alrededor y posándose en las hojas. Estas pequeñas polillas son la mayor plaga del repollo en todo el mundo, y también del brócoli. Doña Ninfa ha fumigado su brócoli con sulfocálcico y biofoliar. Vi muy pocos agujeros en las hojas de la planta, típicos de los daños de la plutella, pero no encontré ninguna de sus larvas, pequeños gusanos verdes. Sea lo que sea, lo que doña Ninfa hacía, le daba buenos resultados.

Tengo un par de preguntas. Me pregunto si, además de los nutrientes del biofoliar ¿hay también microorganismos buenos que ayuden a las plantas? Para saberlo, tendríamos que analizar los microorganismos del biofoliar, antes y después de fermentarlo. Entonces necesitaríamos saber qué microorganismos siguen vivos después de ser mezclados con el sulfocálcico, que está diseñada para ser un fungicida, es decir, para matar hongos causantes de enfermedades. La mezcla puede que reduzca microorganismos, pero eso no debe bajar la cantidad de nutrientes favorables para las plantas. Agricultores investigadores de Cebollullo han estado probando relaciones de biofoliar y caldo sulfocálcico para desarrollar un control más eficiente y reducir el número de fumigaciones, para ahorrar tiempo y trabajo, ya que sus parcelas son de difícil acceso, y lejos de las fuentes de agua.   .

Esto no es una crítica a Prosuco, pero es necesario que haya más investigación formal, por ejemplo, de las universidades, sobre los fungicidas y abonos seguros, baratos y naturales que los agricultores puedan hacer en casa y sobre las combinaciones de estos insumos.

Las empresas agroquímicas tienen todas las ventajas. Cooptan la investigación universitaria. También tienen sus propios investigadores. Tienen propaganda en los medios masivos y una gran red de distribución comercial, con vendedores motivados por la meta de ganar dinero.

La agricultura ecológica tiene la buena voluntad de las ONGs, que trabajan con la población local, y con la creatividad de los propios agricultores. Un poco más de apoyo haría la diferencia.

Previamente en el blog de Agro-Insight

Microbios amigables

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Agradecimiento

Gracias a Roly Cota, Maya Apaza, y Renato Pardo de Prosuco por presentarnos a la comunidad de Cebollullo, y por compartir sus ideas sobre la agricultura orgánica con nosotros. Gracias a María Quispe, Directora de Prosuco, y Paul Van Mele, por leer y hacer valiosos comentarios sobre versiones previas de este relato. Este trabajo fue auspiciado por el Programa Colaborativo de Investigación de Cultivos (CCRP) de la Fundación McKnight.

 

Commercialising organic inputs February 5th, 2023 by

Nederlandse versie hieronder

As the world is waking up to address the challenges of environmental degradation and climate change, many countries realize that chemical fertilizers and pesticides are technologies of the past. While organic and ecological farmers use their ingenuity to keep pests and diseases at bay and to improve soil fertility with local inputs, the commercial sector has also seen the enormous potential to sell natural products.

Welcomed by engineer Jimmy Ciancas, at BioTop, the commercial wing of Proinpa, a Bolivian research agency headquartered in Cochabamba. Jeff, Ana, Marcella and I are impressed by the sophisticated, technical setup of the BioTop plant where they mass produce a wide range of organic inputs, such as probiotics. BioTop has invested decades of research and development into its organic inputs, testing them all on farmers’ field before producing them commercially.

After analysing local soil samples in the laboratory, the most effective micro-organisms are isolated, and then mass multiplied. Besides beneficial lactic acid bacteria and yeasts, BioTop also produces bacteria and fungi that can kill insect pests or harmful fungi. In each of their four bioreactors, they can multiply 120 litres of highly concentrated micro-organisms, once every three days. As it only takes 100 ml to spray a hectare, their current set up provides organic inputs for 400,000 hectares of agricultural land.

This technology has an enormous potential to boost organic and natural farming across the globe. It is also good to see a country like Bolivia making its own organic inputs, keeping some measure of independence from multinational corporations.

When we tell Jimmy Ciancas that we are making a farmer training video on biol, a fermented liquid fertilizer, we ask if Proinpa also makes this. “It is one of the few products that we do not produce, because there is no profit to be made with biol. It requires too much work. Also, our commercial organic inputs need to be certified by SENASAG, the national certification agency, so we need to have highly standardised products. If the label says that it contains one type of micro-organism at a given concentration, the product needs to be as stated on the label.â€

I realize that these regulations are intended to standardise products, but they also limit the ability of a company to make more complex mixtures. A spoonful of soil has thousands of species of micro-organisms, so limiting a preparation to just one species may do little to increase the diversity of a complex living soil community.

I wondered if biol could be useful to fight a soil pathogen, or to boost soil fertility, so I ask Jimmy Ciancas if biol is a useful technology for farmers. “Yes, of course it is. It enriches the complex community of soil micro-organisms with a variety of beneficial bacteria, fungi and yeasts.†As farmers mix legumes that are rich in plant hormones with the fresh manure of their animals, the micro-organisms in biol made by one farmer will differ from this made by another.

I was glad to hear an expert confirm the usefulness of biol, a low-tech technology. The training video we are making on biol will be appreciated by farmers who want to make their own solutions.

The visit to the factory reminded us that bioinputs may be profitably made on different scales. A modern company with a state-of-the-art plant can refine specific, beneficial micro-organisms and sell them to farmers in convenient bottles. Meanwhile, farmers can make their own inputs with many micro-organisms, which will also fight pests and improve the soil. Commercial and craft styles of making beneficial organisms will both be useful in the transition away from imported agrochemicals.

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Commercialisering van biologische inputs

Nu de wereld wakker wordt om de uitdagingen van de verloedering van het milieu en de klimaatverandering aan te pakken, beseffen veel landen dat chemische meststoffen en pesticiden technologieën uit het verleden zijn. Terwijl biologische en ecologische boeren hun vindingrijkheid gebruiken om plagen en ziekten op afstand te houden en de vruchtbaarheid van de bodem te verbeteren met lokale inputs, heeft ook de commerciële sector het enorme potentieel gezien om natuurlijke producten te verkopen.

Verwelkomd door ingenieur Jimmy Ciancas, bij BioTop, de commerciële vleugel van Proinpa, een Boliviaans onderzoeksinstituut met hoofdkantoor in Cochabamba. Jeff, Ana, Marcella en ik zijn onder de indruk van de geavanceerde, technische opzet van de BioTop-fabriek waar ze een breed scala aan biologische inputs, zoals probiotica, in massa produceren. BioTop heeft tientallen jaren van onderzoek en ontwikkeling geïnvesteerd in zijn biologische inputs en heeft ze allemaal getest op het veld van de boeren voordat ze commercieel worden geproduceerd.

Na analyse van lokale bodemmonsters in het laboratorium worden de meest effectieve micro-organismen geïsoleerd en vervolgens massaal vermenigvuldigd. Naast nuttige melkzuurbacteriën en gisten produceert BioTop ook bacteriën en schimmels die insectenplagen of schadelijke schimmels kunnen doden. In elk van hun vier bioreactoren kunnen ze 120 liter sterk geconcentreerde micro-organismen vermenigvuldigen, eens in de drie dagen. Aangezien er slechts 100 ml nodig is om een hectare te besproeien, levert hun huidige opzet biologische inputs voor 400.000 hectare landbouwgrond.

Deze technologie heeft een enorm potentieel om de biologische en ecologische landbouw over de hele wereld te stimuleren. Het is ook goed om te zien dat een land als Bolivia zijn eigen biologische inputs maakt, zodat het enigszins onafhankelijk blijft van multinationals.

Als we Jimmy Ciancas vertellen dat we een trainingsvideo maken over biol, een gefermenteerde vloeibare meststof, vragen we of Proinpa die ook maakt. “Het is een van de weinige producten die we niet maken, want met biol valt geen winst te maken. Het vergt te veel werk. Bovendien moeten onze commerciële biologische inputs worden gecertificeerd door SENASAG, het nationale certificeringsagentschap, dus moeten we sterk gestandaardiseerde producten hebben. Als op het etiket staat dat het één soort micro-organisme in een bepaalde concentratie bevat, moet het product zijn zoals op het etiket staat.”

Ik besef dat deze voorschriften bedoeld zijn om producten te standaardiseren, maar ze beperken ook de mogelijkheden van een bedrijf om complexere mengsels te maken. Een lepel grond bevat duizenden soorten micro-organismen, dus het beperken van een preparaat tot slechts één soort kan weinig bijdragen aan de diversiteit van een complexe levende bodemgemeenschap.

Ik vroeg me af of biol nuttig zou kunnen zijn om een bodemziekteverwekker te bestrijden, of om de vruchtbaarheid van de bodem te verhogen, dus vroeg ik Jimmy Sianca of biol een nuttige technologie is voor boeren. “Ja, natuurlijk is het dat. Het verrijkt de complexe gemeenschap van bodemmicro-organismen met een verscheidenheid aan nuttige bacteriën, schimmels en gisten.”

Aangezien boeren peulvruchten die rijk zijn aan plantenhormonen mengen met de verse mest van hun dieren, zullen de micro-organismen in biol die door de ene boer worden gemaakt, verschillen van die van een andere boer.

Ik was blij een deskundige het nut van biol, een low-tech technologie, te horen bevestigen. De trainingsvideo die we over biol maken zal gewaardeerd worden door boeren die hun eigen oplossingen willen maken.

Het bezoek aan de fabriek herinnerde ons eraan dat bio-inputs op verschillende schaalniveaus rendabel kunnen worden gemaakt. Een modern bedrijf met een ultramoderne fabriek kan specifieke, nuttige micro-organismen verfijnen en ze in handige flesjes aan de boeren verkopen. Ondertussen kunnen boeren hun eigen inputs maken met vele micro-organismen, die ook plagen bestrijden en de bodem verbeteren. Zowel commerciële als ambachtelijke methoden om nuttige organismen te maken zullen nuttig zijn bij de overgang van geïmporteerde landbouwchemicaliën.

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Give bokashi a chance April 3rd, 2022 by

Vea la versión en español a continuación

I admit that I once took a dim view of bokashi, a hand-crafted organic fertilizer made from barnyard manure and some store-bought materials, like molasses, bran, yeast, or even yoghurt (recipes vary). It takes work to make it, because it has to be stirred every day or two. I once wrote about a bokashi factory I saw in Nepal that impressed me, because I thought it might be easier for busy farmers to buy bokashi, and skip all the work of mixing it.

But this past February I met an innovative farmer, Héctor Casa, in Tunicuchí, in the Andes of central Ecuador. Don Héctor does not have a lot of time or money, but he is able to use bokashi on his small, mixed farm of pigs, guinea pigs, potatoes and vegetables. He graciously took time off from his job in a plywood factory to let Marcella and Paul film him for a video on seed potatoes.

Don Héctor starts his bokashi by making compost from his animals’ manure. He adds soil, rice husks, rock phosphate, lime, molasses and whey. He also adds microorganisms: a water solution that includes a few handfuls of forest soil. For good measure he puts in some biol, a fermented, liquified manure which is also rich in beneficial germs.

I watched as don Héctor deftly stirred each ingredient one at a time into a pile, shoveling it all over again with each addition, thoroughly blending it. It’s hard work, but he makes it look easy. But when he turned over a large, plastic sheet, I realized he had a second pile, with about five tons of finished bokashi. I’ve rarely seen that much of the stuff in one place, because it is requires some patience to make, and some store-bought materials.

Don Héctor had made his five tons of bokashi over two weeks, shoveling it over thoroughly every day, but now his work was about to pay off. It was ready to take to the field, and he was pleased that his bokashi was more than fertilizer; it would also protect his crops from pests and diseases. He explained that the good microbes he cultured in the bokashi would help to control potato diseases. “The microorganisms eat the bad fungi. They eliminate them.â€

Then don Héctor took us to see his potato crop, not a garden, but a commercial field of healthy potatoes. These are some of the few potatoes grown in an environmentally-friendly way in the whole of highland Ecuador, where chemical fertilizer is commonly used along with fungicides and insecticides.

Don Héctor does use bokashi to keep the soil fertile. But bokashi also acts as a fungicide of sorts, as it adds good microbes to the earth, which help to keep down soil-borne diseases.

Bokashi alone would not be enough to keep pests and diseases away. To manage the Andean potato weevil and the potato tuber moth, don Héctor hills up the potatoes. Three times per season he and his helpers heap soil up around the base of each potato plant. The third time, they pile the soil really high, just as the potatoes are flowering and the plants have reached their full height.

“The tuber moth lays its eggs at the base of the potato plant, and when the worms hatch, they move down into the potato,†don Héctor explains. “By hilling up lots of soil I make a barrier that protects the potatoes from the moths and its worms.†As an added advantage, the extra soil around each potato plant gives the tubers room to grow. They can’t develop unless they are blanketed in soft earth.

We visited don Héctor with Ecuadorian seed researcher Israel Navarrete, who was especially taken by rows of maize that Héctor had planted around his crop. Don Héctor said that the rows of corn formed a barrier that kept disease out of the potato crop. Israel called it positive deviance: “being odd, but in a good way.â€

The idea may be odd, but it also seemed to be working. We saw that the neighboring fields were not doing as well as this healthy one. One neighbor sprayed insecticide on his potatoes, and the leaves were damaged by the potato tuber moth, while don Héctor’s crop had little visible insect damage. Other nearby potato plants were stunted by herbicides, where farmers tried to spray to avoid the work of weeding and hilling up their crop. Don Héctor’s organic potato plants were larger, and a healthy green.

I used to doubt the value of bokashi, because I saw it as fertilizer, expensive and tedious to make. But in reality, bokashi also acts as a fungicide, replenishing some of the good microorganisms that conventional agriculture kills. Innovative farmers combine bokashi with other techniques, like carefully hilling up the potatoes, and encircling them with a protective crop of maize. This integrated approach seems to be working, and is worthy of formal study by researchers.

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Acknowledgements

Thanks to Ing. Victoria López (Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias—INIAP), and Ing. Nancy Panchi and Dr. Israel Navarrete (both of the International Potato Center—CIP) for introducing us to innovative potato farmers in Cotopaxi, Ecuador. Victoria, Israel and Paul Van Mele read a previous version and made valuable comments

BOKASHI ES MÃS QUE FERTILIZANTE

Jeff Bentley, 3 de abril del 2022

Yo antes veía con escepticismo al bokashi, un abono orgánico hecho a mano con estiércol y algunos materiales comprados en la tienda, como melaza, salvado, levadura o incluso yogurt (las recetas varían). También requiere trabajo, porque hay que removerlo cada día o dos. Una vez escribí sobre una fábrica de bokashi que vi en Nepal y que me impresionó, porque pensé que sería más fácil para los atareados agricultores comprar bokashi y evitar el trabajo de mezclarlo.

Pero el pasado febrero conocí a un agricultor innovador, Héctor Casa, en Tanicuchí, en los Andes centrales de Ecuador. Don Héctor no tiene mucho tiempo ni dinero, pero logra usar el bokashi en su pequeña granja mixta de cerdos, cuyes, papas y verduras. Él amablemente tomó un tiempo libre de su trabajo en una fábrica de madera para dejar que Marcella y Paul le filmaran para un video sobre la semilla de papa.

Don Héctor empieza su bokashi haciendo compost con el estiércol de sus animales. Añade suelo, cáscara de arroz, fosfato de roca, cal, melaza y suero. También añade microorganismos: una solución de agua con unos puñados de tierra del bosque. Además, agrega un poco de biol, un estiércol fermentado y licuado que también es rico en microbios beneficiosos.

Observé cómo don Héctor revolvía hábilmente cada ingrediente, de uno en uno, en un montón, removiéndolo todo de nuevo con cada adición, mezclándolo completamente. Es un trabajo duro, pero él lo hace parecer fácil. Me sorprendió que, al destapar un bulto que había tapado con un toldo de plástico, tenía unas cinco toneladas más de bokashi terminado. Rara vez he visto tanto, porque hacerlo requiere cierta paciencia y algunos materiales comprados en la tienda.

Don Héctor había hecho sus cinco toneladas de bokashi durante dos semanas, moviéndolo cada día, pero ahora su trabajo estaba a punto de dar sus frutos. Estaba listo para llevarlo al campo, y se alegró de que su bokashi fuera más que un fertilizante: también protegería sus cultivos de las plagas y enfermedades. Explicó que los microbios buenos que cultivó en el bokashi ayudarían a controlar las enfermedades de la papa. “Los microorganismos se comen los hongos malos. Los eliminan”.

Luego don Héctor nos llevó a ver su cultivo de papas, no un huerto, sino un campo comercial de papas sanas. Estas son algunas de las pocas papas que se cultivan de manera amigable con la naturaleza en todo el altiplano ecuatoriano, donde suelen usar fertilizantes químicos junto con fungicidas e insecticidas.

Don Héctor sí usa el bokashi para mantener la fertilidad del suelo. Pero el bokashi también actúa como una especie de fungicida, ya que añade microbios buenos a la tierra, que ayudan a evitar las enfermedades transmitidas por el suelo.

El bokashi solito no es suficiente para evitar las plagas y enfermedades. Para controlar el gorgojo de los Andes y la polilla de la papa, don Héctor aporca las papas. Tres veces por campaña, él y sus ayudantes aporcan suelo alrededor de la base de cada planta de papa. La tercera vez, amontonan la tierra muy alta, justo cuando las papas están floreciendo y las plantas han alcanzado su máxima altura.

“La polilla de la papa pone sus huevos en la base de la planta de la papa, y cuando los gusanos nacen del huevo, bajan a la papa”, explica don Héctor. “Al poner mucha tierra hago una barrera que protege a las papas de la polilla y sus gusanos”. Como ventaja adicional, la tierra extra alrededor de cada planta de papa da a los tubérculos espacio para crecer. No pueden desarrollarse si no están cubiertos de tierra blanda.

Visitamos a don Héctor con el investigador ecuatoriano en semillas Israel Navarrete, a quien le llamaron especialmente la atención las hileras de maíz que Héctor había plantado alrededor de su cultivo. Don Héctor dijo que las hileras de maíz formaban una barrera que mantenía las enfermedades fuera del cultivo de papas. Israel lo llamó desviación positiva: “ser raro, pero en el buen sentido”.

La idea podría parecer extraña, pero por lo visto, funcionaba. Vimos que a los campos vecinos no les iba tan bien como a este sano. Un vecino fumigó sus papas con insecticida y las hojas fueron dañadas por la polilla de la papa, a diferencia del cultivo de don Héctor. Otras plantas de papa cercanas están marchitadas por los herbicidas, donde los agricultores intentaron fumigar para evitar el trabajo de deshierbar y aporcar su cultivo. A cambio las plantas de don Héctor eran grandes y un verde exuberante.

Yo antes dudaba del valor del bokashi, porque lo veía como un fertilizante, que costaba trabajo y dinero. Pero en realidad, el bokashi también actúa como fungicida, reponiendo algunos de los microorganismos buenos que la agricultura convencional mata. Los agricultores innovadores combinan el bokashi con otras técnicas, como aporcar cuidadosamente las papas y rodearlas de un cultivo protector de maíz. Este enfoque integrado parece funcionar, y merece ser estudiado formalmente por los investigadores.

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Agradecimientos

Gracias a la Ing. Victoria López (Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias-INIAP), y a la Ing. Nancy Panchi y al Dr. Israel Navarrete (ambos del Centro Internacional de la Papa-CIP) por presentarnos a los innovadores productores de papa de Cotopaxi, Ecuador. Victoria, Israel y Paul Van Mele leyeron una versión previa e hicieron comentarios valiosos.

 

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