Vea la versión en español a continuación
I like to teach adults, because I learn as much from them as they learn from me.
Last week I taught a writing course to a group of Bolivians (mostly agronomists) in Anzaldo, a small town in Cochabamba department. During the five days, students write a fact sheet on a topic for farmers, and then take a draft to the villages, to gather the farmers’ comments. We call this a “farmer peer reviewâ€. Eric, Paul and I have used this simple method in many countries to get direct feedback from farmers to make the prose clearer and simplify the technology described in the fact sheet.
My eight students wrote five fact sheets. Juan Vallejos and Maura Lazarte co-authored one on how to prepare the seed of tarwi (the Andean lupine with the edible seeds) with practical tips for getting a bigger harvest from farmer-saved seed.
And on the second of August, Juan, Maura and the other adult students showed up in a village called Phinkina, holding a fact sheet in Spanish, written for Quechua-speaking farmers. We could have written the fact sheets in Quechua. Like any human language, Quechua can be written, but few people know how to read this native language. Quechua people who can read, are literate in Spanish.
As always, I had given the students three options.
First, invite the farmers to read the fact sheet.
Second option, if reviewers can’t read, read the fact sheet out loud to them exactly as it is written.
Third, if the farmer can’t understand the national language (in this case, Spanish), translate the fact sheet for her, word for word, into the local language (Quechua).
But sometimes adult students politely ignore your suggestions. In Phinkina, Juan and Maura went to visit a farmer and her two young daughters. Juan speaks fluent Quechua, and he started by asking the farmer if she would read the fact sheet. She said that she didn’t read much, but that she understood some Spanish. But instead of translating the fact sheet, Juan read it to her, one sentence at a time, in Spanish, and then asked her in Quechua what the sentence was about. The farmer began to essentially translate each short sentence into Quechua. It was a systematic way to see which parts of the paper she understood and which phrases needed to be improved.
For example, the farmer explained that she did not understand the difference between “insecticide†and “fungicide.â€
And she balked at the description of the dessicated grains. Farmers here say that the dried up grains are “sucked†(chupados) or “empty†(ch’usus).
Later that afternoon, in the neighboring village of Tijrasqa, I watched Maura use the same method to review the fact sheet with another farmer.
For example, when Maura read that the disease attacks in the “early stages†of the plant’s life, the farmer didn’t understand, so Maura explained it.
“Why not say ‘just when the plant comes up?’†the farmer asked. Simple words are often the most powerful.
During the reading, this second farmer cradled a green, plastic bucket in her arm. Tarwi is one of the main crops here, so the fact sheet on tarwi seed held her attention.
A few steps away, children were dancing in the village school, to honor the memory of 2 August 1953, when the Agrarian Reform was signed, in nearby Ucureña, in the Valle Alto.
The farmer’s bucket was full of chuchusmut’i, which is what tarwi grains are called when they are prepared as a snack food. The farmer had brought them to sell to the parents and teachers at the school. When the farmer finished reviewing the fact sheet she scooped out a generous bag full of chuchusmut’i and proudly handed it to us, as a gift, as though the fact sheet was valuable enough that she wanted to give us something in return.
But we had already been rewarded with the farmers’ suggestions. Later, all the students edited their fact sheets, taking their readers’ ideas on board. The students had learned a valuable lesson about writing for their audience. And I learned a new way to review fact sheets.
Acknowledgements
Our course was sponsored by the Collaborative Crop Research Program, McKnight Foundation www.ccrp.org, with logistical support from the Proinpa Foundation www.proinpa.org.
Further reading
You can download fact sheets and videos at www.accessagriculture.org.
If you need help finding a fact sheet, write to me at jeff@agroinsight.com.
APRENDER DE LOS ESTUDIANTES
21 de agosto del 2016, por Jeff Bentley
Me gusta enseñar a los adultos, porque aprendemos los unos de los otros.
La semana pasada di un curso de redacción a un grupo de agrónomos y otros profesionales en Anzaldo, un pueblo pequeño en el departamento de Cochabamba, Bolivia. Durante los cinco dÃas del curso, los estudiantes escriben hojas volantes para campesinos, y luego se las llevan a las comunidades, para recibir los comentarios de los comuneros. Es lo que llamamos una “revisión por árbitros agricultoresâ€. Con Eric y Paul hemos usado este sencillo método en muchos paÃses para obtener la retroalimentación directa de los agricultores, la cual nos ayuda a escribir con una prosa más clara y simplificar la tecnologÃa que se describe en la hoja volante.
Esa semana, mis ocho estudiantes escribieron cinco hojas volantes. Juan Vallejos y Maura Lazarte eran los co-autores de una sobre cómo preparar la semilla de tarwi (la lupina andina con las semillas comestibles). Incluyeron sugerencias prácticas sobre cómo cosechar más, con la semilla guardada por los agricultores.
Asà que el dos de agosto, Juan, Maura y los otros estudiantes adultos llegaron a la comunidad de Phinkina, llevando sus hojas volantes en castellano, escritas para campesinos que hablan quechua. PodrÃamos haber escrito las hojas volantes en quechua. Igual que todo idioma humano, el quechua se puede escribir, pero pocas personas saben leer este idioma nativo. Si alguien que habla quechua puede leer, lee en español.  Como siempre, a mis estudiantes adultos les di tres opciones.
Primero, invitar a los campesinos a leer la hoja volante.
Segunda opción, si los árbitros no saben leer, lean la hoja volante para ellos en voz alta, tal como está escrita.
Tercero, si la agricultora no entiende el idioma nacional (en este caso, español), traduzca la hoja volante para ella, palabra por palabra, en el idioma local (quechua).
Felizmente, mis estudiantes adultos no siembre me hacen caso. En Phinkina, Juan y Maura visitaron a una campesina con sus dos hijitas. Juan habla fluidamente el quechua, y comenzó preguntando a la agricultora si estarÃa dispuesta a leer la hoja volante. Ella respondió que no sabÃa leer mucho, pero que sà entendÃa algo del castellano. Pero en vez de traducir la hoja volante, Juan se la leyó, una oración a la vez, en español, y luego le preguntó en quechua de qué se trataba la oración. La agricultora empezó a más o menos traducir las cortas oraciones al quechua. Era una manera sistemática de ver qué partes de la hoja volante ella entendÃa y cuáles frases habÃa que mejorarse.
Por ejemplo, la agricultora explicó que no entendÃa la diferencia entre “insecticida†y “fungicida.â€
Rechazó la descripción de los granos desecados. Aquà los campesinos los llaman “chupados†o “ch’usus†(vacÃos) a esos granos.
Más tarde, en la comunidad vecina de Tijrasqa, estuve presente cuando Maura usó el mismo método para revisar su hoja volante con otro agricultor.
Por ejemplo, cuando Maura leyó que la enfermedad ataca en las “primeras etapas†del cultivo, la agricultora no entendió, asà que Maura se le explicó.
“¿Por qué no decir ‘apenas que salga la planta?’†preguntó la agricultora. Las palabras más sencillas frecuentemente son las más poderosas.
Durante la lectura, esta segunda agricultora tenÃa en las manos un balde de plástico verde. Tarwi es uno de los cultivos principales aquÃ, por lo tanto la hoja volante le captó la atención.
A unos pasos, los niños bailaban en su colegio, en honor a la memoria del 2 de agosto del 1953, cuando se firmó la Ley de la Reforma Agraria, no muy lejos de aquÃ, en Ucureña, en el Valle Alto.
El balde estaba lleno de chuchusmut’i, que son los granos de tarwi preparados para comer como un bocadillo. La agricultora los habÃa traÃdo para vender a los pares y profesores del colegio. Cuando la agricultora terminó de revisar la hoja volante, llenó su tutuma de chuchusmut’i y orgullosamente nos regaló una porción generosa, como si la hoja volante fuera tan valiosa que ella querÃa agradecernos con algo.
Pero nosotros ya habÃamos sido premiados, con las sugerencias de la gente local. Más tarde, los estudiantes adultos editaron sus hojas volantes, tomando en cuenta las ideas de sus lectores. Los estudiantes aprendieron una lección valiosa sobre cómo escribir para su audiencia. Y yo aprendà una nueva manera de revisar las hojas volantes.
Agradecimientos
Nuestro curso fue auspiciado por el Collaborative Crop Research Program de la Fundación McKnight www.ccrp.org, con el apoyo logÃstico de la Fundación Proinpa www.proinpa.org.
Lectura adicional
Se puede bajar hojas volantes y videos en la página www.accessagriculture.org.
Si le puedo ayudar a encontrar una hoja volante, escrÃbame al jeff@agroinsight.com.