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Awakening the seeds December 16th, 2018 by

Vea la versión en español a continuación.

In much of the Bolivian Altiplano, the native vegetation has been largely stripped away. A few people are doing something to replant the vegetation, but it is surprisingly difficult to germinate the seeds of native plants.

These Andean high plains were once covered by scrub land, comprising low-lying bushes, needle grasses and other hardy plants well adapted to the harsh conditions. Llamas foraged on this waist-high forest without damaging it. But as more land was plowed up for quinoa, and more of the bushes were cut for firewood, the native vegetation started to vanish.

Rural families in this part of Bolivia used to make long, narrow stacks of dried brush. But the bushes are now mostly gone, and so are the stacks of firewood.

Fortunately, explains plant researcher, Dr. Alejandro Bonifacio, people are now cooking with bottled natural gas, so they don’t need to uproot brush for firewood, but this respite has come too late. In many places, the deforestation has been so complete that there are no seed-bearing plants left to provide for natural regeneration. So, Dr. Bonifacio and his team travel around the Altiplano, collecting seed of different shrubs, planting the seed in nurseries and then taking the seedlings to sympathetic farmers who are interested in restoring the dry plains.

Seeds of wild plants will seldom germinate if simply scattered on the ground. The plants are adapted to harsh environments, and the seed enters dormancy, only to be awakened by the kiss of some specific environmental signal.

Bonifacio and his students study each plant to determine what will break its dormancy.  For example, the k’awchi, a small woody plant, is so adapted to this land of high winds and rocky soil that its tiny seed must be tumbled over the rough ground and “scarified†before it will germinate. Bonifacio and his team have also learned that it can be scarified by rubbing it in sand or by putting it in a weak solution of sodium hypoclorite for 20 minutes.

On the arid Altiplano, much of the native vegetation is cactus, some of it bearing delicious fruit. In a boutique restaurant in the big city of La Paz, Bonifacio was shocked to that the chef was asking for a supply of one native cactus, called achakana. Yes, achakana is edible, but it takes many years to grow to the size of a tennis ball. The Aymara people used to eat the cactus as famine food when the crops failed, but achakana could be driven to extinction if it starts to be served up in the fashionable eateries of La Paz. So, Bonifacio taught himself how to propagate it.

It was tricky. At first, the seed failed to germinate. Bonifacio learnt that as the fruit matures the seed goes into a deep dormancy. Then one day by serendipity Bonifacio discovered a little bag of fruit had had been harvested green and then forgotten. When he opened the rotting fruit, he found that all of the seeds were germinating. He proudly showed me a small, three-year old plant that he had grown from seed.

The pasak’ana is another endangered cactus that grows so tall that the Andean people once used its ribs to roof their houses. The fruit is also delicious, yet getting the seed to germinate was impossible. Then Bonifacio found that the pasak’ana seed would germinate if it was taken from immature fruit. With the help of a student he now has 1200 little pasak’ana plants, all in demand from a municipal government in Oruro which wants to plant them out.

More people than ever want to grow native plants for fruit, fodder and soil conservation, but each species has its own unique requirements for coming to life. Fortunately, there are patient researchers working to unlock these mysteries and come up with practical recommendations that can help restore degraded lands.

Scientific names

The k’awchi is Suaeda foliosa, belonging to the unfortunately named “seepweed†genus.

The achakana is Neowerdemannia vorwerckii.

The pasak’ana is Trichocereus pasacana (Echinopsis atacamensis subs. pasacana)

DESPERTANDO LAS SEMILLAS

Por Jeff Bentley, 16 de diciembre del 2018

En gran parte del Altiplano Boliviano, la vegetación nativa ha sido arrancada. Hay personas que se dedican a replantar la vegetación, pero es sorprendentemente difícil germinar las semillas de plantas nativas.

Estos altiplanos andinos estaban cubiertos de t’olares (matorrales), que incluían arbustos bajos, paja brava y otras plantas fuertes y bien adaptadas a las duras condiciones. Las llamas se forrajeaban en este bosque enano sin dañarlo. Pero a medida que más tierra fue arada para la quinua, y más arbustos fueron cortados para leña, la vegetación nativa comenzó a desaparecer.

Las familias rurales de esta parte de Bolivia solían amontonar las t’olas, o arbustos, en forma de cercos largos y delgados, para leña.  Pero la mayoría de los arbustos han desaparecido, así como los montones de leña.

Afortunadamente, explica el investigador de plantas, el Dr. Alejandro Bonifacio, la gente ahora cocina con gas natural en garrafa, así que no necesitan arrancar las t’olas para leña, pero este respiro ha llegado muy tarde. En muchos lugares, la deforestación ha sido tan completa que ya no quedan plantas madres para la regeneración natural. Así, el Dr. Bonifacio y su equipo viajan por el Altiplano, recolectando semillas de diferentes arbustos, sembrando las semillas en viveros y luego llevando los plantines a agricultores que simpatizan con la revegetación de las pampas secas.

Las semillas de las plantas silvestres rara vez germinan si simplemente se echan al suelo. Las plantas se adaptan a ambientes hostiles, y la semilla entra en dormancia, sólo para ser despertada por el beso de alguna señal ambiental específica.

Bonifacio y sus alumnos estudian cada planta para determinar qué romperá su dormancia.  Por ejemplo, el k’awchi, una pequeña planta leñosa, está tan adaptado a esta tierra de vientos fuertes y suelo pedregosa que su pequeña semilla tiene que caer sobre el suelo áspero y “escarificarse” para poder germinar. Bonifacio y su equipo también han aprendido que una alternativa frotarlo en arena o dejar la semilla por 20 minutos en una solución débil de hipoclorito de sodio.

En el árido Altiplano, gran parte de la vegetación nativa es de cactus, algunos de los cuales producen ricos frutos. En un restaurante boutique en la gran ciudad de La Paz, Bonifacio se sorprendió al ver un cactus nativo, llamado achakana, solicitado para el menú. La achakana sí es comestible, pero tarda muchos años para alcanzar el tamaño de una pelota de tenis. Los aymaras solían comer el cactus como alimento en tiempos de hambre cuando las cosechas fallaban, pero la achakana podría llegar a la extinción si empiezan a ser servirla en los restaurantes de moda de La Paz. Así que Bonifacio se enseñó a sí mismo a propagarlo.

Fue difícil. Al principio, la semilla no pudo germinar. Bonifacio aprendió que a medida que el fruto madura, la semilla entra en una profunda dormancia. Un día, por casualidad, Bonifacio descubrió que una bolsita de fruta había sido cosechada verde y luego olvidada. Cuando abrió el fruto podrido, descubrió que todas las semillas estaban germinándose. Con orgullo me mostró una pequeña planta de tres años que él había cultivado a partir de una semilla.

El pasak’ana es otro cactus en peligro de extinción que crece tan alto que los andinos usaban sus palos para techar sus casas. La fruta también es deliciosa, sin embargo, hacer que la semilla germine era imposible. Entonces Bonifacio descubrió que la semilla de pasak’ana germinaría si se tomaba de un fruto inmaduro. Con la ayuda de un estudiante, ahora tiene 1200 pequeñas plantas de pasak’ana, todas solicitadas por un gobierno municipal de Oruro que quiere plantarlas.

Hoy en día mucha gente quiere cultivar plantas nativas para la conservación de la fruta, el forraje y el suelo, pero cada especie tiene sus propias necesidades únicas para volver a la vida. Afortunadamente, hay pacientes investigadores que trabajan para desvelar estos misterios y presentar recomendaciones prácticas que pueden ayudar a restaurar las tierras degradadas.

Nombres científicos

El k’awchi is Suaeda foliosa.

La achakana es Neowerdemannia vorwerckii.

La pasak’ana es Trichocereus pasacana (Echinopsis atacamensis subs. pasacana)

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