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Francisco “Pacho” Gangotena grew up in the countryside of Ecuador and decided that the best way to help smallholder farmers was to get an education. So, he went abroad for a Ph.D. in anthropology. He came home feeling like “the divine papaya”, he says, thinking that he could change the world with his doctorate.
After a year of teaching at the university, Pacho wanted do something more practical, so he and his wife Maritza sold the house and the car and bought four hectares of land for farming not too far from Quito. But making this work was going to be a huge challenge. The land had no trees and the soil was degraded.
From day one, the family decided that they would use no agrochemicals. They gradually improved the soil by recycling the crop residues and manure back into the soil. Pacho estimates that in this way the family has applied the equivalent of 4000 truckloads of compost since he first began farming here over 35 years ago.
I met Pacho recently on his farm in Puembo, in the Ecuadorian Andes, where he happily showed me and a few other visitors his four dairy cows. He puts sawdust in their stall to absorb their manure and urine. Each cow eats 90 kilos of feed daily and produces about 70 kilos of waste every day, equivalent to 25 tons of organic fertilizer each year for every cow. A single cow can fertilize one hectare of crops. All the manure goes onto the farm, along with all of the composted crop residues.
Pacho rotates his vegetable crops on his four-hectare farm. Potatoes are followed by broccoli, lettuce, radishes and green beans. He employs ten people and is proud that his small farm can give jobs to local families by producing healthy vegetables to sell direct to consumers in the local markets.
His grown son and daughter have also found work on the farm. Pacho jokes that he has retired and that now his daughter is his boss—and a pretty demanding one.
Besides recycling organic matter, Pacho also has some more unusual strategies for building up the soil. He enriches it with wood ash from pizzerias and with powdered rock from quarries. As the quarries cut stone, they leave behind a lot of powdered rock, as waste, which Pacho collects. Rocks are rich in minerals (with up to 80 elements) and are one of nature’s main components of soil.
Pacho is up front about his limitations, which adds to his credibility. A new phytoplasma disease (punta morada) is sweeping Ecuador, wiping out potato fields, including his. He also has to import vegetable seed from the USA and Europe.
But Pacho’s vegetable fields are lush, like gardens, and now surrounded by trees that the family has planted “providing room, board and employment for the birds and for beneficial insects,” Pacho explains. An ornithologist friend counted 32 bird species on the farm, including 22 insectivores. Pacho is convinced that the birds help him to control pests without the need for insecticides. Predatory insects also provide a natural biological control of pests.
He also thinks that it is important to share what he has learned, welcoming around 32,000 smallholders to visit his farm over the years. It helps that he was the director of Swiss Aid in Ecuador for 20 years and has built a large network of collaborating farmers. Many come in groups, and some stay for several days to learn about organic farming and agroecology.
The farm’s family and staff feed us a big lunch of kale salad, potato soup and a lasagna made with green leaves instead of pasta. All vegetarian and delicious. The farm has a clear emphasis on nutritious food and produces lots of it. By intercropping and rotating crops, they get 92 tons of vegetables and other crops per hectare each year, a more than respectable yield by any standard. Since buying the farm, the organic matter, or carbon held in the soil has increased from 2% to 12% or more. In a hectare that is at least 500 tons of carbon.
Not everyone is in favor of organic, biological agriculture. For example, in an otherwise excellent book, Enlightenment Now, Steven Pinker argues that organic agriculture is not sustainable, because it supposedly uses more land that conventional agriculture.
In fact, in developing countries organic agriculture yields 80% more than conventional agriculture, but without the yield stagnation or decline that occurs with the high use of external inputs (see Uniformity in Diversity by IPES Food).
But Pinker, in his characteristic optimism, also writes that even though climate change is the world’s most serious problem, it can be solved if we really work on it.
That brings us back to the Gangotena family farm, which is providing jobs, and lots of healthy food, while removing carbon from the air where it is harmful and putting it underground where it is useful. Organic agriculture may be one of the world’s greatest techniques for sequestering carbon from the atmosphere, storing in the soil as rich, black earth for productive farming.
Further reading
Pinker, Steven 2018 Enlightenment Now: The Case for Reason, Science, Humanism and Progress. London: Penguin Books.
IPES Food 2016 From Uniformity to Diversity: A paradigm shift from industrial agriculture to diversified agroecological systems. International Panel of Experts on Sustainable Food Systems.
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Acknowledgements
Thanks to Pacho Gangotena and his family for their generosity of spirit and for the example they set, to Ross Borja and Pedro Oyarzún of EkoRural for organizing the visit to the farm. EkoRural is supported in part by the McKnight Foundation. Thanks to Ross Borja, Pedro Oyarzún, Claire Nicklin, Pacho Gangotena, Paul Van Mele and Eric Boa for reading an earlier draft of this story.
LA LUZ DE LA AGROECOLOGÍA
Por Jeff Bentley, 4 de agosto del 2019
Francisco “Pacho” Gangotena creció en el campo en Ecuador y decidió que la mejor manera de ayudar a los campesinos era obtener una educación. Así que, se fue al exterior para hacer un doctorado en antropología. Llegó a casa sintiéndose como “la divina papaya “, dice, pensando que podría cambiar el mundo con su doctorado.
Después de un año de enseñar en la universidad, Pacho quería hacer algo más práctico, así que él y su esposa Maritza vendieron la casa y el auto y compraron cuatro hectáreas de tierra cerca de Quito. Pero la agricultura iba a ser un gran desafío. La tierra no tenía árboles y el suelo estaba degradado.
Desde el primer día, la familia decidió que no usaría agroquímicos. Poco a poco mejoraron el suelo volviendo a incorporar los rastrojos y el estiércol. Pacho estima que de esta manera la familia ha aplicado el equivalente a 4000 camiones de compost desde que empezaron a trabajar la tierra hace 35 años.
Conocí a Pacho hace poco en su finca en Puembo, en los Andes ecuatorianos, donde con toda felicidad él mostró a mí y a algunos otros visitantes sus cuatro vacas lecheras. Pone aserrín en su establo para absorber el estiércol y la orina. Cada vaca come 90 kilos de alimento al día y produce unos 70 kilos de estiércol al dia, unas 25 toneladas de abono orgánico por vaca, al año. Cada vaca fertiliza una hectárea. Todo el estiércol fertiliza el suelo junto con los rastrojos del campo convertidos en compost.
Pacho rota sus cultivos en sus cuatro hectáreas de cultivo que constituyen su finca. Después de las papas pone brócoli, lechuga, rábanos y arvejas. Emplea a diez personas y está orgulloso de que su pequeña finca dé empleo a las familias locales, produciendo verduras sanas para venderlas directamente a los consumidores en los mercados locales.
Su hijo y su hija también traban en la finca. Pacho bromea que se ha jubilado y que ahora su hija es su jefa, y que es muy dura.
Además de reciclar la materia orgánica, Pacho también tiene algunas estrategias más originales para crear suelo. La enriquece con ceniza de leña de pizzerías y con el polvo de roca de las canteras. Como las canteras cortan piedra, dejan mucha roca en polvo, como desecho, que Pacho recoge. La rocas son ricas en minerales (hasta 80 elementos) y constituyen uno de los principales componentes naturales del suelo.
Pacho admite francamente sus limitaciones, lo cual le da más credibilidad. Un nuevo fitoplasma (una enfermedad—punta morada) está arrasando con las papas del Ecuador, incluido las suyas. También tiene que importar varias de sus semillas de hortalizas de los Estados Unidos y Europa.
Pero las hortalizas de Pacho son exuberantes, como jardines, y ahora están rodeados de árboles que la familia ha plantado “para dar ‘room and board’ y trabajo a los pájaros e insectos benéficos”, explica Pacho. Un amigo ornitólogo contó 32 especies de aves en la granja, incluyendo 22 insectívoros. Pacho está convencido de que las aves le ayudan a controlar las plagas sin necesidad de usar insecticidas. Los insectos depredadores también hacen un control biológico natural de las plagas.
También cree que es importante compartir lo que ha aprendido y 32.000 campesinos han visitado su granja a lo largo de los años. Es una ventaja haber sido director de Swiss Aid en Ecuador durante 20 años y ha creado una amplia red de agricultores colaboradores. Muchos vienen en grupos, y algunos se quedan varios días para aprender sobre la agricultura orgánica y la agroecología.
La familia y el personal de la granja nos alimentan con un gran almuerzo de ensalada de col rizada, sopa de papas y una lasaña de hojas verdes sin pasta. Todo vegetariano y delicioso. La finca tiene un claro énfasis en la comida nutritiva, la cual produce en abundancia. A través del policultivo y la rotación de cultivos, obtienen 92 toneladas de hortalizas y productos agrícolas por año en las cuatro hectáreas, por año, más que respetables bajo cualquier sistema. Desde que compró la finca, la materia orgánica o carbono retenido en el suelo ha subido del 2% al 12% o más. En una hectárea de al menos 500 toneladas de carbono.
No todos están a favor de la agricultura orgánica y biológica. Por ejemplo, en un libro por lo demás excelente, Enlightenment Now, Steven Pinker argumenta que la agricultura orgánica no es sostenible, porque supuestamente usa más tierra que la agricultura convencional.
De hecho, en los países en desarrollo la agricultura orgánica rinde un 80% más que la agricultura convencional, pero sin los rendimientos estancados o en disminución que sucede con el alto uso de insumos externos (véase Uniformity in Diversity por IPES Food).
Pero Pinker, con su característico optimismo, añade que aunque el cambio climático es el problema más grave del mundo, puede resolverse si realmente trabajamos en eso.
Esto nos lleva de nuevo a la granja de la familia Gangotena, que crea puestos de trabajo y produce abundantes alimentos saludables, a la vez que extrae el carbono del aire donde hace daño y lo pone bajo tierra donde hace bien.
Leer más
Pinker, Steven 2018 Enlightenment Now: The Case for Reason, Science, Humanism and Progress. London: Penguin Books.
IPES Food 2016 From Uniformity to Diversity: A paradigm shift from industrial agriculture to diversified agroecological systems. International Panel of Experts on Sustainable Food Systems.
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Agradecimientos
Gracias a Pacho Gangotena y su familia por su espíritu generoso y por el ejemplo que nos dan, a Ross Borja y Pedro Oyarzún de EkoRural por organizar la visita a la granja. EkoRural recibe apoyo de la Fundación McKnight. Gracias a Ross Borja, Pedro Oyarzún, Claire Nicklin, Pacho Gangotena, Paul Van Mele y Eric Boa por leer una versión anterior de esta relación.