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Naturally affordable March 5th, 2023 by

Certified organic farmers often complain that they need higher prices for their produce, but this means that they will only sell to rich people. The poor won’t have access to this healthy food.

I learned this recently from Mariana Alem, a Bolivian biologist of the AGRECOL Andes Foundation, which is working with smallholder producers to grow and sell affordable organic food in low and middle income areas in the Cochabamba Valley, in Bolivia.

Since 2019, Mariana and her colleague María Omonte, an agronomist, have worked with 36 farmers, mostly women, who were already selling produce in local fairs. The farmers self-declared that their produce was free of agrochemicals. The farmers self-declared that their produce was free of agrochemicals. To build rapport in the group, the women organized themselves to visit each other for a peer review. It started as a kind of inspection, but as the women get to know each other, these visits became a chance to exchange seeds or to share information about topics like recipes for controlling pests without chemicals.

Mariana and María found one group of these farmers at a market called El Playón, in a low-income neighborhood on the edge of the urban sprawl of metropolitan Cochabamba. At this market, buyers and sellers are dressed in work cloths, wearing broad brimmed hats of rural women. They are speaking Quechua, as country people do, rather than Spanish as is spoken in the city.

Since the market only started in 2019 it still has an unfinished look. The stalls are handmade from rough lumber.

Paul and Marcella and I meet doña Gladys, who is selling tomatoes for 8 Bolivianos ($1.15) per kilo, a competitive price. Most of the other women try to sell their locotos (hot peppers) or cucumbers in small piles for 5 Bolivianos each, units that poor people are used to  buying.

Others are selling cut flowers and fruit. One of the older women, doña Saturnina, is selling organic peaches, for the same price as conventional ones. Doña Saturnina, who is joined at her stall by her granddaughters, also give us a glass of juice, made from fresh peaches boiled in water, so refreshing.

To offer organic produce at affordable prices, one trick is for farmers to sell directly to consumers. This way, the farmer can charge the retail price. It is easier said than done, because selling is work.

Mariana and María have mentored the women, helping them to make aprons and to identify themselves as self-declared ecological producers. They are not formally certified, but they are producing without agrochemicals.

To sell to retail customers, you have to be at the fair on every market day with a good diversity of products. This group plants many different crops, rather than each person planting the same thing. Then, by sitting near each other the women can attract and share customers. They also increase their range of produce by buying from their neighbor farmers and from wholesalers to sell. Unfortunately, that means that not all of their produce is organic.

With the wisdom of hindsight, Mariana and María insist that the main thing is to be transparent with the consumers when farmers adopt these strategies to supply their stall. . When the women come to sell, each one has a green cloth where they pile up their organic produce. They also have an orange cloth where they are supposed to display any vegetables that they are reselling. The distinction has been a bit too subtle for consumers and a little too hard for the farmer-sellers to manage.

“Did you forget your orange cloth today,†some vendors will chide their neighbors who are selling produce they didn’t grow, as though it were organic.

These are the kinds of learning experiences that one may have while setting up something new. These growing pains aside, the point is that selling healthy, organic food should be for everyone, not just for people who can afford to pay extra. It is important for farmers to get a fair price, while making organic food affordable. Healthy eating shouldn’t be a luxury.

Acknowledgements

Thanks to Mariana Alem and Paul Van Mele for valuable comments on a previous version of this blog. Mariana Alem and María Omonte work for the Fundación Agrecol Andes.

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NATURALMENTE ACCESIBLE

Los agricultores ecológicos certificados a veces se quejan de que necesitan precios más altos por sus productos, pero esto significa que sólo venderán a la gente rica. Los pobres no tendrán acceso a estos alimentos sanos.

Esto lo aprendí recientemente de Mariana Alem, una bióloga boliviana de la Fundación AGRECOL Andes, que trabaja con pequeños productores para cultivar y vender alimentos orgánicos asequibles en áreas de bajos ingresos en el Valle de Cochabamba, en Bolivia.

Desde 2019, Mariana y su colega María Omonte, agrónoma, han trabajado con 36 agricultores, en su mayoría mujeres, que se auto declaran producir sin agroquímicos. Para generar confianza entre ellas, han organizado que se visiten unas a otras para una revisión entre pares. Comenzó como una especie de inspección, pero a medida que las mujeres se fueron conociendo, estas visitas se convirtieron en una oportunidad para intercambiar semillas o para compartir información sobre cómo controlar las plagas sin agroquímicos.

Mariana y María encontraron a un grupo de éstas productoras en un mercado popular que se llama El Playón, al borde de la expansión urbana de Cochabamba metropolitana. En este mercado, compradores y vendedores usan ropa de trabajo y llevan sombreros de ala ancha de mujer rural. Hablan quechua, como la gente del campo, en lugar de español, como se habla en la ciudad.

Como el mercado no empezó hasta 2019, aún tiene un aspecto inacabado. Los puestos están hechos a mano con madera áspera.

Paul, Marcella y yo nos encontramos con doña Gladys, que vende tomates a 8 bolivianos (1,15 dólares) el kilo, un precio competitivo. La mayoría de las demás mujeres intentan vender sus locotos (chiles) o pepinos en pequeños montones por 5 bolivianos cada uno, unidades que la gente pobre está acostumbrada a comprar.

Otras venden flores cortadas y fruta. Una de las mujeres mayores, doña Saturnina, vende duraznos ecológicos al mismo precio que los convencionales. Doña Saturnina, a quien acompañan en su puesto sus nietas, también nos da un vaso de jugo, hecho con duraznos frescos hervidos en agua, tan refrescante.

Para ofrecer productos ecológicos a precios asequibles, un truco es que los agricultores vendan directamente a los consumidores. De este modo, el agricultor puede cobrar el precio de venta al público. Es más fácil decirlo que hacerlo, porque vender es un trabajo.

Mariana y María han asesorado a las mujeres, ayudándolas a confeccionar mandiles y a identificarse como productoras ecológicas auto-declaradas. No están certificadas formalmente, pero producen sin agroquímicos.

Para vender directo al consumidor, hay que estar en el mercado todos los días de feria con una buena diversidad de productos. Este grupo siembra muchos cultivos diferentes, en lugar de que cada persona plante lo mismo. Así, al sentarse cerca unas de otras, las mujeres pueden atraer y compartir clientes. También aumentan su gama de productos comprando a sus vecinas agricultoras y a mayoristas para revender. Por desgracia, eso significa que no todos sus productos son ecológicos.

En retrospectiva, Mariana y María insisten en que la transparencia al consumidor es lo más importante cuando las productoras realizan este tipo de estrategias para surtir sus puestos. Cuando las mujeres vienen a vender, cada una tiene una manta verde donde amontonan sus productos ecológicos. También tienen una manta anaranjada donde se supone que exponen las verduras que revenden. La distinción ha sido un poco sutil para los consumidores y un poco difícil de manejar para las agricultoras-vendedoras.

“¿Se te ha olvidado hoy la manta anaranjada?, regañan algunas vendedoras a sus vecinas que venden productos que no han cultivado, como si fueran ecológicos.

Así se aprende sobre la marcha cuando uno pone en práctica algo nuevo. Dejando a un lado estos problemas, la cuestión es que la venta de alimentos sanos y ecológicos debería ser para todos, no sólo para quienes pueden permitirse pagar más. Es importante que los agricultores obtengan un precio justo y que los alimentos ecológicos sean accesibles. Comer sano no debería ser un lujo.

Agradecimientos

Gracias a Mariana Alem y a Paul Van Mele por sus valiosos comentarios sobre una versión previa de este blog. Mariana Alem y María Omonte trabajan para la Fundación AGRECOL Andes.

Previamente en el blog de Agro-Insight

De compras con mamá

The struggle to sell healthy food

En casa con la agroforestería

 

 

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