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Smallholders are sometimes thought to be conservative, fearful of change, when the opposite is true. I was in Colomi, a potato-growing municipality in the Bolivian Andes, making a video with Paul and Marcella. Local farmer, don Isidro, was kindly helping us find tuber moths to star in the video. Don Isidro was an expert at spotting this serious potato pest, instantly recognizing the entrance tunnels of the tiny larvae in the skin of the discarded potatoes. In the field, he easily saw the difference between the frost-damaged potato plants and those that were wilted because the mothâs larvae had tunneled through the center of the stalk.
As don Isidro and I work our way across his field, he casually remarked that he no longer had problems with the Andean potato weevil, once the nemesis of Bolivian farmers. Don Isidro explained that now, farmers simply douse the potato plants with lots of insecticide. While don Isidro was happy to be rid of the weevil, he added offhand that when his family fed the potato peelings to their guinea pigs (kept for meat), the little animals died.
âArenât you afraid to eat those potatoes yourselves?â I asked.
âNo,â don Isidro said. âWe donât eat the peels.â
âBut donât you think that the whole potato might be poisoned by the insecticide?â
âNo, I asked the ingeniero (who runs the farm supply shop) and he said it was fine to eat the potatoes,â don Isidro said.
This stunned me, since I have been eating Bolivian potatoes for a long time. At my house, we often boil potatoes in the peel. Now I had just learned that at least some farmers are producing potatoes so poisonous that they will kill that quintessential lab animal, the guinea pig.
The guinea pig and the potato are both native to the Andes. Farmers here have thousands of yearsâ experience using this crop and this animal together. Observant smallholders should know that an insecticide that will kill guinea pigs has to be bad for the health of their families, and their consumers.
Itâs not just that the farmer believes some oaf who works in an agrochemical shop. Peasant farmers sometimes have too much faith in the word of educated people. Then there is the profit motive, to get rid of a pest like the Andean potato weevil completely, because in the 1990s it was wiping out the potato harvest. These weevils are also disgusting; carving shit-filled tunnels through the tuber. Government policy in most countries also lets the public buy dangerous insecticides over the counter, and there is not enough education or support for alternative technologies. Few agrochemical dealers have training in agriculture. All of that influences farmersâ decisions to use dangerous levels of insecticide. Still, farmers are far from conservative. They are eager to adopt innovations, sometimes even the bad ones.
Acknowledgements
Thanks to Juan Almanza (an agronomist with the Proinpa Foundation) and Paul Van Mele for their comments on a previous version of this story.
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NO TE COMAS LAS CĂSCARAS
Jeff Bentley, 12 de marzo del 2023
A veces se piensa que los pequeños agricultores son conservadores, temerosos del cambio, cuando es todo lo contrario. Hace poco, yo estaba en Colomi, un municipio productor de papas en los Andes bolivianos, grabando un video con Paul y Marcella. El agricultor local, don Isidro, nos ayudaba amablemente a encontrar polillas de la papa para protagonizar el vĂdeo. Don Isidro era un experto en detectar esta grave plaga de la papa, reconociendo al instante los tĂșneles de entrada de las diminutas larvas en la piel de las papas botadas. En el campo, veĂa fĂĄcilmente la diferencia entre las plantas de papa dañadas por las heladas y las que se habĂan marchitado porque las larvas de la polilla habĂan hecho un tĂșnel por el centro del tallo.
Mientras don Isidro y yo recorrĂamos su campo, comentĂł casualmente que ya no tenĂa problemas con el gorgojo de los Andes, antaño la nĂ©mesis de los agricultores bolivianos. Don Isidro explicĂł que ahora los agricultores se limitan a fumigar las plantas de la papa con mucho insecticida. Aunque don Isidro estaba contento de haberse librado del gorgojo, añadiĂł que cuando su familia daba las cĂĄscaras de la papa a sus cuyes (criados para carne), los animalitos morĂan.
“ÂżNo tienen miedo de comerse ustedes esas papas?” le preguntĂ©.
“No”, respondiĂł don Isidro. “Nosotros no comemos las cĂĄscaras”.
“ÂżPero no cree que la papa entera podrĂa estar envenenada por el insecticida?”
“No, le preguntĂ© al ingeniero (que trabajaba en la tienda agropecuaria) y me dijo que no habĂa problema en comer las papas”, dijo don Isidro.
Me quedĂ© estupefacto, porque llevo mucho tiempo comiendo papas bolivianas. En mi casa, a menudo hervimos las papas en la cĂĄscara, lo que en Bolivia se llama papa waykâu. Ahora acababa de enterarme de que al menos algunos agricultores producen papas tan venenosas que matan a ese animal de laboratorio por excelencia que es el conejillo de Indias.
El cuy y la papa son originarios de los Andes. Los agricultores tienen miles de años de experiencia en el uso conjunto de este cultivo y este animal. Los pequeños agricultores observadores deberĂan saber que un insecticida que mate a los cuyes tiene que ser peligroso para la salud de sus familias y de sus consumidores.
No se trata sĂłlo de que el campesino crea a un fulano que trabaja en una tienda agropecuaria. Los campesinos a veces dan demasiada importancia a la palabra de personas estudiadas. Luego quieren ganar dinero, y de deshacerse por completo de una plaga como el gorgojo de los Andes, porque en los años noventa estaba acabando con la cosecha de la papa. Estos gorgojos tambiĂ©n son repugnantes, pues excavan tĂșneles llenos de mierda por todo el tubĂ©rculo. La polĂtica gubernamental en la mayorĂa de los paĂses tambiĂ©n permite que el pĂșblico compre insecticidas peligrosos sin receta, y no hay suficiente educaciĂłn o apoyo a las tecnologĂas alternativas. Pocos vendedores de agroquĂmicos tienen formaciĂłn en agronomĂa. Todo ello influye en la decisiĂłn de los agricultores de usar insecticidas peligrosos. Aun asĂ, los agricultores no son nada conservadores. MĂĄs bien quieren adoptar innovaciones, a veces hasta las malas.
Agradecimiento
Gracias al Ing. Juan Almanza (de la FundaciĂłn Proinpa) y a Paul Van Mele por sus comentarios sobre una versiĂłn previa de este relato.
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